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En estos momentos de dolor presente y de incertidumbre por el futuro, me llega, como un golpe seco, la noticia de la muerte del profesor Hernández Calvo, mi maestro. Dar con un verdadero maestro es uno de los mayores dones que a uno puede regalarle la vida. Un maestro no es, solamente, quien enseña una ciencia, sino quien sirve de guía a los demás, de manera que su vida y sus obras trascienden a su persona para dejar una huella en la historia. El auténtico maestro no solo enseña cosas, sino que cuida del alma; muestra el camino, pero te deja andar solo; procura siempre alumbrarte, pero no deslumbrarte.
El profesor Hernández Calvo se distinguió siempre por su profundo respeto a la libertad individual, por su pensamiento libre, no sujeto a modas ni a convencionalismos sociales, basado en sus sólidos principios morales. Un carácter generoso hasta el extremo, absolutamente leal y sincero. Siempre tuvo conmigo la palabra adecuada, la cariñosa corrección, el acertado consejo y la oportuna reflexión. Y todo ello desde el ejemplo de los hechos, no de las palabras.
Sus enseñanzas permanecen vivas en mi memoria, están siempre presentes en mi diario actuar: ante las dificultades, ante los obstáculos, saltar más alto; afrontar los problemas con paciencia, prudencia y perseverancia y nunca perder la confianza en Dios; nunca abandonar, siempre hay un camino por andar.
Hoy, cuando parece que la grandeza moral llega a considerarse como una descortés anomalía; cuando la sabiduría de la experiencia se desprecia como vana retórica, convendría decir que sigue habiendo cosas que nos sobrepasan en su inmensidad y que lo clásico es aquello que no se puede hacer mejor. No siempre puede sentirse que uno regresa al origen, pues vas y vienes de los paisajes vividos, pero ahora mismo regreso a mis paraísos perdidos y me siento confortado en el recuerdo de mi maestro y reafirmo su voluntad de que la rectitud de conciencia es mil veces más importante que los conocimientos.
A Conchita, a sus hijos, a toda su familia, que sepan que no ha muerto, su vida perdura en la memoria de todos nosotros.
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