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Un mundo estancado

Autores y galeristas denuncian el parón del mercado artístico y cuentan cómo les ha afectado la crisis

PEDRO SOLER

Lunes, 11 de julio 2016, 12:00

Las preguntas han tenido dispares respuestas, que demuestran todavía desesperanza. Hablamos de un mundo apasionante por la belleza que encierra, pero que ha sufrido con plena intensidad los desastres de una crisis económica que no parece tener fin. Es el mundo del arte, en el que pintores, escultores, fotógrafos, diseñadores, galeristas... siguen confiando, pero muy afectados, de modo generalmente negativo. ¿Creen que se atisba un horizonte esperanzador? ¿Han sentido en sus propias carnes los ramalazos y la carencia de recursos?

El más veterano de los artistas que responden es el pintor Paco Cánovas. Distingue entre «quienes nos dedicamos por vocación y por destino al arte y vivimos del arte, y aquellos a quienes también les gusta el arte, pero no sufren la presión de los que necesitan un sueldo a fin de mes, porque ya lo tienen, porque son profesores o por otros trabajos. Lamentablemente, en una crisis económica, lo primero que se desecha es la cultura, pese a que es manteniendo la cultura como podemos avanzar». Cánovas no percibe «síntomas generales de recuperación, aunque en mi caso personal, dedicado en cuerpo y alma a mi pintura, en estos momentos estoy pisando el suelo, después de estar muchísimo tiempo en el infierno, por debajo de tierra». Reconoce que ha sobrevivido «a base de trabajar enormemente con piezas vendidas una a una a personas con una capacidad económica mínima, pero con un deseo grande de poseer una obra mía».

Pedro Cano, el pintor que acaba de recibir la Medalla de Oro de la Región de Murcia, por su notable trayectoria artística, opina que «los sistemas digitales están creando un mundo aparte, desconocido hasta ahora, que influye en que se pierda el interés artístico. Estamos despreocupándonos de lo que fue la génesis de la pintura y del arte, su huella personal, que tiene que ser algo que vean los demás». Pedro Cano acepta que «aunque hay gente que todavía visita los museos, por internet se puede ver todo. Pero lo que no se ve, pese a las nuevas técnicas, es la piel de una obra de arte. Y la gente se conforma. Esto está arruinando un poco la situación, y puede ser que el futuro vaya a peor». Para el pintor, su situación actual responde a «una etapa de la vida, en la que lo importante es comprobar que te has esforzado y has hecho lo que piensas que debías haber hecho, como sería trabajar y punto. Esto me da una sensación de tranquilidad. He trabajado y sigo haciéndolo y, además, tengo la mente llena de ideas que quiero sacar adelante».

Sobrevivir

El también veterano pintor Jesús Silvente afirma que «este mundo sigue en un callejón sin salida, muy desalentador. Conozco a muy pocos artistas que puedan vivir de lo que siempre han vivido. Los precios están a la baja, y aún así, no se vende. La gente invierte su dinero en los productos más imprescindibles, porque el arte para el gran público es algo secundario». Dedicado a pintar desde muy joven, sigue «haciendo lo que puedo, pero muy desalentado. He rebajado precios pero aun así cuesta mucho que te compren un cuadro». ¿De qué vive? «Sobrevivo a duras penas. Antes me salían muchos retratos, pero ahora...».

Katarzyna Rogowicz, artista polaca residente en Murcia desde hace veintitrés años, vive dedicada, principalmente, a su pintura. Opina que «la posible recuperación es muy lenta. Han desaparecido galerías y las que quedan programan las exposiciones de unos pocos artistas. En la Administración tampoco hay dinero para eventos culturales en los que participen artistas». Pero ella quiere seguir adelante. ¿Cómo? «Mis recientes proyectos son apostar por trabajar con alumnos de institutos y colegios. También estoy trabajando con la fotógrafa Marian Calero, y hemos salido a la calle, como los viejos de Montmartre, para ir donde se encuentra la gente y hacer retratos. Marian fotografía y yo hago un rápido dibujo del rostro. Luego, en nuestro taller, concluimos el retrato». ¿Les ha servido de algo el sistema? «Pues sí, porque ya llevamos once sesiones, con cerca de cien retratos. Ha sido como un fenómeno, que ha interesado a personas que no siempre están relacionadas con el mundo de la cultura».

