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Cuando a Pascuala Ballesteros le explicaron hace unos meses en La Arrixaca las opciones a las que se enfrentaba su marido, Paco Sierra, para superar ... la enfermedad renal que padecía desde 2014, no tuvo dudas. «Sentí incertidumbre y miedo, claro que sí. Pero la decisión estaba clara desde el principio», recuerda. Paco se resistió, no quería que su mujer se expusiese a ningún riesgo en el quirófano. Pero, después de 39 años de relación, a Pascuala ni se le pasaba por la cabeza otra alternativa: donaría su riñón izquierdo a su pareja para seguir disfrutando juntos de su nueva casa en el campo, en Cieza, donde cada mañana se despiertan rodeados de tomateras y árboles, y donde Paco, que para algo ha trabajado toda la vida en la agricultura, plantó recientemente unas habas que hacen las delicias de toda la familia.
Pascuala tiene 58 años, y Paco, 60. Ambos sabían que un riñón de donante vivo ofrece más garantías a largo plazo que un órgano procedente de un donante fallecido, especialmente si este es de avanzada edad. También eran conscientes de que la donación en vivo permitía evitar la diálisis. La alternativa era entrar en lista de espera y contar los meses o más bien los años hasta recibir una llamada que anunciase, por fin, un órgano disponible.
Pero afrontar un proceso de este tipo siempre impresiona, incluso aunque seas enfermera en un servicio de Urgencias, como Pascuala, y sepas que los resultados de los programas de trasplante en la Región de Murcia y en España son excelentes. Además, en este caso había un plus de incertidumbre: Pascuala y Paco son de grupos sanguíneos incompatibles. En algunos hospitales españoles llevan aproximadamente una década realizando trasplantes con órganos procedentes de donante vivo incompatible gracias a la mejora en los tratamientos, pero en La Arrixaca no se habían realizado hasta ese momento intervenciones de este tipo.
Al no haber potenciales donantes compatibles en el entorno cercano a la pareja, los médicos de La Arrixaca concluyeron que había llegado el momento de dar el paso. Pascuala zanjó toda posible duda: «Si mi marido y yo llevamos toda la vida siendo compatibles para todo, para esto también».
La pareja se puso en las mejores manos: la nefróloga Isabel Saura, responsable de la consulta de donante vivo renal de La Arrixaca, los urólogos Gloria Martínez y Antonio Prieto y muchos otros sanitarios han hecho posible el exitoso resultado de todo este largo proceso. Lo primero fue una batería de pruebas de todo tipo para descartar cualquier enfermedad en Pascuala. «A los donantes se les estudia de forma exhaustiva: son pacientes muy seleccionados, en buen estado de salud, que pueden hacer una vida completamente normal con un solo riñón», explica Antonio Prieto. Estas pruebas ponen también el foco en la salud mental del donante.
Con todos los resultados sobre la mesa, y tras la confirmación de que el estado de Pascuala era óptimo para lanzarse a este reto, su marido Paco inició «un periodo de presensibilización» destinado a prevenir una respuesta agresiva de su sistema inmune, detalla Isabel Saura. Primero se le trató con Rituximab, que reduce la cantidad de linfocitos b. Después, y durante dos semanas, se sometió en días alternos a sesiones de plasmaférisis: una técnica que permite separar el plasma del resto de componentes sanguíneos y que en estos casos se utiliza para ir reduciendo los niveles de isoaglutinas (anticuerpos circulantes en sangre). Esto era esencial porque, ante un órgano procedente de un donante no compatible, los anticuerpos reaccionan con un rechazo inmediato, combatiendo a lo que detectan como una amenaza externa.
Estas sesiones duraron dos semanas. Cuando los médicos comprobaron que los niveles de anticuerpos habían descendido lo suficiente, Pascuala y Paco entraron al quirófano. Fue el 29 de noviembre. A ella se le extrajo el riñón izquierdo por laparoscopia, con unas pequeñas incisiones en el abdomen para introducir el instrumental y otro orificio bajo el ombligo para extraer el órgano. Una vez culminada esta operación, el riñón fue trasladado al quirófano contiguo, donde se le implantó a Paco por cirugía convencional.
Pascuala y Paco se reencontraron en planta, ambos con la emoción a flor de piel. Tres días más tarde, Pascuala ya tenía el alta. «La recuperación es muy rápida en los donantes», destaca Antonio Prieto. Tampoco Paco permaneció mucho más tiempo en el hospital. A los diez días estaba también en casa, pero esto no fue el final. Quedaba aún un mes de seguimiento muy estrecho. Los pacientes trasplantados tienen que someterse a sesiones de plasmaféresis tras la intervención si los niveles de anticuerpos vuelven a elevarse peligrosamente. Ahora, Pascuala y Paco ya respiran más tranquilos, aunque los controles siguen siendo semanales.
La insuficiencia renal que padecía Paco tiene su origen en una alteración genética que fue detectada cuando sus riñones empezaron a dar problemas en 2014. Las pruebas genéticas determinaron que también uno de sus tres hijos presenta esta mutación. «Cuando supimos que Paco necesitaba un trasplante, uno de mis hijos se ofreció a ser donante, pero como tampoco era compatible le dije: no, tú resérvate por si tu hermano te necesita en el futuro», cuenta emocionada Pascuala. De sus padres han recibido una lección de amor y vida que crece como las tomateras y las habas de su huerto. También crece en esta familia la poesía. Escribe uno de ellos, bajo el pseudónimo de Ícaro: «Sabíamos / que la luz y el barro se anudan / tras la puerta de un quirófano. / Descubrimos / que los bisturís abriendo caminos para la / esperanza / siempre van acompañados de unos ojos / capaces de templar el miedo».
Desde que en 2002 se puso en marcha el programa de donante vivo en La Arrixaca, 76 personas han donado un riñón a un familiar. Los resultados son excelentes. Cuando no hay un donante vivo, los pacientes tienen que esperar entre uno y dos años hasta que les llegue el turno para recibir un órgano viable de una persona fallecida. En la donación de vivo, sin embargo, el trasplante puede realizarse antes incluso de comenzar con la diálisis, y el órgano suele estar en mejor estado. «Es una alternativa muy buena sobre todo para gente joven, porque la mayoría de donantes fallecidos son de avanzada edad. Un riñón de una persona de 65 años puede estar bien para alguien de 60, pero no es la mejor opción para una persona de 20 años», explica Isabel Saura. En total, las donaciones de vivos representan entre el 8% y el 10% del total de donaciones en riñón en la Región de Murcia.
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