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Hatid Youssef muestra un par de botas en su tienda de ropa y calzado de segunda mano de la calle Mayor del barrio de San Cristóbal. JAIME INSA / AGM
El cierre de los roperos solidarios por la Covid dispara las tiendas de segunda mano en Lorca

El cierre de los roperos solidarios por la Covid dispara las tiendas de segunda mano en Lorca

Una quincena de negocios atienden la demanda de prendas de trabajo a muy bajo coste para jornaleros y personas sin recursos

Lunes, 18 de enero 2021, 07:56

El cierre de los roperos solidarios de organizaciones como Cáritas debido a la pandemia del coronavirus, al no poder garantizar la desinfección de las prendas ni la seguridad de los voluntarios que los atendían, ha multiplicado la apertura de negocios de ropa de segunda mano dirigidos a jornaleros y a colectivos vulnerables, generalmente extranjeros. En el casco urbano de Lorca ya hay una quincena de estas tiendas, regentadas por inmigrantes magrebíes.

Hatid Youssef tiene un amplio muestrario de chaquetas de forro polar que cuestan 2 euros, de chalecos de invierno que vende por 3 y de pantalones impermeables y cortavientos, necesarios para trabajar en el campo, que no cuestan más de 5. En su tienda de la calle Mayor del barrio de San Cristóbal, amontona cientos de pares de botas y zapatos. Adquiere las prendas usadas en Alcoy porque la gente «necesita ropa económica». Chambira, de Gambia, confiesa que solo puede «comprar cosas de segunda mano», mientras ojea las prendas de abrigo de uno de los percheros.

En los últimos meses han abierto al menos tres negocios de este tipo en el casco histórico, en la zona centro y en el barrio de San José. Es el caso de Yousef Abdou que fundó este negocio junto a su hermano hace poco más de un mes en la calle Almirante Aguilar. Solo hay prendas para hombres y la más cara cuesta 15 euros «si es de marca y está en buen estado», recalca. De momento «va bien, estoy contento, viene gente de muchos sitios a comprar» y lo que más demandan sus clientes es calzado y ropa deportiva para el trabajo. Ariel Viera, de origen cubano, se abre paso entre los estrechos pasillos plagados de ropa en busca de sudaderas y calzado. Es la primera vez que entra a la tienda por recomendación de otros jornaleros porque necesita unas botas, «en el campo no me duran ni un mes».

«Si no está lavada no la acepto»

Mustafá Bemba ha subido la persiana de un local de la avenida Jerónimo Santa Fe, que meses antes fue un supermercado, alentado por la demanda de la ropa de segunda mano. «Voy a probar, no se cómo me irá» y matiza que «la gente trae ropa para que se la compre, pero si no está lavada yo no la acepto». Mantas, edredones, enseres para bebés y, sobre todo, prendas de trabajo llenan la tienda.

La Concejalía ultima un cambio en la ordenanza municipal para prohibir la venta de ropa usada en el mercado porque supone «un riesgo de contagio»

El negocio de Raja Bouzrria, en el puente Juan Carlos I, es el más veterano de la ciudad; abrió hace cuatro años y «antes vendía ropa más bonita, pero ahora solo me piden cosas de 2 o 3 euros. No hay dinero», lamenta.

No se hacen inspecciones

La Dirección General de Consumo, consultada por LA VERDAD, «no tiene constancia» de que se estén realizando inspecciones en las tiendas de segunda mano para garantizar que se cumplen las normas sanitarias y de higiene. «Se hacen controles aleatorios», porque la implantación de este sector de comercio es muy reducida, justifica.

El Ayuntamiento va a solicitar al Gobierno regional la firma de un convenio que autorice a los técnicos municipales para la realización de inspecciones en estos negocios, ya que actualmente la Administración local no tiene competencias en esta materia, dijo a este diario el concejal de Sanidad y Consumo, José Ángel Ponce. Explicó también que su departamento ha iniciado el proceso para modificar la ordenanza municipal que regula el mercado semanal para prohibir que se establezcan puestos ambulantes de ropa de segunda mano. «Son un riesgo de contagio de coronavirus, no podemos garantizar la higienización» de las prendas puestas a la venta, justifica el edil, que reconoce que ahora solo pueden «recomendar» a los tenderos que no comercialicen ese tipo de productos.

Mientras tanto se han reforzado las inspecciones de los cinco puestos con los que suele contar el mercado para que la ropa esté «en buenas condiciones» y para que se indique claramente que es de segunda mano. «Queremos evitar que se confunda a los clientes y la competencia desleal». Aseguró que «en algunas ocasiones las prendas usadas llevan etiquetas para su comercialización como si fuera un producto nuevo».

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