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P. W. R.
Lunes, 3 de octubre 2016, 01:19
La capilla del Rosario fue escenario ayer a mediodía de la solemne función religiosa ofrecida por la Real e Ilustre Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario en conmemoración del 445 aniversario de la Batalla de Lepanto y en sufragio de los hermanos y hermanas fallecidos. En el transcurso de la celebración, la Banda Municipal de Música interpretó el himno de la Archicofradía y de la ciudad, además de la pieza 'Lepanto'.
El hermano mayor de la Archicofradía del Rosario, Rafael Artero del Álamo, recordó que la festividad fue instituida por el Papa Gregorio XIII en el año 1573 y que los orígenes de la Archicofradía se remontan al año 1552, cuando Carlos I de España y V de Alemania, por un Real Despacho, autoriza la construcción de la iglesia de Santo Domingo a la Orden Dominica, bajo la advocación de la Virgen de la Piedad.
En 1571, bajo el mandato de Felipe II, es cuando ocurre la batalla de Lepanto. Eso sucede el día 7 de octubre, festividad de la Virgen del Rosario, y con tal motivo se inicia una enorme devoción en España y surgen las primeras iglesias dedicadas a esta imagen. Tres años después, en 1574, se constituye la archicofradía. Se crea con un innumerable número de hermanos, pero los 15 primeros eran los hermanos esclavos del Rosario. Los cargos eran vitalicios y sus estatutos no dejaban lugar a las mujeres. «Los anteriores databan de 1917. Estaban obsoletos. Se hizo un gran esfuerzo hace varios años para ajustarlos a la realidad actual. Había que reformarlos porque las mujeres no tenían ni derecho a figurar», señaló Artero del Álamo.
Otros cometidos
Otro de los cometidos de la Archicofradía en los últimos años ha sido rehabilitar y amueblar la la Sala de Cabildos en la sacristía de la capilla del Rosario. Las últimas adquisiciones han sido dos imágenes de orfebrería del artesano de Ciudad Real, Orovio, que representan a los evangelistas San Juan y San Mateo, estando pendientes de adquirir las piezas de San Marcos y San Lucas, a la espera de contar con fondos suficientes para sufragar su coste.
Al término de la celebración, y como manda la tradición, se celebró una recepción en el patio porticado del Palacio de Guevara. Allí se degustó los tradicionales dulces 'tetillas de monja', acompañado por vino de mistela. Por supuesto, y como mandan los cánones, los hermanos de la Archicofradía lucieron su correspondiente rosario al cuello.
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