
Jefa del servicio de Pediatría del Hospital Virgen de La Arrixaca
Encarna Guillén: «Estamos ante una crisis del sistema sanitario y hay que afrontarla sin intereses políticos»Secciones
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Jefa del servicio de Pediatría del Hospital Virgen de La Arrixaca
Encarna Guillén: «Estamos ante una crisis del sistema sanitario y hay que afrontarla sin intereses políticos»La genetista Encarna Guillén asume la jefatura del servicio de Pediatría del Virgen de La Arrixaca tras una larga trayectoria clínica e investigadora que la ... ha convertido en referencia en el campo de las enfermedades raras. Tampoco le falta experiencia en gestión: ser consejera de Sanidad entre 2015 y 2017 le dio una visión global de un sistema que «está en crisis» y requiere de un pacto «al margen de intereses electoralistas».
–Hay un grave déficit de pediatras en España y en la Región de Murcia. ¿Cómo afecta este problema al Infantil de La Arrixaca?
–Está resultando francamente difícil mantener los dos niveles asistenciales –Primaria y el hospital– con el número de pediatras que actualmente se van incorporando a través de las plazas de formación sanitaria especializada (MIR). Tenemos que hacer una reflexión como país: ¿queremos preservar nuestro modelo de Pediatría, que se ha demostrado exitoso como demuestran los resultados en salud pública o las coberturas de vacunación? El déficit de profesionales está poniendo este modelo en riesgo. Si no hay pediatras que se incorporen al Sistema Nacional de Salud, llegará un momento en que la atención en Primaria quedará en manos de otros especialistas.
–De hecho, cuatro de cada diez consultas de Pediatría de Primaria ya están cubiertas por médicos de familia o generalistas en la Región de Murcia.
–Efectivamente, y esto es un problema general en España. Ya hay unos porcentajes muy significativos de plazas de pediatra en Atención Primaria que no están cubiertas por especialistas en Pediatría. Por eso, como digo, es urgente abordar esta reflexión. Es verdad que hay otros modelos en Europa, como el británico, donde los pediatras se concentran en el hospital, y luego hay coordinadores con Atención Primaria. Pero, realmente, nuestras cifras en cuanto a mortalidad infantil o vacunaciones son mucho mejores que las de ese modelo británico. De ahí la necesidad de ir aumentando las plazas de formación sanitaria especializada en los próximos años, de manera que podamos compensar los déficits que ya existen y cubrir las tasas de reposición por jubilación.
–¿Ha habido una falta de planificación? ¿El problema tiene su origen en la congelación de las plazas MIR tras la gran crisis de 2008 o viene de más atrás?
–Desde hace muchos años, la natalidad ha ido disminuyendo, pero pensar que por ese motivo necesitamos menos pediatras es una reflexión simple. Hay que tener en cuenta los movimientos migratorios, por ejemplo, y también la evolución de la propia medicina, que ha permitido que muchos de los niños que hace años no sobrevivían en la etapa infantil, ahora mismo sí lo hagan gracias a unos cuidados mucho más especializados.
–Le preguntaba antes por la situación concreta en este hospital. El Sindicato Médico denunció hace varios meses el déficit que sufren las Urgencias del Infantil, con un número insuficiente de profesionales para afrontar la elevada presión asistencial.
–El servicio de Urgencias está afrontando en los últimos tiempos una presión sostenida, con una mayor tensión en momentos de picos epidémicos como el de la bronquiolitis, pero que se mantiene en cifras muy significativas a lo largo de todo el año. Esto tiene muchas lecturas, muchas interpretaciones. Una es que, efectivamente, a medida que vamos descapitalizando la Primaria de pediatras, todos esos niños con consultas que no constituyen realmente una emergencia van a venir a la puerta de Urgencias. Otra consideración importante es la educación sanitaria. Constatamos, por los 'triajes', que la mayoría de los casos que llegan serían absolutamente tratables en Atención Primaria. Todo esto, como digo, está haciendo que haya una tensión mantenida. El servicio se ha reforzado: se sacaron cinco contratos nuevos para poder tener una capacidad de respuesta adecuada a esta situación, que no es transitoria. Pero, como digo, hay que hacer una reflexión general sobre cómo podemos ajustar esa demanda a una situación más racional.
–En los últimos años, hay un aumento muy importante del precio de fármacos innovadores. Entre ellos, los dirigidos a enfermedades raras. De un lado, las familias y la industria reclaman la rápida incorporación de estos medicamentos. De otro, hay que garantizar que el sistema público sea sostenible, evitando gastar cientos de millones en tratamientos que no aporten una eficacia constatable. ¿Cómo abordar este dilema?
–Esta es una cuestión sobre la que todos debemos reflexionar: la industria, los profesionales, las administraciones y los ciudadanos. El Sistema Nacional de Salud necesita de un pacto de Estado que guíe nuestros pasos en los próximos años, con el objetivo de preservar el estado de bienestar. En ese debate entran muchos aspectos y uno de ellos es el precio de la innovación. En las negociaciones para la incorporación de una nueva terapia debe haber una alta transparencia, y en los acuerdos que se alcancen deben valorarse los resultados en salud. Ese control y esas negociaciones deben plantearse a nivel central para evitar las diferencias entre comunidades. Tenemos cada vez más innovación y hay que ir incorporándola de manera racional y objetivable. Pero, al mismo tiempo, hay que ir reflexionando sobre algunos fármacos que estamos utilizando habitualmente y que no tienen utilidad terapéutica. Es decir, en la medida que vayamos incorporando innovación, también hay que dejar de hacer aquello que no aporta ningún valor y que supone un alto coste sanitario.
