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La Ambulancia del Deseo, una fundación que cumple las últimas voluntades de personas en estado terminal o con problemas graves de movilidad, premió la labor de Ángel García, conocido como Padre Ángel, en una gala celebrada el pasado martes en el Teatro Romea. El cura asturiano, de 85 años, fundador de la ONG Mensajeros de la Paz, destacó durante su paso por Murcia la importancia de «querer y dejarse querer», lo más valioso de la vida, según su experiencia.
–Desde pequeño ya decía que iba a ser el cura de su pueblo. ¿De dónde le vino la vocación?
–Cuando yo tenía 10 o 12 años, en el pueblo de Asturias donde nací había un cura que consolaba a los niños huérfanos. Fue una época de mucha muerte y tristeza porque se mataban unos a otros y yo quería ser como él. No por decir misa solo, sino por consolar a la gente. Y gracias a eso fui leyendo algunas de las historias, como la de San Juan Bosco, que era otro cura que se dedicaba a cuidar a los que salían de la cárcel. Años más tarde, mi compañero Ángel Silva y yo fundamos Mensajeros de la Paz. Ahora hay hogares en casi todas las comunidades autónomas y la asociación está presente en más de 60 países, no solamente para atender a niños, también a ancianos, maltratadas y personas con discapacidad.
–¿Le preocupa el mundo que le estamos dejando a los niños que serán los adultos del futuro?
–Yo creo que el mundo que van a heredar los niños será mejor que el de hace cien o doscientos años, incluso el de hace dos, cuando empezó la pandemia. El mundo lo hizo Dios para que disfrutáramos y para que nosotros lo fuésemos haciendo cada día mejor. Yo creo que va a ser así, aunque a veces se nos ha roto. Ahora se nos ha roto por la guerra de Ucrania, pero hay que intentar recomponerlo y no dudar de que el mundo del futuro va a ser mejor que el que tenemos.
–Ha viajado a Ucrania después de estallar la guerra. ¿Cuál cree que es la solución al conflicto?
–He ido dos veces, una de ellas en silla de ruedas porque estaba con una ciática tremenda. Cuando llegas allí te sientes insignificante, dan ganas de llorar, de coger rabia, de decir 'Dios mío, ¿por qué pasa esto, cómo es posible que en pleno siglo XXI haya mandatarios que creen que los problemas se arreglan matando?'. Los problemas del mundo, como dice el Papa Francisco, se tienen que arreglar mediante el diálogo, no con bombas.
-¿Cree que la clase política está a la altura de los problemas de la sociedad actual?
–Yo creo que sí. Tenemos los políticos que hemos elegido y son un reflejo de lo que somos nosotros mismos. A veces decimos 'qué políticos tenemos' y lo que debemos hacer es reflexionar sobre qué personas somos las que estamos en esta sociedad. Los políticos no han caído del cielo.
–¿Hacen falta más ONG como la Ambulancia del Deseo?
–Benditas sean las ONG, las asociaciones de cualquier índole, los clubes deportivos, de grupos familiares, de amigos... Hemos nacido para ser felices, para gozar, para hacernos el bien los unos a los otros, para aliviar el dolor cuando alguien sufre como hacen desde la Ambulancia del Deseo. No hay cosa más maravillosa que hacer sonreír o hacer el bien a los demás. La Madre Teresa de Calcuta decía que era feliz cuando besaba a los que nadie quería besar.
–¿Tenemos a nuestros mayores un poco abandonados, emocionalmente hablando?
–Sí, recuerdo una visita que hice a una residencia. Al preguntarles a los ancianos si iban a verles sus familiares me dijeron que sí por defender a los hijos, pero hacía meses que nadie aparecía por allí. Nosotros, las personas mayores, no necesitamos casi ni comer ni beber, lo que no podemos es vivir sin querer ni sin que nos quieran. Por eso se mueren tantas personas mayores, porque a veces no tienen ganas de vivir. Si no tienes a quién querer ni quien te quiera es muy difícil seguir en la vida. Hay que tener valores espirituales sobrehumanos para poder vivir cuando nadie te quiere y cuando no tienes a quién querer. De ahí que a veces algunos expresen su amor y su cariño a través de las mascotas, porque al menos tienen a alguien a quien acariciar.
–A sus 85 años, ¿qué le queda por hacer, tiene alguna espina clavada?
–Todavía me queda el sueño de terminar la Catedral de Justo, que está en Mejorada del Campo, en Madrid. Me lo pidió él mismo un año antes de morir. Debe ser un lugar de encuentro de hombres y mujeres, de todas las religiones. Debemos estar todos juntos y unidos, no podemos seguir creyendo que la única religión es la nuestra porque todas son buenas y verdaderas. Hay que rezar juntos, creamos en la religión que creamos. Queremos que sea un centro humano, donde puedan ir todos, los creyentes y los que no lo son, también.
–¿Qué es para usted lo más importante de la vida?
–Lo más importante es querer, dejarse querer y aprovechar la vida. Aunque algunas personas tengamos el privilegio de vivir muchos años, es poco tiempo para amar.
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