El depósito que se derrumbó el día de su prueba
La Murcia que no vemos ·
Apenas lo habían llenado hasta la mitad de agua y se vino abajo, hace un siglo, en el corazón de la ciudadSecciones
Servicios
Destacamos
La Murcia que no vemos ·
Apenas lo habían llenado hasta la mitad de agua y se vino abajo, hace un siglo, en el corazón de la ciudadLo último que acertó a decir el encofrador Hilario Urbano antes de precipitarse al vacío fue: «¡Son ya dos metros veinte centímetros!». Se refería al ... nivel de agua que había alcanzado el flamante depósito público de la ciudad y que, tras acabar su construcción, estaba siendo probado.
En ese instante, la mole de hierro y hormigón que componía el castillete comenzó a oscilar. E Hilario, a sus 41 años, se anduvo listo. Consciente de que la obra se derrumbaba, acertó a tirarse dentro del depósito. Aquello le salvó la vida.
Ocurrió el 12 de abril de 1923, a las cuatro y media de la tarde. Los parroquianos apenas esperaban novedad alguna en aquel día de apacible primavera. Algunos iban y venían del Barrio, deteniéndose un instante sobre el Puente Viejo a ver pasar el agua. Otros observaban curiosos la nueva estructura erigida junto al Mercado de Verónicas, en este lado del río. Entonces sucedió.
El castillete comenzó a inclinarse poco a poco hacia el cercano cauce, viniendo enseguida a tierra. Al parecer, como publicó la prensa, dos de las columnas que sostenían el gran vaso se partieron por el peso.
El depósito cayó perpendicularmente, lo que evitó una tragedia mayor. Al pie de la estructura existían dos edificios, uno en construcción lleno de obreros. Un párroco que contemplaba la obra desde el Almudí apenas logró exclamar: «¡El depósito se hunde! ¡Pobre hombre!». Y vaya si se hundió.
El alcalde Maza, quien estaba casualmente en el balcón de La Glorieta, también fue testigo directo del derrumbe. «Volviendo la cara para no verlo, se llevó las manos a la cabeza», publicó el diario 'El Liberal'. El estruendo fue terrible. Muchos vecinos del Plano de San Francisco salieron a sus balcones pidiendo auxilio. Creían que era un terremoto. En su caída, el depósito arrancó también postes y cables eléctricos. Y casi sepulta a otro obrero, Antonio Olivares, de 24 años y natural de El Palmar.
Olivares, al constatar que la obra le caía encima, salió corriendo despavorido en dirección al río, adonde se arrojó por un muro de cuatro metros de altura. El golpe de los pies contra el suelo le produjo una leve contusión.
Hilario, en cambio, sufrió la rotura de una costilla y alguna luxación. Nada de importancia. A la prensa declararía que el suceso se produjo cuando el depósito estaba a la mitad justa de su capacidad. Entonces comenzó a moverse. «¡Ojalá no me hubiera subido!», advertía a LA VERDAD malherido y encamado en el hospital. Al parecer, presentía lo que iba a ocurrir.
Algunos diarios de la capital se lanzaron como fieras contra el Ayuntamiento. Curiosamente, desde hacía meses incluían páginas de publicidad que alababan el supuesto acierto del empresario Bartolomé Bernal, contratista de las obras de abastecimiento de aguas de la ciudad, al encargar la construcción del depósito a la sociedad bilbaína Cementos Portland.
La empresa, desde luego, parecía de fiar. O eso vendía en su anuncio, que incluyó una fotografía del depósito. Portland había construido con éxito dos teatros y un cine en Madrid, un enorme puente sobre el Ebro y diversos almacenes y fábricas por toda España.
El derrumbamiento «desató la ira de las gentes» contra el Consistorio, «oyéndose por todas partes las más grandes condenaciones y los más duros apóstrofes para la Corporación municipal», señaló 'El Liberal'. LA VERDAD arremetió contra el alcalde por «la imprevisión e impericia que ha producido esta verdadera catástrofe».
La obra contratada a Bartolomé Bernal ascendía a la cantidad de 349.133 pesetas, que debían satisfacerse en varios plazos. Así se hizo hasta que el alcalde Maza ordenó no pagar más. La razón: un pequeño corrimiento de tierras. El terreno parecía inestable. Aunque no le dieron importancia. Esta fue una de las razones del derrumbe: un suelo inadecuado, del que dudaron los ingenieros de la empresa, a quienes convencieron los técnicos municipales. La segunda causa fue la mala calidad del hormigón.
LA VERDAD denunciaría que en los restos del armazón de cemento, que pesaba mil quilos, «se descubre más tierra menuda que cemento, como si la construcción se hubiese hecho de barro». Construcción que debía sostener 200 toneladas de agua.
El juez de instrucción del distrito de San Juan, Lucio Checa, ordenó ese mismo día la detención del ingeniero que dirigía las obras, el francés Mr. Bergerot, y de su maestro de obras. Tras tomarles declaración fueron puestos en libertad.
El ingeniero admitió que el anterior mes de octubre ya se había movido un tanto el depósito «tras los quince días de lluvias torrenciales que sufrimos». El alcalde, por su parte, se apresuró a aclarar que la obra no había sido recepcionada, de manera que el Ayuntamiento no tenía culpa alguna. Y a correr.
Ese mismo año comenzó la construcción de otro depósito, en esta ocasión al otro lado del río, en el solar del antiguo Matadero y junto a la Virgen de los Peligros, según destacó en su día el investigador y pintor Esteban Linares. Eso sí, la estructura la forjaron a conciencia, para mayor tristeza de varias generaciones. Porque permanecería en pie hasta el año 1972, afeando incontables fotografías y postales de nuestra bella ciudad.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Especiales
Así se desbocó el urbanismo en La Manga
Fernando López Hernández
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.