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Marta y Guillermo son nombres ficticios tras los que hay dos situaciones reales de distintos tipo de jugadores con problemas de ludopatía. Marta empezó ... a jugar al bingo hace dos años cuando salía con sus amigas como algo lúdico. Pero aquello le enganchó y comenzó a asistir sola a los salones. Con el tiempo, el momento recreativo se convirtió en una adicción que secó la economía familiar por las deudas.
Eso afectó a sus relaciones y, finalmente, decidió prohibirse ella misma la entrada a los casinos. La mujer llamó ayer por teléfono, muy preocupada, a la Unidad de Conductas Adictivas de Murcia, porque temía una recaída ante la reapertura de los establecimientos de juego. «En el caso de las personas que tienen que salir de casa para jugar, el confinamiento le ha venido bien para reflexionar y frenar ese impulso. Una vez que los bares han abierto y los locales de juego suban la persiana, tememos que muchos de ellos vuelvan a recaer, empujados por el estrés, y se produzca un incremento de casos», explica Rosa Gómez, coordinadora de la Unidad de Conductas Adictivas de Murcia (UCA-Murcia).
Guillermo, el otro caso, ya había tenido que superar dependencias a sustancias estupefacientes, como la cocaína y la heroína. Pero su nuevo reto tiene que ver con el juego 'online'. Su fijación, antes del confinamiento, era la ruleta y las apuestas deportivas. Hace un mes acudió a la asociación Proyecto Hombre para solicitar ayuda por su nueva adicción, que se había trasladado al mundo digital.
Ahora, está en tratamiento para superar la ludopatía con el juego 'online', en un escenario en el que el encierro forzoso incrementa los momentos de aburrimiento, y de incertidumbre, algo que, según los expertos, provoca una gran ansiedad y nerviosismo. En el tiempo que lleva en terapia, indica Tomás Alacid, terapeuta de Proyecto Hombre, ha tenido tres recaídas, «y eso que su mujer está muy encima de él». Parte del tiempo lo dedica a pensar cómo distraer a su pareja para poder jugar sin que ella se entere.
«El confinamiento es un campo abonado para que los impulsos de jugar sean mucho mayores y más difíciles de contener. Son personas a las que les cuesta gestionar sus emociones y buscan en su adicción desconectar de su realidad y de su angustia», indica el terapeuta.
La ludopatía actúa como cualquier otro tipo de adicción a las sustancias estupefacientes, «que cuando se carece de una droga se cambia a otra». Guillermo es un ejemplo de esa traslación adictiva: hacía apuestas deportivas en salones y jugaba en locales de forma presencial. «Cuando comenzó el estado de alarma, acudió a internet para continuar su dependencia». Desde Proyecto Hombre indican que existen indicios para pensar que cuando retorne la normalidad habrá un incremento importante de casos, «también problemas de niños y adolescentes con los móviles y los videojuegos», detalla Alacid.
En este sentido, la coordinadora de la UCA de Murcia alerta de que poco antes de comenzar el estado de alarma, ya se había incrementado el número de personas con problemas con el juego. Por eso creen que el encierro obligado en casa, «sin nada que hacer salvo acceder al mundo digital», es el contexto menos propicio para superar una potencial adición. «El adicto al juego no sabe ocupar su tiempo de otra manera. Por eso, tememos que pasados unos meses habrá un repunte de ludopatías, y adolescentes enganchados a los videojuegos y al móvil. Si había un problema en ese sentido latente, el confinamiento lo habrá empeorado», advierte Gómez.
Los médicos, psiquiatras y psicólogos clínicos que trabajan en la Unidad de Conductas Adictivas de Murcia (UCA) atienden, cada uno de ellos, entre 10 y 12 casos diarios nuevos y de revisión de personas con algún tipo de adicción. El seguimiento y la asistencia se realizan telefónicamente, ya que las terapias presenciales se suspendieron al inicio del estado de alarma. «Hemos percibido que se han producido recaídas en todo tipo de pacientes. No obstante, no podemos cuantificar el número exacto, porque solo tenemos contacto telefónico con ellos. En las reuniones presenciales, el contacto visual y el lenguaje no verbal son fundamentales para detectar cuando no están diciendo la verdad respecto a una reincidencia», apunta Rosa Gómez, coordinadora de la unidad.
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