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Isabel Ardil dio a luz hace ocho años a su hijo Arón en el Virgen de La Arrixaca. El bebé nació sano, pero ella salió « ... emocionalmente dañada» del hospital. Vivió el proceso como una experiencia desagradable en un entorno que percibió hostil. «Había personas que entraban y salían; no me hablaban, no me informaban salvo que yo preguntase, no se presentaban», afirma. «Los problemas empezaron cuando llegué. Yo iba ya prácticamente dilatada por completo, y el celador me dijo que tenía que entrar sentada en silla de ruedas. Le dije que no podía, pero me respondió que era el protocolo. Así que me tuve que poner de rodillas sobre la silla», relata. Ya en el paritorio, alguien le instó a que dejase de gritar. El bebé no estaba en la posición correcta, algunas señales apuntaban a sufrimiento fetal y se decidió inducir el parto. Pidió la epidural. La anestesista le dijo «que se estuviese quieta si no quería quedarse paralítica».
Terminaron realizándole una episiotomía, un corte entre la vagina y el ano para ampliar el canal del parto. «Fue necesario, como casi todo lo que hicieron desde el punto de vista de la atención sanitaria. Pero yo lo viví con un daño emocional. No hubo dolor, pero sí mucho sufrimiento», relata.
Silvia Marte, fotógrafa y artista visual, experimentó una sensación similar de «maltrato» en sus dos partos en La Arrixaca. «La primera vez, en 2017, llegué con un plan de parto, una herramienta que diseñó el Ministerio de Sanidad para que las madres puedan expresar cómo quieren que se desarrolle el proceso, siempre que sea posible», explica. «Lo ignoraron. Yo quería utilizar agua caliente en lugar de anestesia, y en La Arrixaca habían instalado una bañera para los partos. Pero no la utilizaban, decían que el personal no estaba formado», lamenta. Ella también prefería otra posición distinta a la litotomía (la madre acostada sobre su espalda), pero tampoco fue posible. En ambos partos le practicaron episiotomía: «Dudo que fuera necesario. La segunda vez tuve muchos problemas de dolor e incontinencia».
Tanto Silvia Marte como Isabel Ardil denuncian «violencia obstétrica». «Es un maltrato tanto institucional como de muchos profesionales hacia las mujeres a nivel psicológico, físico o sexual. Es machismo», denuncia Ardil. Ambas coinciden en que no se sintieron escuchadas, y consideran que no se respetó su derecho a tomar decisiones sobre el proceso.
Ahora, las dos han impulsado la creación de un grupo local de la asociación El Parto es Nuestro en la Región. La organización lleva más de 20 años de actividad en España, pero hasta ahora no tenía presencia en Murcia. Silvia Marte se ha embarcado en esta iniciativa tras abordar su experiencia traumática en el parto en el proyecto 'Vulnerables', una serie de retratos a 33 mujeres «víctimas de violencia obstétrica».
El Parto es Nuestro denuncia que la Región de Murcia es la comunidad «con los mayores índices de violencia obstétrica». Con esta afirmación hacen referencia a un estudio de la Facultad de Enfermería de Castellón sobre la percepción de las mujeres que han pasado por un parto en España. Un 42% de las encuestadas en la Región denunciaron haber percibido diferentes tipos de maltrato, desde falta de consentimiento informado hasta prácticas a veces innecesarias, como partos inducidos, uso de fórceps o ventosa, o cesáreas.
El término «violencia obstétrica» es rechazado por la Sociedad Española de Ginecología (SEGO). José Eliseo Blanco, jefe del área de paritorio de La Arrixaca, considera que «hablar de violencia supone plantear que hay una animadversión en ginecólogos y matronas, que hay una voluntad de hacer daño. Obviamente, no la hay». Blanco señala que «se pone a la mujer en el centro» y se toman «decisiones consensuadas» cuando aparecen dificultades. «Intentamos escuchar a cada mujer, no le imponemos una serie de criterios», subraya.
A Carmen Ballesteros, matrona también en La Arrixaca, hablar de violencia obstétrica le parece «usar términos muy fuertes, porque no hay una voluntad de violencia, yo no la he presenciado nunca». No obstante, Ballesteros aclara que «si alguien se considera víctima de violencia obstétrica hay que aceptar que lo ha vivido como tal, y lo que hay que hacer es escucharla».
El proceso de parto ha estado tradicionalmente medicalizado, recuerda, y de ahí que en las últimas décadas se hayan puesto en marcha programas de atención al parto normal a nivel nacional y regional, con la idea de humanizar. Pero algunas vivencias demuestran que queda mucho por hacer. Silvia Marte resume así la suya: «Me sentí maltratada. A las mujeres no se nos permite tener el control sobre nuestros cuerpos, ni sobre nuestra maternidad».
La Región de Murcia es la tercera comunidad con mayor tasa de cesáreas. En los hospitales públicos del SMS, las cesáreas representaron el 25% de los partos en 2022, cuando la media nacional se situó en el 22%. Solo Castilla-La Mancha y Extremadura presentaron mayores cifras que Murcia. Pero las cesáreas se disparan sobre todo en la sanidad privada. En el caso de la Región, se alcanza una tasa del 48,6%. Son cifras muy elevadas si se tiene en cuenta que la Organización Mundial de la Salud estima que las cesáreas no deberían representar más del 10% o 15% de los partos.
El jefe del área de paritorios de La Arrixaca, José Eliseo Blanco, relativiza esta estimación y defiende que para determinar si las tasas son o no excesivas hay que atender «al contexto cultural».
Pero la Región también ha presentado tradicionalmente tasas muy por encima de las recomendadas en episiotomías. En 2018 se practicó este procedimiento en el 36,5% de los partos realizados en La Arrixaca, cuando la recomendación del Ministerio de Sanidad se sitúa en el 15%. La matrona Carmen Ballesteros destaca que en los últimos años se ha experimentado una clara mejora. «En 2014 estábamos en el 50%», explica.
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