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Hay una creencia nada científica en el entorno de la base militar de San Javier que habla de la duplicidad de los accidentes aéreos. Una cadena de casualidades se han instalado en la memoria colectiva, en ese espacio compartido con las supersticiones, y hace pensar que detrás del siniestro de un avión suele llegar otro. «Vienen por pares», comentaba un militar de la Academia General del Aire (AGA), de doble luto por el accidente que, a media mañana de ayer, acabó con la vida del comandante Daniel Melero Ordóñez y la alumna alférez Rosa Almirón Otero al caer el avión de instrucción que pilotaban a pocos metros de la orilla de Santiago de la Ribera.
El avión, con sus dos tripulantes, cayó en las cercanías del Real Club de Regatas, sin causar más daños que su propia destrucción inmediata, ya que el enclave del Mar Menor donde fue a parar no supera los dos metros de profundidad.
En una operación de despegue en dirección norte, ni siquiera el experimentado piloto Melero pudo hacer nada cuando se le paró el motor a baja altura. A diferencia del C-101, la Tamiz no cuenta con asientos eyectables, por lo que saltar de esta avioneta de entrenamiento elemental obligaría a ponerse de pie, abrir la cúpula y arrojarse con el paracaídas. A pocos metros de la superficie del agua, no tuvieron tiempo para recuperar el motor ni para ponerse a salvo.
La confusión y el golpe anímico en la base militar de San Javier también fueron dobles al conocer la noticia, justo 23 días después de la muerte del comandante Francisco Marín en la costa de La Manga cuando volaba en un C-101. «No hay similitud alguna», comentó ayer el piloto Rubén Pérez.
El instructor y la alumna sobrevolaban el Mar Menor en una clase ordinaria de enseñanza de vuelo elemental. «Realizaban maniobras y operaciones de lo que llamamos 'tráfico', de aterrizaje y despegue, aunque ellos llevaban un rato volando», explicó el teniente coronel Rubén Pérez, exinstructor de la AGA y actualmente concejal de Seguridad en San Javier. El piloto en excedencia aseguró que, «a falta de la investigación que se realice del accidente, todo hace pensar que fue un fallo del avión», lo que confirmó la ministra de Defensa en funciones, Margarita Robles, ayer por la tarde. La aeronave siniestrada, una Enaer T-35C Pillán o Tamiz «ha hecho parada de motor y se ha impactado», explicó la ministra.
Robles confirmó que la avioneta había volado el pasado martes e incluso había realizado otro vuelo de entrenamiento antes del siniestro, después de haber pasado una completa revisión mecánica. Según los datos preliminares recabados por los mandos del Ejército del Aire, el problema surgió en «la tercera maniobra que hacían de despegue». Al pararse el motor, la Tamiz, que los expertos califican como «un avión de autoescuela», cae «como una piedra» debido a su escasa sustentación en el aire, a diferencia del C-101 -el avión que se usa en la siguiente fase de enseñanza, la básica-, que permite planear incluso con el motor parado, como ocurrió con el primer modelo de este reactor que llegó a la AGA en 1980: un piloto especialmente hábil volvió desde Mazarrón planeando con el motor parado.
A diferencia del accidente del comandante Marín, ocurrido el pasado 26 de agosto, los cuerpos sin vida del piloto y de la joven alumna se pudieron evacuar del avión íntegros, lo que da idea de la menor velocidad que alcanza la Tamiz, una avioneta adecuada para el entrenamiento. No fue así en el rescate de los restos del piloto del C-101, cuya búsqueda de las piezas del avión y del cadáver del militar llevó varios días e involucró a un mayor número de embarcaciones. «No hay dos accidentes iguales», destacan los expertos consultados del Ejército del Aire. La variables de velocidad y altura, las condiciones climatológicas y la pericia de los pilotos intervienen en el desenlace, que ayer terminó de la peor manera ante la atónita mirada de los marineros del Club Náutico de La Ribera y de algunos turistas que tomaban el sol en la playa.
