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Nairo Quintana observa atentamente a Contador, quien reventó la etapa desde el inicio e hizo que 93 corredores llegaran fuera de control.
Contador elige a Quintana

Contador elige a Quintana

Convierte la etapa en una locura desde el inicio, tumba al despistado Froome y pone en bandeja el triunfo final a Nairo

J. GÓMEZ PEÑA

Lunes, 5 de septiembre 2016, 00:54

No es fácil dormir mal en el hotel Abba Formigal. Los Pirineos se meten por la ventana y te mecen. Aire nuevo, balsámico. Calma. Aun así, a Alberto Contador le costó conciliar el sueño tras la etapa del sábado, la del Aubisque. «Estaba disgustado», rumiaba. No había podido soportar los latigazos de Quintana y Froome. No es un ciclista domesticado. Se metió con rabia acumulada en la cama. Y así, sobre esas arrugas en el ánimo, no se duerme bien. Pero unas horas después, Brambilla ganó la etapa, Quintana sentenció la Vuelta, Froome pagó con su derrota el naufragio del Sky y Contador, satisfecho pese a que solo pudo ser sexto en Formigal, declaró: «Hoy voy a dormir mejor». Gane o pierda, es un ciclista imprescindible.

Contador se tomó la etapa como una cuestión personal. No se trataba de ganar la Vuelta, sino de emocionarla. De morir matando. La bandera arriba. Era la etapa más breve, 118 kilómetros y tres puertos sin más: Petralba (3ª), Cotefablo (2ª) y Formigal (1ª). Poca historia. Parecía. «A mí me gusta cambiar el guion de las carreras», dijo el madrileño. Se fijó en la carretera que salía hacia Lárrede, justo tras el banderazo inicial. Había calentado un buen rato en el rodillo. Tenían bien ensayado el sudor. Y salió con el cuchillo entre los dientes. Correr así es su manera de perder una gran vuelta. La mejor manera posible. A culatazos. Se le adelantó el italiano Brambilla, el que más madrugó. «Ha sido una etapa loca para ciclistas locos», definió el italiano. En el repecho de Lárrede, Brambilla miró atrás y comprobó el grado de la locura: venían Contador y Moser, y a unos metros, tres del Movistar: Quintana, Castroviejo y Rubén Fernández.

Más lejos, girándose y abriendo los brazos, Froome se desesperaba. Perdido en aquel laberinto. Solo uno de sus gregarios, David López, le servía de muleta. Froome miraba y no venía nadie más. Ni siquiera Konig, el quinto clasificado en la general. El checo narró así el desplome del hasta ahora todopoderoso Sky: «De repente, nos pudo el pánico. Hubo una indecisión. No sé. Todo iba mal y todo fue a peor».

El Sky se diluía. Froome había cometido el único error que tenía prohibido: perder la rueda de Quintana. Lo pagará dentro de una semana con esta Vuelta. Mientras el Sky dudaba entre esperar para reagruparse o seguir la rueda del Orica de Chaves, el otro equipo pillado a contrapié, Contador ni miraba atrás. Determinado. Le gusta correr las etapas al contado, sin plazos ni especulaciones. Se tiró por la bajada de Lárrede. Derrapando. El sábado parecía un protagonista viejo retirado de la escena. Eso le quitó el sueño. Camino de Formigal, Contador era de nuevo Contador.

Reloj de arena

Con él iban dos gregarios, Rovny y Trofimov. Quintana, pegado a su rueda, puso a colaborar a Castroviejo y Rubén Fernández. Les ayudaron el Cannondale y el Trek. En esa fuga iban también Elissonde y Omar Fraile, los dos que discuten por el premio de la montaña. Fraile cruzó primero el alto de Petralba. El reloj de arena empezaba a enterrar a Froome: más de dos minutos de ventaja para Contador y Quintana. Hasta tres tuvieron tras pasar Cotefablo. El británico iba con el maillot blanco. Su equipo, incomprensiblemente despistado, penaba de negro, de luto.

«¡A tope! ¡A tope!», exigía Quintana al generoso Castroviejo ya en el inicio del ascenso a Formigal. A menos de dos minutos y medio, Froome recibía el apoyo del Astana, de Luis León Sánchez en especial.

Pero a pedaladas, Quintana le iba dando forma a un espejismo: «Todo esto no estaba planificado. Todo lo ha cambiado Alberto con esa salida», desveló. Brambilla y Contador, que ansiaban el triunfo de etapa, eran sus sombras. Los dos merecían la etapa que los dos habían descorchado desde la salida. Como Quintana merece la Vuelta tras el error de Froome y el Sky en ese comienzo. Pero Contador no tiene sus mejores piernas. El aliento se le enredó en las voces del público que le hacía la reverencia. No soportó el ritmo de Quintana. «Me había gastado mucho en la hora y media inicial de la etapa», dijo. Lo pagó.

Brambilla, en cambio, pegó su alma a la rueda trasera de Quintana y le remató en la meta. «¡He ganado la etapa más loca!», gritó. A Quintana, al límite, se le cayó la cabeza al entrar a unos metros. Ni fuerzas para sonreír pese a los 2 minutos y 34 segundos que le había metido a Froome. Enseguida dijo: «Hay que ser cauto, pero tengo confianza en mantener el liderato hasta el final». Tiene eso y más: 3 minutos y 37 segundos sobre Froome, casi cuatro sobre Chaves y 4.02 sobre Contador, que ni ganó la etapa ni ganará la Vuelta, pero que iba a dormir a pierna suelta.

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