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La última película que Laura, de 24 años, vio junto a su compañera de piso, Gema, de 20, en el sofá de la vivienda que comparten fue la comedia española 'Toc toc'. Esa escena cotidiana, la de las dos chicas con discapacidad intelectual viendo una película en un piso compartido, es la que han logrado incorporar a sus vidas las dos usuarias de la fundación Fundown. Para ellas es su tercer año en el Centro para la Promoción de la Autonomía Personal (CEPAP), una residencia con trece viviendas que la fundación gestiona en la pedanía murciana de Cabezo de Torres.
La tercera compañera de piso es Rebeca, una universitaria que ejerce como mediadora voluntaria y que se encarga de favorecer un aprendizaje de la vida independiente dentro del proyecto de colaboración con la UMU y la UCAM, denominado 'Viviendo entre amigos'. El proyecto actualmente tiene 24 usuarios viviendo allí, y 12 estudiantes universitarios. El área cuenta con viviendas concebidas en contexto formativo para la vida autónoma e independiente del colectivo de personas con discapacidad intelectual. En ese entorno desarrollan escenarios de aprendizaje para la preparación y asimilación de hábitos y conductas para desarrollar una vida autónoma. Y con esa dinámica de los quehaceres del día a día, la persona con discapacidad tiene un papel activo y protagoniza las decisiones que toma en su vida.
«Estas viviendas tienen un carácter formativo, donde la persona con discapacidad está cuatro años aprendiendo para después vivir en una casa totalmente normalizada, bajo su propio proyecto de vida, con los apoyos que siga necesitando. Los estudiantes universitarios, denominados mediadores, conviven con ellos para que se genere una interacción de aprendizaje y de inclusión en el que compartan experiencias que les ayuden a avanzar», explica Juanjo Velasco, coordinador del área de Viviendas Compartidas de la fundación.
Laura trabaja en las oficinas de Fundown. Salió de la casa de sus padres, en Alhama de Murcia, con el propósito de llevar una vida autónoma e independiente. El primer día que llegó a la residencia sintió vértigo. «Fue una sensación incómoda, porque no sabía cómo me iba a adaptar a los cambios que estaban por llegar, como por ejemplo compartir las cosas o hacer las tareas de la casa con una desconocida», reconoce. Pero esos miedos se disiparon pronto. Con la ayuda de Rebeca, elaboraron un cuadrante para organizar las tareas y cada una asumió su responsabilidad. Tender la ropa, limpiar el aseo, preparar la cena, tirar la basura... son algunas de las faenas distribuidas en los días de la semana que refleja una cartulina fijada a la pared y que preside la sala de estar. «Hoy me toca ordenar el salón», indica.
El día a día en el edificio del CEPAP es parecido al de cualquier comunidad de vecinos. «Aquí también le pedimos perejil al vecino», bromea Laura. Aunque en algunos casos se asemejaría más al de una residencia de estudiantes. Los inquilinos recuerdan las fiestas que organizaban los fines de semana antes de la pandemia en los pisos. «Quedábamos para cenar en la casa de alguien y después veíamos una película. Ahora, con la pandemia no podemos, pero salimos de casa para ir al cine. Intentamos disfrutar de la vida», exclama la usuaria de Fundown.
Fran y Severo están en su último año de convivencia. Son los inquilinos más experimentados de la residencia y se encuentran en la rampa de salida para vivir por su cuenta. Su piso se encuentra en la tercera planta del centro y ha sido allí donde han aprendido y comprobado que pueden ser totalmente autónomos.
«Somos un equipo», subraya Fran, de 25 años y trabajador en la ONCE. Su plan para el año que viene es buscar un piso en Cabezo de Torres y mudarse allí con Severo, de 33 años y empleado en una empresa de Las Torres de Cotillas. Ambos solventaron las dificultades del primer año en la adaptación a la emancipación.
«En estos cuatro años he demostrado a mi madre que soy capaz de vivir solo. Antes no me dejaba ni encender un fuego en la cocina», asegura Severo, quien ahora no se imagina una vida sin su independencia. «He aprendido a valerme por mí mismo, tanto que todo el mundo quiere tenerme de compañero», enfatiza.
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