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Lo que Ciudadanos vende como el cambio y regeneración de la política regional es a la postre su ambicioso desembarco en la Asamblea, la Comunidad y cuantas instituciones, puestos y canonjías se pongan a tiro para tratar de imponerle una dieta naranja a López Miras y enderezar el rumbo de los populares después de 24 años en la poltrona. Eso pregona... Al final se han arrejuntado los huevos de la misma cesta: lo que en la anterior legislatura fueron apoyos puntuales, ahora será una coalición con toda la barba, y a un precio bastante alto en comparación con los seis diputados y el 12% de los votos cosechados.
Los naranjas quieren la vicepresidencia, un gobierno casi paritario de consejeros, como en Andalucía (a ver cuántas carteras crea López Miras), el escaño de senador autonómico que ahora ocupa Francisco Bernabé y competencias en el Ayuntamiento de Murcia. Más lo que caiga. Fuentes populares dicen que habrá «proporcionalidad» en el futuro Gobierno, pero puestos a pedir...
Las caras de contrariedad de los socialistas eran ayer un libro abierto. Compuestos y sin novia, pese a ganar las elecciones. Más de uno comentó que todo ha sido un paripé; se sienten utilizados por Ciudadanos, que solo pretendía darle un toque de respetabilidad democrática a una negociación a dos bandas que sin embargo ya tenía las cartas marcadas con el «socio preferente» por orden del alto mando.
Diego Conesa quemó sus naves al no apoyar al candidato de Ciudadanos para la presidencia de la Asamblea. Nunca antes y más a propósito se puede decir que la meteórica subida a los cielos de Alberto Castillo ha sido como llegar y besar el santo. El PSOE certificó pronto ese distanciamiento de Ciudadanos al constatar que se quedaba sin opciones. Su empeño ahora es salvar lo que pueda en los ayuntamientos. Los socialistas también habrían apoyado a Castillo si hubieran detectado alguna posibilidad de acuerdo, pero estaba todo el pescado vendido, lo cual caló todavía más en el desánimo de sus filas. Conesa esperará a ver cómo se desenvuelve la legislatura, por si acaso los naranjas cambian de socio a mitad del partido.
Los cuatro diputados de Vox hacen químicamente inestable el pacto PP-Ciudadanos. Ayer dieron un aviso devolviendo el primer toro a los corrales, y obligando a celebrar una segunda votación para la elección de Castillo. Es la primera vez que un presidente de la Asamblea no sale en la primera vuelta. Puede ser el principio de una tormentosa legislatura, ya que los diputados de Santiago Abascal harán valer sus votos en cada ocasión que se presente. El primer test serán los presupuestos de la Comunidad del año que viene, y visto lo de Andalucía, cabe esperar cualquier cosa. De entrada, Vox estaría por la labor de apoyar (o de no entorpecer) la investidura de López Miras, a la vista de la escueta e inofensiva receta de reivindicaciones que mostró ayer, aunque el riesgo está en que se envenenen los roces con Ciudadanos.
Mayor evidencia existe sobre un próximo enfriamiento de las atenciones del Gobierno central para con la Región de Murcia. No es lo mismo que Diego Conesa gobierne a que esté en la oposición. Y tampoco funciona igual tener a un gobierno amigo del mismo color político que una bronca diaria entre ambas administraciones. Será más trabajo para el delegado del Gobierno, Francisco Jiménez. Objetivamente, y solo en lo que atañe a los retos y proyectos que hay sobre la mesa, la Región puede salir perdiendo con la coalición PP-Cs y el satélite incontrolado de Vox.
Para el Gobierno central, Murcia pasará de 'prioridad 1' a 'prioridad 3', y eso lo sabe hasta el que asó la manteca. Conesa tiene hilo directo con Sánchez, y hasta ahora le ha dado todo lo que le ha pedido, incluida la 'inviolabilidad' del acueducto Tajo-Segura, aunque fuera calmando el ardor antitrasvasista de la ministra Ribera, que por cierto, suena para un cargo en Bruselas. Conesa ha actuado de dique de contención de la política de agua del PSOE, con aliados en Madrid, pero a partir de ahora eso puede cambiar si hay más confrontación que colaboración entre ambos gobiernos. Lo mismo sucedería si la composición de fuerzas operara a la inversa con otros partidos.
Esa complicidad de Conesa y Sánchez ya no será tan eficaz, y menos cuando el 'reinado' de Isabel y Fernando empiece a culpar al Gobierno socialista de Madrid de todo lo malo que pase en la Región. Habrá que cruzar los dedos para que los proyectos y obras de infraestructuras que hay en marcha no se ralenticen (soterramientos, AVE de Murcia, Cartagena y Lorca, autovías...) y vuelva la inercia presupuestaria. No tiene por qué, pero ya dijo alguien del Ministerio de Fomento que hay que alimentar a diario las inversiones echando dinero a paletazos.
Otro tanto sucedería con la negociación del nuevo sistema de financiación autonómica, en el que la Región de Murcia se juega mucho dinero para la sanidad, la educación y la política social. La Comunidad tiene en Madrid el peso que se ha demostrado históricamente, y lo que cambia es la voz que llega hasta La Moncloa y los ministerios. No puede decirse que con los gobiernos del PP, en plena sintonía partidista, le haya ido mejor a la Región.
Si las caras de los socialistas mostraban decepción, en las filas del PP la procesión iba por barrios. López Miras y su círculo de negociadores rezumaban optimismo. El presidente en funciones está perdiendo peso (físico) y se ha comprometido con una dieta de ejercicio y adelgazamiento para encarar la nueva legislatura, monitorizado por Teodoro García. El político ciezano le está allanando el camino desde Madrid, negociando con sus iguales. Aunque tanta diplomacia no evitó que López Miras se reuniera el lunes con su antecesor Pedro Antonio Sánchez en Puerto Lumbreras, el día menos indicado para charlar con quien le designó como sucesor tras verse obligado a dimitir para dar cuenta de sus problemas con la Justicia. Parece que el cromosoma de la regeneración del que tanto presume Ciudadanos no se ha visto alterado por esa reunión de «amigos», cuyos ecos resonaban ayer en la Asamblea.
Otras caras en las filas del PP expresaban menos regocijo. Los consejeros, altos cargos, asesores y demás están en vilo sobre su futuro, unido al hecho de que habrá que compartir muchos puestos con los recién llegados de Ciudadanos.
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