Borrar
Sebastián Mondéjar, en el Museo Ramón Gaya.
«Vive cada día como si fuese único»

«Vive cada día como si fuese único»

Sebastián Mondéjar Poeta y músico. Habla en el Museo Gaya del poemario conjunto 'La voz esencial de Aníbal Crespo y Coplas de arena de Sebastián Mondéjar'

Antonio Arco

Miércoles, 6 de julio 2016, 11:16

Dice una coplilla de Sebastián Mondéjar (Murcia, 1956), poeta, músico y un hombre de paz: «La palmera y el ciprés llevan juntos veinte años sin preguntarse por qué». Y ahí va otra: «Dices que me quieres pero no es verdad; queriéndote menos, yo te quiero más». El pasado martes, en el Museo Ramón Gaya, Mondéjar, autor de poemarios como 'El jardín errante' (XIII Premio Internacional de Poesía Antonio Oliver Belmás), habló del libro 'La voz esencial de Aníbal Crespo y Coplas de arena de Sebastián Mondéjar', publicado en Bolivia por la Editorial 3600. De este libro, en el que aparecen unidos los versos del poeta boliviano y los del murciano, explica la también escritora boliviana Magela Baudoin que aporta «dos propuestas íntimas despojadas de amaneramientos literarios, que fluyen como corrientes de ríos paralelos que se encuentran en los disturbios de sus aguas cargadas de belleza». De 'Coplas de arena', sostiene que «se mueve en las fisuras del saber popular y extrae de allí una música sin astillas que resplandece en la sencillez y en la brevedad de su minimalismo retórico». A Sebastián Mondéjar le gusta descansar en este lamento con final feliz de Juan Peña: «Nada soy para el mundo. Todo en mí empieza y termina. Soy un granito de arena y soy la playa infinita».

-¿Cómo llegan sus 'Coplas de arena' a una editorial boliviana?

-Es una historia larga... pero en verdad muy literaria. Este libro compartido es el fruto de un encuentro puramente poético. En 2008, recién publicado mi poemario 'La herencia invisible' (Calambur Editorial), un hombre entra a una librería y, por casualidad, hojea el libro. Le gustan los versos que lee al azar y lo compra. Este hombre es el poeta boliviano Aníbal Crespo, que ha venido a Murcia a visitar a su hijo y a su nieto. Tiene que volver a Bolivia enseguida, así que le encarga a su hijo que intente localizarme. Y así lo hizo. En agosto de aquel año recibí su llamada, en la que me contó todos estos hechos y me trasladó los deseos de su padre por conocerme personalmente, algo que se hizo efectivo unos meses después. Desde entonces, nos hemos vuelto a ver en cuatro o cinco ocasiones, en las que hemos mantenido largas conversaciones e intercambiado libros y poemas, nuestros y de otros muchos autores. Gracias a Aníbal he conocido y leído mucha de la poesía que hoy se escribe en Bolivia. La salida a la luz de este libro se debe exclusivamente a él y a sus contactos allí, yo solo he tenido que dar el visto bueno.

-¿Qué le gusta mirar a usted?

-Me gusta mirar el paisaje mientras viajo y sentir que quien viaja es el paisaje, pero, sobre todo, me gusta mirar el cielo, las nubes, los pájaros... todo lo relacionado con lo aéreo.

-¿Y qué le angustia?

-Procuro que me angustien pocas cosas, la verdad. La angustia es mala consejera. Y la vida es siempre mucho más: más grande, más honda, más extensa, más generosa, más íntima y sensual que la que nos puede tocar en suerte a cada uno de los seres humanos.

-¿Qué no hay?

-Difícil pregunta. Hace muchos años escribí esto: «Tuvimos leyes que no hubo, hubo leyes que no tuvimos, hubo pausas en las que no descansamos». En cualquier caso, ¡hay tantas cosas que no hay!, bien porque nunca han sido, bien porque ya han dejado de ser... Yo echo en falta, sobre todo, un más alto sentido de la decencia, de la educación y de la dignidad, así como un mayor respeto a las diferencias... Y más espíritus conciliadores. Los seres humanos somos demasiado dados a la gresca.

-¿Dónde le gusta estar?

-Depende del momento. Esencialmente en espacios abiertos y naturales, aunque también en jardines y espacios urbanos rodeados de buena arquitectura. Cuando no los tengo a mano, me conformo con salir al balcón. He escrito mucho en él. Viene a ser como mi 'atalaya', de la que no podría prescindir. No soy propietario de nada, pero tengo un balcón que mira al cielo.

-¿Qué descubrió?

-Que siempre habrá cosas por descubrir, porque el mundo está permanentemente creándose, por mucho que se empeñen en inculcarnos lo contrario.

-¿Qué nos propone?

-Vive cada día como si fuese único.

-¿Muy claro qué tiene?

-Por decirlo al estilo oriental..., que 'Todo es Uno'.

-¿Y qué más?

-Como le dije en un poema al pintor y escritor Antonio Gómez, que «sin memoria no hay juicio, no hay conciencia».

A Sebastián Mondéjar le gusta escribir, lo necesita, es su refugio tanto cuando hay luz alrededor como cuando se impone el dolor, la oscuridad. El pasado 20 de marzo, por ejemplo, se cumplió un año de la muerte de su hermano Jesús, «tras un duro y largo proceso en el que jamás dejó de darnos una enorme lección de vida, valentía y dignidad». El poeta recordaba lo ocurrido y publicaba en su blog un breve poema que escribió «de madrugada, unas horas antes de que nos dejase». Son estos sus versos: «Es madrugada y llueve. / Por la gasa del cielo / solo asoma una estrella. / Siento que es tu mirada, tu adiós último. / Nunca pudo el dolor / arrancarle a tus ojos / la flor de tu bondad».

Hoja de cerezo

Le gusta también pasear, solo o en compañía, observar la vida en constante movimiento e ignición y compartir cuanto vive y descubre con el entusiasmo de un aventurero.

-¿Por qué escribe coplas?

-Las escribo desde hace años, muchos años. No las busco. Acuden a mi mente en los momentos más insospechados, casi siempre íntegramente y de sopetón, como si ya hubiesen sido escritas, como dictadas por 'otro' que habita en mi interior. Por su sencillez, brevedad, ligereza y ausencia de retórica, la copla es para mí el equivalente del 'haiku', ese poema leve de la lírica japonesa que cabe holgadamente en una hoja de cerezo, o en un papel de fumar, como decía, creo, aquel celoso de nuestra literatura que fue Rafael Cansinos Assens. Yo, de momento, he tenido la suerte de que algunas de mis coplas sean cantadas, la última vez en el disco 'De madrugada', del magnífico trombonista y cantaor Pablo Martínez, paisano nuestro, de Bullas para más señas, afincado actualmente en Holanda.

-¡Venga una de esas coplas suyas!

-«¡Yo busco la soledad porque es lo único en el mundo que me dice la verdad!».

-Otra más y nos vamos.

-«¡A veces rompo a cantar para acallar pensamientos que no me dejan en paz!».

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad «Vive cada día como si fuese único»