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La idea anidó en la mente de Jesús J., 'Suso', hace unos meses y ya no le abandonaba. Este camarero de 48 años, que se encuentra en prisión provisional acusado de matar a su hijastra de cinco años en la pedanía murciana de Llano de Brujas, llevaba un tiempo «obsesionado» con la que fue su pareja, Ramona, una mujer morena de rasgos marcados con la que había compartido los últimos nueve años de su vida y con la que, a su pesar, acabó el pasado agosto. «Ya no estábamos juntos pero él no lo asumía», explicaba Ramona esta semana. A Suso, según reveló uno de sus mejores amigos en su declaración ante la jueza, le rondaba la «paranoia» de que ella mantenía una relación con otro hombre –algo que ella descarta– y esos celos que le carcomían se hacían más grandes cuando, como al parecer era habitual en él, consumía drogas.
A lo largo de esos años de relación, Jesús había visto crecer a Nadia, una preciosa niña de sonrisa amplia, hija biológica de una prima de Ramona de la que ésta había asumido el cuidado –los padres le firmaron un poder dejando en sus manos su crianza–. De esa manera, durante años Suso ejerció de padrastro con la menor, que ahora tenía cinco años, y era habitual que cuidase de la niña, de la que repetía incesantemente era «mi hija» y «mi vida». Sus redes sociales están pobladas de fotos y vídeos en los que se le ve pasear con Nadia, comiendo en restaurantes, viendo dibujos animados... mientras se deshacía en elogios hacia la pequeña.
«Él se lo daba todo y ella era pasión lo que tenía con él», reconoció Ramona esta semana rota por el dolor. Esa aparente buena relación había hecho que, pese a estar ya separados, Suso mantuviese el contacto con la niña, a la que recogía de vez en cuando para pasar un tiempo juntos. La madre adoptiva de Nadia remarcó que, aunque a ella le había hecho «mil perrerías», él siempre se había portado bien con la menor. Los investigadores de la Guardia Civil consideran que Jesús J. aprovechó esa confianza y el vínculo que aún le unía con la pequeña Nadia para propinarle a su expareja el golpe más doloroso, acabando con la vida de la niña proporcionándole un número aún por determinar de pastillas de Orfidal. En el caso de que esta hipótesis se confirme Nadia sería la primera víctima de este año de violencia vicaria, la expresión más cruel de la violencia machista.
Fue en torno a las tres y poco de la tarde del martes cuando Suso se presentó en la casa de su expareja en la pedanía murciana de Patiño. Le había comentado a Ramona que quería llevarla un rato «a las bolas», pero en lugar de eso se encaminó hacia la vivienda que sus padres tienen en la calle González Valentín. Los investigadores de la Benemérita aguardan los resultados de la autopsia para tratar de determinar si Jesús J. supuestamente suministró pastillas de lorazepam a la niña en el trayecto en coche a la vivienda o cuando ya estaban dentro del domicilio. Tendrán también que aclarar qué cantidad de este potente fármaco –que tomaba la madre del acusado– acabó en el cuerpo de la pequeña y de qué forma supuestamente se lo hizo tragar. Por el momento, los agentes saben que en la vivienda había un blíster vacío y que faltan hasta 25 de esas pastillas.
En torno a las cinco de la tarde, Ramona recibió el mensaje que nunca quiso haber leído. En él Suso le decía que la niña «estaba en el cielo». Una frase que la hizo salir corriendo a toda prisa hacia la casa de la familia del sospechoso. Mientras tanto, éste ya se había marchado de la vivienda, avisando a su madre de que había tenido que irse y que subiese a la vivienda para vigilar a la niña. La tragedia cobró forma cuando la madre de Suso encontró a Nadia tendida en la cama en la habitación de éste. «Estaba la cría toda vomitada. Se ve que se ahogó con su propio vómito». Los sanitarios que llegaron a toda prisa a la casa encontraron a la niña aún viva y trataron de reanimarla, pero no lo lograron.