Para el escultor Diego Mirete «esto sigue mal para muchos y solo regular para los que están arriba. El mercado es el que nos mueve, pero las galerías se ocupan de favorecer a artistas que ya tienen un nombre. Los demás están obligados a ir malviviendo». ¿Cómo se siente afectado? «De manera muy directa y de modo muy negativo, porque los cuatro o cinco trabajos importantes que realicé, hace unos años, algunos para organismos oficiales, aún no los he cobrado. Me he sentido obligado a rebajar precios para posibles clientes que pasan por el estudio y me dicen que se van a llevar esta o aquella pieza, pero luego, nada; y otros no pagan como deben». Pese a una situación tan negativa, se desahoga reconociendo que es «optimista por naturaleza, muy romántico; si no, me estaría rompiendo la cabeza».

En el campo de la fotografía se mueve Ángel Fernández Saura. Tras una reconocida trayectoria, considera que «la economía de la clase media está totalmente parada. Esto se nota en las tiendas, en las pescaderías, en la mecánica... Estamos muy jodidos, y, si nos ponemos a hablar del arte, ¿qué puedo decir? Pues que, como se trata de algo que no es necesario para sobrevivir, los artistas lo están pasando mal. Yo lo estoy pasando mal, porque nadie compra nada y los encargos que antes se hacían ahora no se hacen. También se nota la falta de interés de los clientes, debido al intrusismo fotográfico. Los precios están por los suelos». Se suma a los que opinan que «la Administración, la única que podría echar una mano, se desmadra haciendo los encargos a un clan de amigos, mientras que a otros nos llegan con cuentagotas». Fernández Saura percibe un futuro «nada halagüeño. Yo estoy peor que al principio, porque ahora todo el mundo fotografía con su móvil, además de que diseñadores o policías ejercen como fotógrafos, porque la fotografía es como su segundo oficio».

¿Qué sucede en las galerías? María Ángeles Sánchez Rigal, directora de Art Nueve opina que su sala «tiene como función mostrar y dar visibilidad al trabajo de los artistas y generar en su espacio un diálogo, sin olvidar que es una empresa y que tiene la obligación de ser sostenible. Y esta sostenibilidad es el mayor problema que nos encontramos actualmente, porque el mercado del arte es prácticamente inexistente». Considera, además, que el sector galerista «no está al margen de la sociedad, en cuanto a cambios socioeconómicos; por lo tanto es un reflejo de esa sociedad, en la que el pequeño coleccionista ha desaparecido o está dormido». Añade que se siente obligada a asistir a importantes ferias de arte, «que es donde realmente se encuentran coleccionistas y comisarios, pero es muy difícil afrontar los costes de una feria de arte internacional». ¿Por qué aguanta? «Por la pasión que siento por el arte y todo lo que nos aporta, tanto personal como profesionalmente. Continuamente nos reinventamos, para hacer viables los proyectos, conectando a los artistas con el público y los coleccionistas; pero podrían ponerse en marcha otras medidas que favorecerían que el arte se reactivara. Por ejemplo, que el arte formara parte de la educación, que entrara en vigor una buena ley de mecenazgo, que trabajáramos en conjunto artistas, galeristas, instituciones, comisarios, coleccionistas... Así se reconstruiría este mercado tan frágil e inestable en España».

Sofía Martínez, directora y propietaria de galería Léucade, piensa que «aunque la situación no está superada del todo, noto que va mejor, aunque todo depende de cómo se hagan las cosas».

Actividades culturales

Reconoce que «las actividades culturales, que acompañan a las exposiciones de su galería, han logrado que haya venido más público, que se convierte en posible comprador». También sabe que muchos artistas «han rebajado los precios, incluso demasiado, y esto no siempre repercute de modo positivo en las ventas. El posible comprador, al ver obras tan baratas, nota que hay algo raro que se convierte en contraproducente. Considero que no hay que malvender, pese a la necesidad que aprieta a no pocos artistas. Si han conseguido un caché, no hay que renunciar a él y no dar la imagen de minusvalorar y hundir su trabajo. Quien quiera adquirir una pieza, si de verdad le gusta, lo hará por el precio que vale y, además, le dará más valor a lo que ha comprado». ¿La galería vende más? «Depende. Haces una exposición en la que piensas que se va a vender muy bien y luego nada; con otras sucede todo lo contrario».

Por último, José Carrión, propietario de Cuadros López y de un taller de enmarcado, confiesa que hace meses notó «el principio de lo que parecía recuperación, pero la inestabilidad política parece que ha servido de freno, y volvemos a lo mismo. En las exposiciones, la gente mira y pregunta, pero no se decide a comprar. Así llevamos siete u ocho años, y esto es muy difícil de aguantar. Se vende algo, pero muy de tarde en tarde. Yo voy cubriendo gastos, pero escasamente. Los artistas se han visto obligados a rebajar mucho los precios, porque se han convencido de que no había más remedio para poder vender y sobrevivir».

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