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Rosa Martínez
Sábado, 27 de mayo 2017, 00:29
'La mala hierba' y 'Monteperdido' son los títulos que comprenden la trayectoria literaria de Agustín Martínez (Lorca, 1975). Ambos, dos novelas de suspense que Plaza & Janés ha llevado con éxito a las librerías. La primera acaba de salir al mercado precedida por el tirón que 'Monteperdido', ideada en un primer momento como guión televisivo, ha logrado entre los lectores en los dos años que lleva publicada. Se ha traducido a doce idiomas y sigue abriendo fronteras.
-¿Qué le ha sorprendido?
-Lo bien que ha funcionado 'Monteperdido' a nivel de público, ventas y crítica; no lo esperaba. Pero sobre todo, no esperaba que saltara fronteras. Te llaman y te dicen que se va a publicar en Alemania, en Italia, en Dinamarca...; es curioso y casi no te lo crees. Va a salir en China y en Inglaterra, que son dos mercados muy difíciles. Y eso es una gran sorpresa.
Agustín Martínez es guionista. Hace años que dejó Lorca para ubicar su residencia en Madrid. Lo hizo siendo prácticamente un niño, con 18 años y la ilusión de licenciarse en Imagen y Sonido. Y logró su objetivo, además del camino para iniciar una carrera profesional que le ha llevado a trabajar también como publicista. La ficción televisiva ha unido su nombre a producciones como 'Sin tetas no hay paraíso' (Telecinco), 'La chica de ayer' (Antena 3) y 'Crematorio' (Canal + 1). En 'La mala hierba', su segunda novela, narra la historia de una familia aparentemente feliz que se desmorona cuando unos desconocidos irrumpen en su casa, asesinan a la madre y dejan al padre malherido. La hija de ambos, todavía una adolescente, centra todas las sospechas.
-¿De dónde nace esta historia?
-No hay un hecho concreto. Viene heredada de un interés que ya hay en 'Monteperdido' por abordar temas relacionados con preadolescentes, personajes que pasan de la infancia a la vida adulta. Estaba interesado en menores involucrados en casos de asesinato y encontré dos casos reales que ocurrieron en Canadá; indagando en ellos le di forma a 'La mala hierba'.
-¿Por qué ese interés en la etapa de cambio de la niñez a la adolescencia?
-Porque me parece que es un momento especialmente frágil en cualquier persona. Uno ha vivido su infancia sin saber qué ocurre en el mundo de los adultos, y es en esta época cuando las puertas se empiezan a abrir; este cambio puede afectar mucho a quienes lo viven. Por otro lado, esos niños que están en periodo de transformación son uno de los elementos más débiles de la sociedad.
-¿Para usted fue un periodo difícil?, ¿lo vivió así?
-No especialmente, es algo que todo el mundo vive. En el momento en el que uno deja de ver a sus padres como tales y los identifica como dos personas, con sus cosas buenas y sus cosas malas, comienza a entender cómo funciona todo. Esa apertura puede ser un choque porque a veces el mundo es un poco cruel y tóxico y uno tiene que aprender a manejarse.
-A veces demasiado pronto.
-Sí, a veces sí. Existe además una sensación de que hay una brecha generacional con la que antes no contábamos. Las redes sociales están muy presentes, y no terminamos de entender cómo se relacionan [los jóvenes]; eso hace que nos cueste entenderlos más.
-¿Qué busca con esta novela?
-El primer objetivo era crear una historia entretenida, pero también ver cómo se abordan los casos violentos en los que están implicados menores; ver cómo reacciona la sociedad, los medios de comunicación, si prejuzgamos demasiado pronto... Todas esas cuestiones están ahí. Hay una serie de miedos, muy cercanos a cualquier persona, a que una vida más o menos estable pueda fracturarse de repente. Y esa es la historia de la familia central de la novela.
-¿Qué le empujó a dar el salto a la literatura?
-Fue muy casual. Mi primera novela, 'Monteperdido', no estaba planteada en un principio como una novela, sino como un proyecto de televisión, como una miniserie de seis capítulos. Estaba, además, muy empeñado en darle una gran importancia al entorno y eso era difícil, así que decidí escribir unas primeras páginas en formato de novela. Eso llegó a Plaza & Janés y se enamoraron de la idea, luego la novela fue muy bien, ha encontrado el respaldo internacional, y decidí seguir.
-¿Qué le interesa de la literatura?
-La libertad que me da a la hora de escribir. Hay historias que son difíciles de contar en canales generalistas de televisión, pero sí tienen su hueco en los libros. Luego, tanto 'Monteperdido' como 'La mala hierba' son novelas en las que aflora muchísimo el interior de los personajes, y eso es algo que me facilita el mundo de la literatura porque a través de lo audiovisual es más complicado.
Cajón de sastre
-¿Qué ha descubierto de sí mismo a través de sus historias?
-¡Pues no lo sé! Es cierto que la gente, al leer 'Monteperdido' y 'La mala hierba', me dice que tengo un elemento perverso que da un poquito de miedo, pero yo soy buena persona, ¡lo juro! [ríe]. Supongo que al final es un trabajo de explotación de temas y situaciones emocionales que no tienes por qué haber vivido pero que te crean cierta atracción. Más que descubrir cosas de mí creo que voy aprendiendo.
-¿Con qué disfruta especialmente a la hora de escribir?
-Me gusta mucho la fase de planificación, tiene una parte de juego y me lo paso bien. Y luego hay otra fase en la que vas encontrando las claves de la novela y todo va rodado. Ese momento también es muy satisfactorio: sabes que la novela va lanzada.
-¿Por qué el género negro?
-Me siento cómodo con él. Es una especie de cajón de sastre en el que puedes incluir casi cualquier tema y conecta mucho más al lector con el autor.
-¿Define mejor al ser humano?
-Más que definir, permite contar situaciones muy extremas y llevar a los personajes a situaciones límite, en las que estos se describen de una forma más descarnada.
-¿A qué aspira?
-Es complicado eso de ponerse metas. En el fondo, a lo que aspiro es a que la siguiente historia me emocione tanto como la que acabo de escribir. Son metas a corto plazo.
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