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Manuel López Bernal, ex fiscal superior de la Comunidad
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Manuel López Bernal, ex fiscal superior de la Comunidad
«La corrupción no puede terminar saliendo gratis o compensando»Aunque su nombre está irremediablemente ligado al del 'caso Auditorio', al ex fiscal superior de la Comunidad Manuel López Bernal no le cambia ni un ápice el semblante cuando se le pregunta por la sentencia de este procedimiento, que impulsó como fiscal superior y que ... ha acabado colocando al expresidente regional Pedro Antonio Sánchez a un paso de la cárcel –ha sido condenado a tres años de prisión y más de 17 de inhabilitación en una sentencia que, ya ha anunciado, recurrirá–. «Ni me alegra, ni me entristece», sostiene con la voz calma mientras apura un café con leche. Apartado de la vida judicial desde hace tres años, López Bernal no carga las tintas sobre las «presiones» e «intimidaciones» que denunció mientras desenmarañaban el caso y prefiere quedarse con la idea de que la resolución servirá como un aviso a navegantes, un mensaje claro de que la corrupción no sale gratis.
–¿Cómo valora la sentencia?
– Bueno, la sentencia hay que valorarla positivamente porque se ha hecho conforme a la legalidad. Es bueno que, de vez en cuando, se llegue a una sentencia condenatoria, no ya por el individuo que ha cometido el error, si no como llamada de atención también para los que estén pensando en seguir un camino equivocado. Personalmente, ni me alegra, ni me entristece. Funcionamos como profesionales y ya está. No hay nunca nada personal, ni puede haberlo en la actuación de un fiscal o de un juez.
–Desde el primer momento tuvo claro que había unos indicios contundentes contra Sánchez y los mantuvo, pese a la presión.
–Yo lo tuve claro por la investigación que hicimos. Eso no quiere decir que siempre el tribunal vea las cosas como uno las ve, pero en esta ocasión concretamente hemos coincidido. Hay políticos que me acusaban de todo y no saben que en Fiscalía se han archivado una cantidad de asuntos tremendo, muchísimo más de lo que ha salido. Y es que yo jamás he presentado una querella sin el absoluto convencimiento de que había delito. Alguna vez hemos llegado a archivar porque, aún pensando que había materia, estábamos convencidos de que no íbamos a poderlo demostrar, a llevarlo 'amarrado'. El que lleguen sentencias condenatorias forma parte de la lógica porque todos mis compañeros han trabajado con un rigor exquisito.
–Durante años representó esa lucha de la Fiscalía contra la corrupción ¿Es ingrata esa labor?
–La labor siempre es ingrata, lo que pasa es que es tu obligación y eso lo sabes desde el momento en que te presentas para ocupar un cargo que lleva naturalmente a ese lugar. Fue ingrato porque hubo mucha tensión. También hubo bastante incomprensión.
–¿En qué sentido?
–Hombre, que no nos llamaron precisamente bonitos. Lo entiendes. Evidentemente si tú presentas una querella de cara a obtener un juicio y una condena, estás perjudicando a alguien, cumpliendo con tu obligación, pero también perjudicando a alguien. Que ese alguien reaccione inadecuadamente entra dentro de lo previsible.
– ¿Se sintió perseguido?
– A mí me perseguieron a través de querellas. Presentaron varias, pero eso forma parte de nuestro trabajo, lamentablemente.
–¿Le queda la sensación de que sirvió para algo?
–Hombre, te queda la impresión, cuando te dan la razón, de que no estabas equivocado. Siempre piensas que puede servir para algo, para que otras personas que se encuentren en esa tesitura, en la tentación de actuar inadecuadamente, se lo piensen.
– Cuando abandonó el cargo de fiscal superior, en 2017, denunció indefensión e intimidaciones a los fiscales que trabajan en perseguir la corrupción. ¿Cree que algo ha cambiado en ese sentido? ¿Se defiende más esa figura y la función que representa?
–Bueno, llevo ya tres años fuera pero no he conocido que haya habido actuaciones como las que entonces se vivieron. Y eso me alegra. Me alegra por los compañeros de la Fiscalía y por la sociedad en general. Eso supone que alguien se da cuenta de que ese tipo de actuaciones no tienen una buena acogida social.
–¿Cree que Sánchez llegará a entrar en prisión por este caso?
–Si el Tribunal Supremo, al que me imagino que recurrirán, confirma la pena, sí entrará en prisión.
–¿Y cree que debe ser así?¿Las penas de corrupción deben llevar a los políticos a la cárcel?
