Muchas mascarillas en el transporte público de la Región de Murcia en el primer día de uso voluntario

Mamen Aranguren, estudiante de Enfermería, esperaba este miércoles el tranvía en Ronda de Levante, en Murcia, con su mascarilla en el bolso. «No sé si ponérmela al subir o no», dudaba. «Si veo que hay mucha gente y la llevan puesta, me la pondré yo también», explicaba. Como ella, muchos usuarios miraban de reojo al resto de pasajeros a primera hora, en el primer día en que la mascarilla pasa a ser de uso voluntario en el transporte público. Casi tres años después de la implantación de su utilización obligatoria, esta protección se había convertido en rutina, y de las rutinas cuesta a veces desprenderse, por mucho que se esté deseando dejarlas atrás. Quizá por eso, en los autobuses y taxis de la Región de Murcia, así como en el tranvía, todavía se seguían viendo bastantes tapabocas durante la mañana.

«A mí me da igual llevarla, pero para las personas mayores es más peligroso infectarse, así que si se sienta alguien vulnerable a mi lado, me la pondré, y si el tranvía se llena de gente, también», resumía Mamen. En la parada de Ronda Norte esperaba también María Lanzarote, logopeda. «De momento la voy a seguir llevando, porque he pasado un invierno espantoso: me he puesto mala un montón de veces, con tanto virus. Pero está bien que deje de ser obligatoria, porque alguna vez me he dejado la mascarilla en casa, no he podido subir al tranvía y he llegado tarde al trabajo», comentaba.

En general, las personas mayores seguían este miércoles poniéndose la mascarilla, mientras pasajeros más jóvenes optaban por liberarse de esta protección. Uriel aguardaba al tranvía junto a un anciano al que cuida, ambos protegidos con mascarilla ya en el andén. «Creo que es demasiado pronto para que deje de ser obligatoria, aún hay mucha covid», se quejaba. La opinión no era compartida por otros pasajeros. «Si se ha eliminado ya la obligatoriedad es porque hay unos criterios científicos para ello. Yo la llevé hasta ayer; hoy, ya no«, zanjaba Elvira.

Abigail, una joven estudiante, se subía a un autobús urbano en el barrio del Infante, en Murcia, liberada de la mascarilla. «Ya no la considero necesaria; me molestaba mucho y a veces se me olvidaba», confesaba. Sin embargo, para otros ocupantes del autobús, como María Ángeles, sigue siendo un elemento de protección del que no quieren desprenderse. «Soy prevenida; hay mucha gripe todavía y a mí no me estorba», explicaba esta mujer, de avanzada edad.

En los taxis también había disparidad, aunque de momento gana la mascarilla, porque muchos usuarios son personas vulnerables que acuden, por ejemplo, a los centros sanitarios. «Todos los clientes de esta mañana la han llevado puesta y, por respeto, si ellos se la ponen, yo también», comentaba la taxista Laura Bernabé en la parada situada frente al Hospital Reina Sofía.

Los expertos apelan al sentido común y a la prudencia. «Era incoherente que España continuase siendo una isla en Europa, con la obligatoriedad de la mascarilla en el transporte público. Otra cosa son los centros sanitarios. En el hospital hay gente enferma y la mascarilla debe mantenerse, pero no tenía ya cabida continuar con esta medida en el transporte«, subraya Manuel Muro, jefe de Inmunología de La Arrixaca. Eso sí, su uso sigue siendo recomendable para los pacientes vulnerables, »con comorbilidades asociadas«. »Estas personas deben tener precaución, no solo por la Covid, sino por la gripe y por otros virus; estamos en un periodo de efervescencia de infecciones respiratorias«, recuerda Muro.

Shirley Pérez, jefa de Medicina Preventiva del Reina Sofía, coincide en que los más vulnerables deben seguir utilizando mascarilla en el transporte público, porque son «lugares donde la transmisión es más fácil, al haber menos distancia interpersonal y carecer, normalmente, de ventilación». El problema, advierte, es que mucha gente no se considera vulnerable, aunque lo sea. «Una persona de 30 años con síndrome de Crohn que esté tomando un tratamiento inmunosupresor tiene que tener precaución, al igual que un paciente de 60 años con diabetes tipo 2», explica.

En resumen, tras las medidas obligatorias llega la «autogestión», con el seguimiento de pautas preventivas en función de la situación de cada cual. Quienes presenten síntomas catarrales, de gripe o covid, deben seguir utilizando la mascarilla ya no solo en el transporte público, sino en los lugares de trabajo o en cualquier otro local cerrado, subraya Shirley Pérez. «Es una cuestión de educación sanitaria: si tienes mucosidad, estornudos o febrícula, tápate la boca y la nariz para proteger a los demás; es tu responsabilidad», resume la jefa de Medicina Preventiva del Reina Sofía. El inmunólogo Manuel Muro subraya también la necesidad de implantar esta cultura, y va más allá: «La gente tiene que entender que si tienes fiebre no debes ir a trabajar».

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