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Hablando de órganos, como en otras lides, muchos discuten a ver quién atesora el más grande. Y en eso, durante mucho tiempo, Murcia estuvo a ... la cabeza de Europa por poseer el más monumental del planeta cuando se fabricó. Fue un ejemplar único en su clase en todo el viejo y achacoso continente. Fue un sorprendente adelanto de la tecnología. Y fue la insana envidia de todo el mundo civilizado por lo imposible de copiarlo.
Quizá el único inconveniente residía en que era murciano. De haber acabado en cualquier otra latitud, pongo por caso más allá de Albacete, hoy habría colas para admirarlo. A diario. Así somos. Les escribo sobre el Gran Órgano, con mayúsculas, de la Catedral de Murcia, fabricado entre 1855 y 1856 por la casa belga-parisina Merklin Shütze.
No todo es apatía, poco interés e inexperiencia, en cuanto a bienes culturales se refiere. Ejemplo claro es el párroco de la iglesia murciana de San Pedro. Es la parroquia que queda, para entendernos, enfrente del no menos histórico bar Rhin.
El cura, que se llama José Sánchez, ha decidido restaurar el precioso órgano del siglo XVII y XVIII que saquearon unos incultos salvajes durante la Guerra Civil. El proyecto no es una arrancada de caballo que devendrá en parada de burro: viene revisado por Javier Artigas Pina, catedrático de órgano y clave del Conservatorio Superior de Música. También por el exorganista titular de la Catedral Alfonso Guillamón de los Reyes y el exdirector del coro catedralicio, Antonio Jesús Gallego López.
Como don José tiene claro que ser sin tener apenas es ser, ha ideado una curiosa fórmula para costear la fabricación de los 1.462 tubos que necesita el instrumento. Cualquier murciano puede financiar uno o varios de ellos y, según de que cual se trate, los precios oscilan entre los 50 y los 1.000 euros. Los donantes, a cambio y para la historia, podrán grabar sus nombres o los apellidos de la familia en cada tubo.
La rehabilitación correrá a cargo del taller del maestro organero Frédéric Desmottes, bien conocido en las parroquias murcianas. Suyo es el órgano neobarroco del templo de San Miguel, junto al mal llamado Palacio de San Esteban; o el que luce la arciprestal del Carmen, allende el río, y otro que adorna San Agustín, en Fuente Álamo.
Estas fantásticas iniciativas, en tiempos tan oscuros para el patrimonio cultural, evidencian algo admirable: el barroco, a su manera, aún sigue vivo en Murcia.
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