
Las pioneras que tanta salud dieron como gloria les negaron
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Conocía el arte de la cirugía, con «buena práctica y había 'fecho' y 'fazía' buenas curas». Así describen las crónicas a Jamila. El Concejo, que ... no andaba sobrado de médicos, le otorgó en 1371 ese título tras fallecer su marido, de quien había aprendido tan noble oficio. Y es que una cosa es el asqueroso machismo y otra que los hombres que mandaban vieran la muerte rondarles. Quizá fuera una de las primeras médicas de la historia de España.
No sería la única en esta tierra rompiendo moldes arcaicos. Aunque habrían de pasar siglos antes de que Felisa Conde Gamboa se convirtiera en la primera dentista de la Región. Felisa vino de Burgos, pero pronto se sintió lorquina. Ella comenzó sus estudios de Medicina en Madrid en 1927. En aquellas aulas había 201 hombres, frente a solo 8 mujeres. Felisa era una mujer de izquierdas que luchó por sus ideas desde muy joven en la Federación Universitaria Escolar, una organización inspirada en ideas anarquistas.
La odontóloga arribó a Lorca en 1931 siguiendo a su hermana, que se había casado con el director de un instituto. Rosa Sala Vallejo, en su libro 'Las mujeres en la historia de Lorca', describirá a la dentista como una mujer «de ideas avanzadas, inteligente y culta... de las mujeres que se desenvolvían con naturalidad entre los hombres en una sociedad tan sexista como la lorquina».
Entre sus aficiones figuraban jugar al tenis o frecuentar el Casino. Y enseguida se ganó el respeto de todos. Luego vendría la jardinería, siempre la lectura, los viajes, el bordado y su pasión por el Paso Blanco, de la que era devota. Felisa accedió al Colegio de Médicos de Murcia en 1933, aunque le entregaran el carné en 1934. Ese año, otra lorquina, María de las Huertas Campoy García (1908-1990) se convertía en la segunda mujer en el Colegio. Otra pionera. María de las Huertas era obstetra y ginecóloga en Lorca.
Y en esas llegó la guerra. Felisa se unió a la Agrupación de Mujeres Antifacistas y fue vocal de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), entre otros cargos. Aquello le pasaría factura en la triste dictadura de Franco. Fue condenada a dos años de arresto domiciliario por apoyar al vencido bando republicano.
Aunque, como señaló Juan Ruiz Parra en la revista 'Impresiones', apenas cumplió la condena. Ya era una celebridad. Así, siguió pasando consulta en su casa y salía cuando se le antojaba, afrontando las amonestaciones del Régimen que ella se pasaba, por escribirlo fino, por la mismísima ortodoncia. Peor suerte tuvo su esposo, Ambrosio Mulero, quien terminaría sufriendo cuatro años de prisión. El matrimonio, por cierto, cosechó una gran amistad con Eliodoro Puche.
Fueron años duros, de pocas consultas y mucha hambre, de trueques interminables para acercar algo de comida al hogar. Felisa quizá fue también la primera dentista que interpuso una denuncia por intrusismo profesional contra un tal Montagud, quien recorría la comarca los días de mercado para ofrecer sus servicios.
Jubilada en 1978, fue nombraba Colegiada Honorífica. Poco se me antoja el reconocimiento para tan valiente mujer. Y en 2004 recibió un emotivo homenaje del Colegio de Dentistas de Murcia. Esta lorquina de dinamita falleció en 2006. Contaba 98 años de edad.
Felisa abrió el camino a otras murcianas. Entre ellas, a la primera mujer nombrada catedrática de la Facultad de Odontología de la Universidad de Murcia. Se trata de Pía López Jornet. En el año 2022 fue elegida entre las diez mejores dentistas de España por el 'Ranking of the World Scientists: World's Top 2% Scientists'. Para entendernos, la mapa de los más prestigiosos según la Universidad de Stanford (Estados Unidos).
Pero no sería la única. El catedrático de Historia de la Medicina, José Miguel Sáez, recoge en un artículo el devenir de la mujer en la sanidad a través de todas las épocas. Y no son pocos los nombres que aporta. Como María Ortiz, de la que en 1480 diría su marido, en un escrito dirigido al Concejo, que «sabe muchas físicas e medicinas para curar y sanar muchas enfermedades».
Otras pioneras fueron Antonia Vonastre (1758) y Nicolasa Guerrero (1782), en Cartagena. Ya en el siglo XX, la cartagenera María Dolores Bas Bonald (1905?-1930) fue la primera enfermera con formación específica. O la ciezana Concepción Ruiz Buitrago (1913-2011), que se convirtió en la primera farmacéutica y sería premiada por la Real Academia de Farmacia en 1946.
Otras pioneras farmacéuticas en colegiarse, según el profesor Sáez, fueron en 1921 Antonia Sánchez Peñuela (Cartagena) y Eulalia Gómez Buendía (Abarán). Después, Modesta Navas de San Juan (1924, Cartagena), Matilde García Guanche (1925, Cartagena), Ana Orts Pozo (1925, Águilas), Eloísa Carrasco Segura (Lorca, 1928) y Josefina Uriel Ochoa (Murcia, 1928).
Pionera fue también Ángela Santamaría Giménez, nacida en Águilas en 1903. Era hija del médico municipal. De su tesón dio muestra cuando se preparó en casa los estudios de Bachillerato, al no existir un instituto en Águilas.
Estudió Pediatría en Granada y se licenció en Medicina y Cirugía en Madrid. Veintitrés sobresalientes y cinco matrículas de honor. Ya en 1930, pese a la indignación de sus compañeros, ingresó en el Cuerpo de Inspectores Municipales de Sanidad.
Ángela prestó sus servicios desde 1928 en la compañía del ferrocarril, donde demostró su pericia como cirujana y radióloga. En Águilas permaneció hasta trasladarse cuando se casó en 1946 a la localidad granadina de Caniles, donde seguiría desarrollando su profesión. Fue la primera médico que ejerció la profesión en Granada, como lo había hecho con éxito en Murcia.
No fue nunca fácil ejercer su profesión para ninguna de ellas. Y no hay que remontarse siglos para probarlo. Por ejemplo, habría que esperar hasta el año 2012 para que una mujer, Isabel Montoya Martínez, natural de la pedanía murciana de Puebla de Soto, presidiera por vez primera el Colegio de Médicos de Murcia.
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