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PEDRO SOLER
Martes, 8 de marzo 2016, 01:51
Arranca «como un descubrimiento. Recoge artículos que he publicado en 'La Verdad', a lo largo de seis años; pero para mí ha sido como un diario en el que he contado parte de mi vida, mezclada con una serie de acontecimientos de primera fila, que se han ido sucediendo a nuestro alrededor». Lo afirma el galerista Nacho Ruiz (Murcia, 1972), codirector de la galería T20 de Murcia, autor de 'Las estatuas de helado', libro que será presentado a las ocho de esta tarde, en el Museo de Bellas Artes de Murcia (MUBAM), por el director de este periódico, Alberto Aguirre de Cárcer.
Reconoce el autor que «siempre he escrito mucho, aunque generalmente de arte. Y se debe a que, como afirmaba Rilke en 'Los apuntes de Malte Laurids Brigge', he querido hacer algo contra el miedo. Escribir también es una forma de aclararse uno mismo, cuando lee lo que ha escrito. Es verdad que, con el paso del tiempo, no siempre te reconoces en lo escrito, quizá porque el tiempo te ha cambiado; pero escribir lo que piensas es una forma como otra de estar en el mundo».
¿Es posible sentir miedo ante los casi cien temas que recupera en el libro? «El miedo me llegó cuando nacieron mis hijos, porque también son momentos en los que descubres la preocupación. Y creo que todos tenemos este tipo de miedo, en mayor o menor medida; y, en tiempos como estos, aún más. Lo importante es conjurar el miedo, y cada cual lo hace como puede o como sabe. Yo lo hago escribiendo».
Hay otras facetas que también impulsaron a Nacho Ruiz a convertirse en articulista, y fue «escribir para aprender, porque estoy enfermo de curiosidad, que siento por todo. Si algo lamento es no haber estudiado más, no haber aprendido más. Los artículos me han servido para aprender en cada uno de ellos. Han sido como un examen que me he hecho, y que me forzaron a ir un poco más allá».
Temas sobre España, el mundo, Murcia, el verano, la cultura... se suceden, inducidos por «las sorpresas que me da la vida, desde que despierto. Estoy permanentemente sorprendido por cuanto sucede a mi alrededor, y por temas sobre los que me siento obligado a escribir. Lo tengo que agradecer, en primer lugar, a 'La Verdad', que me ha dado la oportunidad de hacerlo con plena libertad; y, en segundo lugar, porque sucede que soy un hombre metido en el arte. Y, en definitiva, el arte es la vida, y la vida es el arte. Con una y otro se conectan todos los temas».
«Una misión»
También enfoca las situaciones vitales desde otro punto de vista: «Era cuando el ciudadano tenía una visión y una misión sobre lo común, algo que se ha ido perdiendo con el tiempo. Ejercer de ciudadanos tiene muchos derechos, pero debería tener también la obligación de opinar. Entonces, si alguien como yo tiene una voz pública, y reconozco que en esto soy un afortunado, debe utilizarla para opinar y ejercer la propia ciudadanía. Opinar, a través de unos artículos, es una responsabilidad muy grande».
Alberto Aguirre afirma que Nacho Ruiz «no se muerde la lengua». ¿Qué valor concede el autor del libro a las críticas que le puedan dirigir los lectores? «Cuantos lo deseen tiene derecho a criticarme, porque, al escribir, yo me expongo. La crítica debe ser obligatoria por parte del lector. Es imposible que alguien esté de acuerdo con todo lo que escribo. Lo normal es que surjan discrepancias y juicios a favor o en contra, porque también me parece básica la obligación de la discrepancia».
En lo que atañe a referencias políticas, afirma que «actualmente, se han disuelto algunos de los pilares de la realidad, y otros se han hecho muy fuertes. Uno de estos es la línea de los partidos políticos, en los que la discrepancia es necesaria, desde el punto de vista de la propia ideología. Para mí, es muy importante el escepticismo, que empieza por lo que uno quiere. He pasado una fase en la que he creído y he crecido con las ideologías, pero tiendo a superarla, en base a la formación de un pensamiento autónomo. Es que uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es no haber sido crítico con nuestra propia ideología y con los partidos. Aunque pertenezcamos en cuerpo y alma a uno de ellos, no puede ser que lo aceptemos todo».
Insiste en su decepción política y en la sufrida frente «a aquellos que en su día fueron estadistas y hoy no lo son»; pero también, «decepcionado con la sociedad, con nuestro comportamiento y con hasta qué punto somos responsables de la situación que vivimos. Tenemos que entender que no somos perfectos y que los grandes males del mundo los hemos provocado las personas, capaces de lo mejor y de lo peor. No se puede pensar que la sociedad sea un elemento perfecto, sino un organismo vivo, en continua evolución. Y somos nosotros los responsables de que empeore o mejore». ¿Dónde está la esperanza? «En pocas cosas. Podría decir que solo confío plenamente en mi mujer, en mis hijos y en el arte. Mis expectativas nunca han sido muy altas en muchos temas, aunque, de joven, quizá sí tuve una alta esperanza en la idea de proyecto de este país».
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