Una vez perpetrado el crimen, encontrar a Suso se convirtió en el principal objetivo. Los agentes de la Guardia Civil trabajaron contra reloj para dar cuanto antes con el padrastro de la menor asesinada. Hicieron correr entre sus equipos –y los de los otros cuerpos– una fotografía del sospechoso, con el pelo muy corto y una suerte de perilla. Además, según explicaron fuentes cercanas al caso, contaron con la colaboración de un amigo del sospechoso que, a través a mensajes y audios de Whatsapp, estuvo convenciendo al acusado de la necesidad de que se entregase.
Tras horas de intensa búsqueda, la detención de Suso se produjo a última hora de este martes, cuando el sospechoso acudió a urgencias del hospital de Torrevieja. Entró en urgencias y no tuvo reparos en comentar ante el personal sanitario aspectos relacionados con el macabro crimen que presuntamente había cometido solo unas horas antes.
Ante la Guardia Civil Suso se mostró mucho menos hablador. Optó por no decir nada. Ya en el juzgado, frente a la titular del Juzgado de Violencia número 2 de Murcia, adoptó una postura evasiva y algo desafiante, según explicaron fuentes cercanas al caso. La magistrada llegó a mostrarle fotografías del cadáver de la niña para interrogarle sobre algunas cuestiones. Suso se mostró impactado por las imágenes, llegando al llanto en algunos momentos de su declaración mientras balbuceaba «mi niña, mi vida» , pero no confesó haber acabado con la vida de la menor ni aclaró algunos detalles que resultan claves para la investigación
El sospechoso del crimen pasó este jueves su primera noche en la prisión de Sangonera la Verde (Murcia I), donde lo envió la juez acusado de un presunto delito de asesinato de persona especialmente vulnerable por razón de su edad y de delitos de malos tratos psicológicos y acoso en el ámbito familiar. Estos dos últimos delitos se los imputó la magistrada tras escuchar la declaración de Ramona en la que su expareja explicó las supuestas amenazas y agresiones que el sospechoso le había causado en estos años.
Para Suso el trance de pisar la cárcel no es algo nuevo. Aunque su exnovia, madre adoptiva de la niña asesinada, no había llegado nunca a denunciarlo por malos tratos, Suso sí contaba con un largo historial de denuncias por parte de otras parejas. Según confirmaron fuentes judiciales, entre 2010 y 2024 fue condenado por amenazas en el ámbito de la violencia doméstica y llegó a ingresar en prisión dos veces. En su primera entrada a la cárcel estuvo dos años y en la segunda, un año. Según explicaron fuentes cercanas a la investigación, cuenta con antecedentes, además, por delitos de hurto, falsificación, quebrantamiento de condena y lesiones.
Los familiares de Nadia la despidieron con inmenso dolor este jueves, cuando recibió sepultura en el cementerio de La Ñora. Ramona, su madre adoptiva, lleva días recibiendo el apoyo cerrado de sus allegados para soportar una tristeza que derrocha a caudales. «Esperaba que me hiciera algo a mí pero jamás me esperé esto», repite una y otra vez, como un mantra. «Es un demonio». Al ir a secarse las lágrimas deja ver el tatuaje que recorre uno de sus antebrazos. «Dios da las peores batallas a sus mejores guerreros».
Ramona no puede contener el llanto cuando recuerda las muchas virtudes que atesoraba Nadia, la niña de cinco años que crió como si fuera suya después de que su prima la dejase a cargo del cuidado de la menor, su octava hija. «Era una cría muy buena, muy cariñosa, que lo compartía todo», enfatiza, rota por el dolor. «Me decía que me quería y me enviaba corazones con las manos cuando la dejaba en el colegio». Ramona enfatiza el tremendo vacío que la víctima de este brutal crimen deja en su entorno. «Sus compañeros la echaban de menos cuando faltaba en el cole porque era una niña muy lista, como si fuese una persona mayor», remarca. «Era muy educada. Cuando escuchaba una palabrota siempre decía 'eso no se dice'». La madre adoptiva de la niña hace hincapié en el profundo cariño que ésta le tenía a su padrastro, acusado ahora de su muerte. «Siempre lo defendía cuando yo le reprochaba algo que me hacía».
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