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La arquitectura industrial de la Región pierde uno de sus referentes. La pala echó abajo esta semana las viejas naves de la Central Lechera Murciana, ... al borde de la antigua carretera de Alicante y en las inmediaciones de Monteagudo. Las instalaciones, abandonadas desde hace décadas, simbolizaban la transformación económica que experimentó la capital del Segura en los años 60 del siglo XX. Pero también formaban parte de la memoria colectiva, como destino habitual de visitas escolares para conocer cómo se trataba este producto de primera necesidad para su consumo por la población.
El conjunto industrial carecía de protección alguna. Sin embargo, la Fundación Docomomo, que vela por la salvaguarda del patrimonio moderno, sí incluía estas dependencias en uno de sus catálogos, junto con la nave de Unión de Explosivos Río Tinto de El Hondón (Cartagena), ya desaparecida también. Destacaba del edificio, obra de Daniel Carbonell Ruiz y Juan Luis Gastaldi Albiol, «su marcado carácter funcional» y una composición arquitectónica «muy racional y ordenada». Colectivos conservacionistas lamentaron ayer la pérdida. Para Sergio Pacheco, presidente de Huermur, el derribo «es una prueba más del escaso alcance de las protecciones municipal y autonómica sobre la arquitectura contemporánea y las creaciones del patrimonio industrial del último siglo». Y aprecia «falta de voluntad y de una actitud proactiva», porque «con las figuras existentes en la legislación se podría haber acometido la recuperación de este elemento, ya fuera para su reutilización privada o su conversión para usos públicos». José María López Martínez, arquitecto y profesor de la UPCT, ve «una tragedia» en la demolición. «En esta Región se sigue destruyendo más que regenerando».
La Central Lechera Murciana se puso en marcha bajo el paraguas de una ley estatal aprobada para mejorar la calidad sanitaria de la leche mediante la pasteurización. El inmueble se levantó en una de las principales vías de comunicación de la época, la Nacional N-340, que unía desde Cádiz a Barcelona. De hecho, esta arteria se mantiene aún hoy como un eje dedicado a los sectores industrial y terciario: talleres, almacenes, restaurantes y hasta algún hotel de carretera pueblan su fachada. Tras el cierre de las instalaciones, las viejas naves pasaron a manos de Industrias Gráficas Jiménez Godoy. Ni la empresa ni el Ayuntamiento detallaron ayer a qué se destinará ahora el solar.
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