–Habla de la necesidad de mayor transparencia. ¿Hasta qué punto hay ahora forma de constatar si el alto precio de un fármaco obedece realmente al esfuerzo de inversión e investigación que ha supuesto su desarrollo?
–Estoy de acuerdo en que también la industria debe hacer un esfuerzo. Se requiere de transparencia en los acuerdos y en la negociación de los precios, y de un equilibrio entre el esfuerzo en el proceso de investigación y el precio final. Todo esto exige una honestidad y una reflexión por parte de todos. Necesitamos de la iniciativa de la industria, no hay otra forma. Pero también es importante que quede muy claro cómo se llega a esos precios finales. Además, creo que hay otra cuestión importante: cuando nos comparamos con otros sistemas de salud, hay que tener en cuenta las diferencias. Nuestro sistema es universal. A veces se dice que la innovación llega antes a otros países, pero en ocasiones es el propio paciente el que tiene que soportar parte [del coste de esos nuevos tratamientos]. Yo, desde luego, sigo defendiendo un modelo universal de salud.
–El gasto farmacéutico es una cuestión clave, pero no la única a la hora de abordar el reto de la sostenibilidad. ¿Están los sistemas públicos de salud en una situación crítica tras la pandemia?
–La pandemia nos ha sometido a una tensión que ha sido brutal. La sanidad ha respondido, pero se ha resentido. La covid ha sido un elemento perturbador que ha dejado en evidencia que tenemos que cambiar cosas. Necesitamos repensar cuál va a ser el futuro de nuestro Sistema Nacional de Salud. En 1986, la Ley General de Sanidad nos puso en un camino que ha dado muchos éxitos, pero es el momento de reflexionar. Debemos hacerlo todos los agentes implicados, fuera de aspectos electoralistas, para llegar a un gran pacto de Estado que siente los cimientos de nuestra sanidad en las próximas décadas. Porque ahora mismo hay un déficit en la respuesta a muchas de las cuestiones que resultan fundamentales. Quizá esas llamadas independientes de atención, de auxilio, que se están produciendo, haya que contextualizarlas. Quizá la falta de responsabilidad es pensar que se debe a un color [político] o a otro. No es así, estamos ante una crisis del Sistema Nacional de Salud y hay que afrontarla, encararla sin ningún tipo de interés político. Entre todos tenemos que ponernos a construir el nuevo modelo que sustente el estado de bienestar en las próximas décadas.
–¿Cuáles deberían ser esas bases de ese nuevo modelo? ¿Qué cambios le parecen prioritarios?
–Tenemos que tener una concepción global de la salud y hacer un análisis multidisciplinar. Llevamos mucho tiempo diciendo que tenemos que pasar de una medicina reactiva a una preventiva, pero eso no termina de asentarse. Es muy importante la responsabilidad de todos, el autocuidado, los hábitos de vida. Hay que conectar los sistemas y abordar la transformación digital de la salud. En cuanto al primer nivel asistencial, tiene mucha importancia, pero con un concepto, de verdad, de salud comunitaria. Por otra parte, es muy importante que desde el punto de vista social avancemos para que no se carguen sobre el sistema sanitario aspectos que son puramente de atención social. Hay que abordar la coordinación sociosanitaria para afrontar el envejecimiento, la cronicidad. Con respecto a los profesionales, ahora mismo hay agotamiento físico y psíquico. Hay que planificar y pactar unas condiciones de trabajo para que esa situación no vaya más allá.
- La profesión médica es ya mayoritariamente femenina. Sin embargo, la mayoría de jefaturas de sección y de servicio siguen ocupadas por hombres. ¿A qué factores obedece este desequilibrio?
- Creo que la estructura es reflejo de la sociedad. Durante muchísimos años ha sido más fácil que los puestos de responsabilidad sean ocupados por hombres, y así ha ocurrido también en los servicios de salud. Paulatinamente, esto está cambiando. La feminización de la profesión facilita que esa transición se haga de forma más acelerada. Lo vivimos en el panorama cercano: en el Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB) tenemos una proporción de mujeres superior a otros centros de investigación, incluso en los órganos de decisión. También lo estamos viendo en las jefaturas de servicios: se van incorporando compañeras con un gran currículum y trayectoria.
-En un debate de mujeres científicas, el mes pasado, usted hizo algunas reflexiones interesantes: planteó que la política de cuotas, tan cuestionada, ha tenido efectos positivos en algunos ámbitos.
- Sí. A veces se contrapone la competencia con la cuota. Yo creo que hay muchas mujeres competentes, pero hay que mirar para ver que efectivamente están ahí. Establecer la paridad en órganos de decisión ha permitido visibilizar a muchas mujeres que están muy preparadas para ocupar esos puestos. A partir de ahí, se acelera el cambio. No se trata de la cuota por la cuota, pero es que hay muchas mujeres competentes a las que muchas veces no se les ha apreciado su trayectoria. Esto [la cuota] es lo que permite abrir el prisma y observar a todos por igual, hombres y mujeres. Si tenemos personas con altas capacidades, de altas competencias, de uno y otro género, debemos ser capaces de incluirlas.
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