– Yo, aunque parezca una contradicción en un fiscal, nunca he creído en la capacidad rehabilitadora de las prisiones. Siempre he dicho que la sociedad valora demasiado a la ligera el tiempo de las condenas que se imponen. Es normal oír: «no, es que le han caído solamente siete años». Y para alguien que conoce las prisiones, resulta sorprendente porque el tiempo de las prisiones no es el tiempo de la calle. Siete años o tres en una cárcel es muy duro. Es un tiempo que seguro que se les hace muchísimo más largo que a nosotros en el día a día. Por otra parte, aunque no creo en la capacidad rehabilitadora de las penas de prisión, también se da otro fenómeno sobre todo en los temas de corrupción. No puede terminar saliendo gratis la corrupción o compensando la corrupción por la levedad de las penas que se imponen y el beneficio que se ha obtenido. Eso ocurre porque, sobre todo cuando se trata de corrupción de políticos.
– ¿Por qué en esos casos?
– Los políticos cuando entran a un cargo ya saben que van a un cargo temporal. Van con la conciencia de que es un tiempo. A un señor le pones una pena de inhabilitación y, en la mayoría de los casos, es una pena durísima. En los que menos lo es es en los políticos, por esa razón. Si tú le pones una condena o una inhabilitación a un miembro de una fuerza de seguridad o a cualquier otra persona de tres, cuatro o cinco años para el ejercicio de su profesión o de su oficio, lo estás haciendo polvo. Es durísimo porque le estás quitando su medio de vida. Pero cuando eso se traslada a la política, al señor que ha ganado dinero irregularmente y legalmente, ha ganado dinero y en ocasiones mucho dinero. pues la pena de inhabilitación le supone muy poco. Dice en las próximas elecciones lo mismo ya ni me iban a nombrar.
– Quizás porque llegan tarde.
–Claro, llegan tarde, pero normalmente cuando coges a la gente no es a la primera. Y eso sí hay que evitarlo. Entonces, a pesar de que no soy partidario de las penas de prisión, a mí me parece que no puede ser que al final a la gente le pueda compensar.
– El juicio del 'caso Novo Carthago' se retrasa a 2025 y el actual fiscal superior ya ha advertido de que esta situación puede abrir la puerta a dilaciones indebidas y rebajas penales. El mensaje que se manda, desde luego, no es el más adecuado.
–No, no, el mensaje que recibe la sociedad cuando se producen estas dilaciones, pues ya me va a contar cuál es. Está claro, porque cuando llega la sentencia, incluso en el caso de que sea condenatoria, ya no es disuasoria para nadie, sino al revés. Venimos con las dilaciones indebidas, con las rebajas de condena y al final se les queda en una pena simbólica. Y los símbolos pueden tener una eficacia inmediata, pero un símbolo después de pasados 15 años no significa absolutamente nada.
– ¿Cómo ve la justicia ahora que ya la observa desde fuera?
– Como la veía cuando la veía por dentro. Hay buena voluntad por parte de jueces y fiscales, con sus excepciones, como en todos los sitios, pero no hay una legislación procesal adecuada a los tiempos que corren.
– En los últimos tiempos se han escuchado duras críticas contra la judicatura. ¿Son lícitas?
– La crítica siempre es positiva porque es un signo de apertura y de transparencia. Lo que pasa es que la crítica debe de quedarse en eso, en ser crítica, no en ser presión contra los jueces, contra todos los involucrados en este tema de la justicia. Ahí no se debe de llegar y por desgracia se llega.
– ¿Se traspasan líneas rojas?
– Claro que se traspasan. A mí me querellaron porque había cortado unos pinos. Es evidente que quien interpuso la querella sabía perfectamente que ninguno de los hechos que se denunciaban eran delitos ni lo habían sido nunca. Ni siquiera había inmoralidad alguna, pero lo hicieron con una finalidad, una finalidad de presionarme. Es decir, nos vamos a querellar y te puedo decir que hasta me lo anunciaron para ver si yo cambiaba de opinión, si yo pasaba por alto lo que no debía de pasar por alto.
– No surtió mucho efecto.
– No, ninguno, pero se intentó y eso no debe de ocurrir. Esas cosas no son permisibles en una sociedad democrática. Y yo no soy el único caso que conozco. Conozco de más casos de compañeros que han estado en las mismas situaciones. A mi amigo Juan Pablo (Juan Pablo Lozano, el fiscal Anticorrupción) le entraron en su casa dos veces. A pesar de que según las investigaciones profundas, que se hicieron, dijeron que eran unos raterillos que pasaban por allí. Se llevaron casualmente el ordenador y la caja con el pin del móvil.
–¿Cree que la sociedad protesta con la suficiente contundencia ante estas situaciones?
–Pues hombre, a veces sí y en alguna ocasión no. Pero bueno, yo quiero pensar que sí. Por ejemplo, lo que ha pasado con Pablo Iglesias y el señor este que se autodenomina periodista (Los Whatsapp destapados en el marco de la 'Operación Kitchen'). No ha habido reacción ninguna. Eso a mí me asusta. Me asusta que se llegue a esos niveles y a ese anestesiamiento de la población. Me parece lo más terrible que le ha pasado al sistema democrático, por encima de la corrupción.
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