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Profesora en el departamento de Anatomía Humana y Psicobiología de la UMU e investigadora principal en el Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria, María Ángeles Bonmatí ( ... Murcia, 1986) es autora del libro 'Que nada te quite el sueño' (Crítica, 2023). La científica defiende que el cambio de hora que realizaremos el domingo puede provocar desajustes en los ritmos biológicos, y se muestra favorable a mantener el de invierno.
–En la madrugada de este domingo los relojes se adelantarán de las 2.00 a las 3.00. El horario de verano, que se mantendrá hasta finales de octubre, cuando se recuperarán de nuevo los 60 minutos perdidos, está cada vez más cuestionado. El propósito del cambio era adaptar la jornada laboral para aprovechar mejor las horas de luz y ahorrar energía, pero en los últimos años se ha demostrado que el ahorro es ínfimo, de unos cinco euros por familia...
–El tema del ahorro energético está cada vez más cuestionado, pero ciñéndome a mi campo, la fisiología y el sueño, lo cierto es que no hay ningún beneficio, más bien al contrario. Cuando hacemos un cambio en los relojes se produce un desajuste entre los ritmos biológicos. Digamos que tenemos una especie de reloj en el cerebro, y ese reloj se va sincronizando con la luz y la oscuridad, con el día y la noche, y también influyen los horarios que llevamos. Con el cambio de hora, de un día para otro alteramos la relación que hay entre la hora que es, y que por tanto marca nuestros horarios, y el ciclo solar. Todo esto conlleva una especie de 'jet lag', pero con la diferencia de que cuando cambian la hora, nosotros no viajamos con el sol. Lo que hacemos con el cambio de hora es un salto en el tiempo de un día para otro. Y ese salto tan abrupto genera ciertas distorsiones en nuestra fisiología.
–¿En que se traducen esos desajustes, qué notamos?
–Fundamentalmente, en desajustes en el sueño. Vamos a tardar más en conciliar el sueño, y al día siguiente nos tenemos que despertar a la misma hora. Cuando nos levantemos todavía habrá un nivel de iluminación natural menor del que nuestra fisiología necesita para empezar a activarse. Todo ello puede conllevar a una pequeña distorsión en la salud, que se ha visto reflejada en algunos estudios que refieren incluso una mayor incidencia de accidentes de tráfico y de accidentes cardiovasculares coincidiendo con el cambio de hora.
–Los accidentes de tráfico pueden deberse a despistes por la falta de descanso pero, ¿qué relación hay entre el sueño y los accidentes cardiovasculares?
–El sueño y la fisiología circadiana al final van a afectar a todos los sistemas del organismo. Está ampliamente demostrado que dormir menos de lo que se necesita conlleva un mayor riesgo de problemas cardiovasculares. El hecho de que este cambio horario se haya relacionado epidemiológicamente con esto, pone de manifiesto esa relación con el orden de los procesos fisiológicos y el posible efecto adverso derivado de alterar el orden.
–Entonces, atendiendo exclusivamente a la salud, lo apropiado sería no cambiar la hora el domingo...
–Lo recomendable es no hacer estos cambios, aunque a nuestro organismo le afecta menos el que se realiza en octubre. Lo que hacemos con el de marzo es precisamente perder una hora, con lo cual ya no solo perdemos una hora de sueño, sino que a nuestra fisiología le cuesta más coger el ritmo de ese acortamiento que hacemos en el día.
–Así, lo mejor sería mantener siempre el 'horario de invierno'.
–Los científicos e investigadores que estudian el sueño y la cronobiología mantienen ese consenso, es decir, mantener todo el año el horario que llevamos de octubre a marzo, que es el que más se ajusta al horario solar. Pero hay otros sectores que no comparten esa idea.
–¿Cuánto tardamos en reajustar nuestro reloj interno tras el cambio de hora?
–Es muy variable, hay personas que enseguida se adaptan. También esto depende de lo que se denomina el cronotipo, los patrones de sueño, los horarios de cada cual. Lo normal es que en un plazo de 10 días casi todo el mundo se haya recuperado de esa percepción subjetiva de malestar. Lo recomendable es intentar adaptarse al nuevo horario lo antes posible, intentar que sea de forma progresiva, pero no retrasarlo mucho. También es cierto que hay personas muy vulnerables, como las que sufren un deterioro cognitivo y los niños pequeños o las personas mayores.
–Según una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el 66% de los españoles prefería mantener el 'horario de verano', y solo el 24% optaba por el de invierno.
–La cuestión es más compleja, porque tiene más caras. Las jornadas laborales españolas no ayudan, se alargan mucho por la tarde. Un estudio de Eurostat señala claramente que en España tenemos un parón a mediodía muy superior a la media que hace que se retrase la salida final, al terminar la jornada. Eso complica que se pueda disfrutar de horas de luz a la salida del trabajo. Si resulta que en España la mayoría de la gente está saliendo de trabajar más allá de las siete, las ocho y hasta las nueve, es normal que quieran conseguir un poco de vida con luz, pero a lo mejor lo que hay que replantearse son esos horarios laborales. Es un tema muy, muy complejo, porque involucra muchos sectores e intereses.
–En su libro 'Que nada te quite el sueño' explica por qué este fenómeno fisiológico es fundamental para la salud...
–Si no dormimos lo suficiente va a ir todo mal y nuestra salud se va a resentir. Hasta la última célula del dedo del pie se va a resentir si no dormimos lo suficiente. No dormir lo suficiente va a involucrar un mayor riesgo de padecer enfermedades de todo tipo.
–¿Cuántas horas son necesarias?
–En general, una persona adulta necesita dormir entre 7 y 8 horas, pero esto no significa que todo el mundo necesite esas horas. Hay personas que para estar bien necesitan dormir más de 8 horas, y tienen que respetar a su propia fisiología para poder tener un buen estado de salud, y hay otras que con 6 horas tienen suficiente.
–Dormir poco se percibe como una cuestión de estatus...
–Realmente hay una especie de visión distorsionada del sueño, que consiste en pensar que dormir es una pérdida de tiempo y, al que necesita dormir algo más que la media, se le clasifica como vago, como persona improductiva. Hay que ir contra eso porque es que estamos hablando de la salud.
–Los teléfonos móviles han alterado los patrones de sueño de los adolescentes...
–Es una cuestión que hay que revertir. Llevamos tiempo haciendo un estudio con adolescentes, y estamos en plena recogida de datos en el Instituto Floridablanca, y es verdad que vemos que hay muchos alumnos que están retrasando la hora de ir a dormir. Muchos dicen que les resultaría muy difícil prescindir del móvil en la cama, con lo que ya estamos viendo cierta dependencia por estar hiperconectados. Pero yo no me atrevería a decir que la culpa la tengan solo las pantallas.
–¿Qué perjuicios ocasiona la luz azul del móvil antes de dormir?
–Hay una base fisiológica real; las células que tenemos en la retina, en los ojos, que transmiten la información a ese reloj interno que tenemos en el cerebro, son especialmente sensibles a la luz azul. Partiendo de que eso es real, hay que tener en cuenta también el contenido que se consume con esa pantalla. No es lo mismo consumir un contenido relajante que uno que active cognitivamente. Es aconsejable rebajar la luz y restringir las notificaciones.
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