Al lugar del siniestro, se desplazó a los pocos minutos el presidente de la Comunidad Autónoma, Fernando López Miras, junto al alcalde de San Javier, José Miguel Luengo, ya que se encontraban visitando los lugares más afectados por las recientes inundaciones a causa de la gota fría en la Región.
Nadie en el ámbito cercano del fallecido comandante Daniel Melero tenía ayer explicación para el suceso, ya que se trataba de un piloto experimentado con muchas horas de vuelo y experto en la Tamiz. De hecho, estuvo destinado en Chile, país de fabricación de este modelo de avión que el Estado español compró en 1987 y que lleva ya más de cien mil horas de vuelo en la AGA, cuyos hangares llegaron a albergar 41 de estas avionetas, de las que ya se han destruido cuatro en diferentes accidentes. Otra se encuentra en la base aérea de Torrejón.
En la base de formación de oficiales del Ejército del Aire no olvidan que la Tamiz, actualmente un avión seguro gracias a la labor de los ingenieros y mecánicos de la AGA, ocasionó numerosos problemas nada más llegar. Incluso se cobró la vida de dos oficiales que realizaban un curso de profesorado. Se les paró el motor en medio de un campo cercano, cayeron sobre una zanja y murieron en el avión incendiado. Un intenso plan de renovaciones mejoró el prototipo de la Tamiz que, a diferencia del C-101 que ha agotado ya su tiempo de vida, aún se encuentra en plena vigencia. En solo un mes, la AGA ha aumentado su historial de pérdidas. Con los dos fallecidos ayer ya son 72 los militares que han perdido la vida en la AGA en sus 75 años de historia. El último fue en 2012, también con un profesor y un aspirante a piloto como víctimas mortales.
El siniestro de ayer cumplió dos tristes hitos. Fue el primer caso de muerte de una mujer militar en la caída de un avión, ya que hasta ahora el historial negro de la AGA estaba protagonizado por hombres. Era además el primero en el que una Tamiz caía al Mar Menor, ya que los equipos de rescate sí han tenido que evacuar en varias ocasiones aeronaves C-101 malogradas. La última fue la caída del piloto Javier Cruz frente a la costa de Los Alcázares a principios de este siglo, cuando se le paró el motor en un despegue en dirección sur, aunque el militar se salvó al eyectarse del asiento.
Unos años antes, en 1995, una tragedia similar a la de ayer acabó con la vida de un instructor y su alumno al caer un C-101 al Mar Menor. Son los puntos negros en la historia de la AGA, que en los próximos años alcanzará el millón de horas de vuelo desde que llegó la primera promoción en 1945.
Los pilotos de la base costera han realizado casi 960.000 horas de vuelo, según fuentes del Ejército del Aire, aunque la mitad se realizaron hasta 1977, debido a que la instrucción de vuelo requería antes de más tiempo de avión. En la actualidad, se realizan prácticas en simulador y los programas de enseñanza están más reglados.
La avioneta siniestrada era un aparato de instrucción elemental Enaer T-35C Pillán o Tamiz de la Academia General del Aire (AGA). El primer vuelo de este tipo de modelos se produjo en marzo de 1981, entró en servicio en España en 1987 y su país de origen es Chile. En concreto, el fabricante es ENAER-CASA. Este tipo de avioneta sin reactor se utiliza en los primeros cursos de instrucción. El aparato fue revisado antes del accidente y había realizado previamente otro vuelo sin que se registrasen incidencias, según el Ministerio de Defensa. La información fue facilitada por la ministra de Defensa, Margarita Robles, en declaraciones a la prensa durante su visita a la Brigada de la Infantería Acorazada Guadarrama XII, aunque advirtió que los datos son aún «un poco prematuros», dado lo incipiente de la investigación.
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Fernando López Hernández
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