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La Cubana puso al público a montar el escenario y regaló 575 bocadillos de mortadela

Salvador Pérez, tramoyista del Teatro Guerra, cuenta las anécdotas que han tenido lugar en este lugar emblemático de Lorca

Pilar Wals

Lorca

Domingo, 16 de diciembre 2018, 10:09

Ir al teatro a ver una función y que te pongan a descargar y a montar el decorado del escenario es algo que solo puede ocurrir con La Cubana. «Éramos parte del elenco. El teatro aquel día era un caos. Cajas que entraban, telas que se tiraban desde lo más alto... Todos trabajamos», recuerda Salvador Pérez, tramoyista del Teatro Guerra. Después de veinte minutos de función y con un público que no creía lo que estaba pasando entró uno de la compañía diciendo que era hora de comer. «Preguntó de qué querían los bocadillos y un rato después volvió con grandes cajas con 575 bocadillos de mortadela que habíamos hecho nosotros mismos por la tarde», cuenta el taquillero del coliseo, Antonio José Navarro.

No es la única anécdota sucedida en los últimos años. Una compañía quiso suspender porque en el puerto de Alicante se equivocó de contenedor y se trajo el de otra obra. «Les dije que aquí nunca se había suspendido una función y que volviesen a por el contenedor correcto. Recuerdo que tuve que salir al escenario a decir que el montaje tardaría aún unos quince minutos y que entonces se iniciaría la función. Menuda pitada me dieron», relata entre risas el director del Guerra, Ginés Bayonas.

Rafaela Aparicio se creía toda una diva cuando la subían en una silla hasta el escenario. «Estaba encantada de venir aquí, porque la tratábamos como a una vedettte, decía. Tenía ya muchos años», detalla Salvador Pérez. En una ocasión llenaron de basura el escenario, en otra fue de arena del cauce del río Guadalentín, y los montajes incluían todos los detalles. «Ahora se resuelve con una pantalla fija, pero antes si en el escenario aparecía una casa era tal cual. Podías incluso vivir en ella», apunta Bayonas. Un caballo y un halcón sobrevolando el patio de butacas trajo Salvador Tábora. «No hay problema, tranquilos, nos repetía. Estábamos todos asustados», rememoran.

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