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A golpe de clic

Mi petición de firmas para que se acabe el mundo va viento en popa, llevo unas 200 para exigir el Apocalipsis

Martes, 24 de octubre 2017, 02:19

He empezado una campaña de firmas para que se acabe el mundo. Pido apoyo para que cese este sinsentido, para acabar con el sufrimiento y la idiocia. La solución es sencilla: el Apocalipsis. La forma de conseguir hoy las cosas parece ser también sencilla: una solicitud firmada en internet. En esto ha quedado la herencia de la Bastilla, las Cortes de Cádiz, la Revolución rusa, la primavera de Praga, mayo del 68, la plaza de Tiananmen, el 15-M: en un clic. Llegamos a casa y agarramos la 'tablet' o el ordenador para solucionar todo. Con los dedos teñidos del naranja de los gusanitos arreglamos el mundo sin tener que tirarnos a la calle y evitamos el riesgo de que nos tiñan de rojo la cara, algo bastante posible viendo los procedimientos de nuestras fuerzas de orden público.

Somos buenos y lo hacemos visible. Estos portales 'solidarios' avisan a todo el universo digital que hemos firmado una petición para que se acabe con la pena de muerte en Sildavia, para salvar al Dodo o intentar que se derriben las esculturas que homenajean a Rackham le Rouge en las Antillas. Facilitan un altavoz para que todos sepan que somos comprometidos, que queremos hacer el bien por un módico esfuerzo y a coste cero. Dan altavoz a sus clientes y proveedores, ya que cuando firmamos la solicitud incorporan nuestros datos a sus bases con lo que la plataforma tiene un valor mayor cada segundo que pasa. Pero nos parece que está bien, porque es una empresa guay que quiere salvar el mundo y no corta árboles, de hecho seguro que tienen entre sus fines impulsar el 'Centro Derek Zoolander para niños que no saben leer chachi y que también quieren hacer chachi otras cosas'. Hay un capitalismo bueno y otro malo, este es del bueno.

Hay una posibilidad de que, en vez de solidarios, seamos ingenuos. Incluso diría poco inteligentes. En algún caso tal vez podría hablar de pereza, de falta de compromiso real barnizado de exhibicionismo digital.

Estamos planteando nuestra intervención en el mundo sobre unos términos muy poco razonables. Los políticos han demostrado ser malos, eso no es discutible, pero estamos haciendo un uso de ellos que me inquieta, sobre todo porque los malos son solo los del otro bando, nunca los nuestros. Saliéndonos de los análisis de agencias profesionales, podríamos decir que el votante de una opción es el que comulga con la mayoría de lo propuesto, el simpatizante el que piensa que su partido tiene la razón y arreglará los males de España y, por otra parte, el miembro del partido con carné quiere que sus líderes gobiernen y punto. El compromiso de estos últimos es con su partido por encima del país o la gente, aunque esto no lo reconocerán nunca. Para ellos el político rival es prácticamente el demonio y agitan contra él el miedo. Todos utilizan un argumento simétrico: el líder rival es tonto o ingenuo, sin pararse a pensar que si fuese tan tonto o tan ingenuo no mandaría el país o no tendría detrás x millones de apoyos. A ver si los tontos o los ingenuos vamos a ser nosotros…

Todo esto es legítimo pero no puede ser que los únicos malos sean los políticos, no porque les tenga especial aprecio en general, pero el culparlos a ellos de todo hace que aligeremos nuestra maldad o nuestra estupidez. En definitiva, si ellos son los malos nosotros no somos culpables. Si eso fuese así, el mundo sería una lucha de nosotros -perfectos- contra ellos -demoniacos- que nos liberaría de una pregunta difícil: ¿quién los ha puesto dónde están? Puede que ellos sean tan culpables pero nosotros no somos tan inocentes, ya que somos los que los colocan ahí. Un día de estos tendremos que afrontar la consideración crítica de nuestro voto, analizar si estamos utilizando bien nuestro derecho, si estamos a la altura de la responsabilidad que nos corresponde. Creo que el día que empecemos a ser verdaderamente críticos con nuestro uso del voto ellos tendrán que empezar a ser necesariamente mejores. Un día tendremos que asumir fríamente nuestra ciudadanía y hacernos responsables de lo que conlleva y la forma no será cliqueando en change.org para reunir suficientes firmas como para que se cree una comisión que analice nuestra forma de asumir críticamente nuestra ciudadanía.

El capitalismo es genial. Nos liberó de horas de trabajo para que pudiésemos gastar y cuando decidimos ahorrar buscó una vía digital para que siguiésemos gastando. Como vio que aún nos quedaba tiempo inventó una vida paralela, en la que el dolor es solo aparente, para que todo nuestro tiempo vital estuviese controlado. El siguiente paso fue sencillo: el dispositivo para que llevásemos la perdición constantemente encima. Digamos que ellos solo forjaron el yugo: nosotros nos lo pusimos, buscamos con quién formar la yunta y empezamos a arar. Hasta nuestra solidaridad tributa en sus índices bursátiles, lo que me lleva a una pregunta: ¿alguna vez se ha logrado algo con esas firmas, aparte de hacer visible por un limitado espacio de tiempo una cuestión?

El caso es que mi petición de firmas para que se acabe el mundo va viento en popa, llevo unas 200 para exigir el Apocalipsis. Tal vez sea por hacer la gracia; en algún caso podría ocurrir que el firmante desee realmente que esto reviente, pero puede que firmemos todo lo que se nos dice si puede parecer solidario. Y así hacen con nosotros lo que quieren. Nada nuevo bajo el sol.

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