
El belmonte murciano que encandiló a toda España
La Murcia que no vemos ·
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La Murcia que no vemos ·
Un avispado industrial y los cafés del arenal crearon hace un siglo la bebida de café, leche condensada y coñacEl sabroso belmonte nació en Murcia. Sobre eso no existe duda alguna. Ni sobre su fama nacional. Esa combinación perfecta de coñac, leche condensada y ... café nació hace un siglo en esta hermosa tierra y, casi desde entonces, la vienen disfrutando todos los españoles. Sobre la auténtica cuna del Belmonte y su creador, hay dos versiones distintas, si bien una de ellas tiene más visos de realidad. Aunque ambas coinciden que el invento gastronómico surgió en los antiguos cafés de la capital.
La primera versión nos traslada hasta la pedanía de Nonduermas, donde en 1920 Joaquín Belmonte Valdevira fundó una fábrica de aguardientes y licores. La materia prima era excepcional: hierbas y frutas de la espléndida huerta. Joaquín vendía sus productos (entre ellos el Brandy Belmonte) en la ciudad, hasta donde los acercaba en un carro, según algunos autores, una vez por semana.
Los mostradores donde por vez primera se preparó y despachó la bebida fueron los cafés del Arenal, en la actual Glorieta. De aquellos locales no queda ni el recuerdo. Aunque en su siglo fueron los más concurridos de la urbe, entre ellos los llamados del Arenal, Moderno y del Sol. El cuarto local, el Café del Siglo, estaba un poco más allá, en la Trapería.
Fue cuestión de tiempo que los parroquianos, en lugar de pedir «un café con leche condensada y coñac» pidieran, por abreviar, «un café Belmonte», pues así se denominaba la marca de blandí. Al final, hasta lo de café se suprimió. «¡Ponme un belmonte!», pedían. Había nacido un nuevo tipo de bebida.
Los anuncios de la histórica destilería en la prensa nos aportan datos sobre los productos que elaboraba. Uno de aquellos reclamos, publicado en LA VERDAD en 1944, destacaba el «anís Belmonte y el coñac Valdevira», además de «otras cremas y licores». Quince años después, en 1955 y en el diario Línea, se citaban las Destilerías Belmonte, casa fundada en 1920. No olvidaba el anuncio una de sus «especialidades»: el Anís Belmontito.
Joaquín Belmonte Frutos, un joven miembro de la familia, fue la imagen de la marca desde los años cuarenta del siglo XIX. En la fotografía sale vestido de torero, pues costumbre era tomarle a los niños. Por aquellos tiempos, la firma también se dedicaba a la exportación de frutas y hortalizas.
La triste desaparición de los locales del Arenal favoreció la expansión del belmonte. Superada la Guerra Civil, a los murcianos les atraía más el cine sonoro, frente a las películas mudas que se proyectaban en los cafés, en muchos casos a la puerta de los mismos, lo que congregaba a no pocos gorrones cinéfilos. Antes, en 1932, se inauguró el Murcia Park y la primera piscina pública de la ciudad, lo que también cautivó a no poca clientela joven. El fin se acercaba.
Primero, el dueño del Moderno compró el Arenal. Luego cerró el Sol y tantos otros le sucedieron. Los preciados bajos comerciales, por su ubicación, se convirtieron en presas de los bancos. En muchos se abrió alguna sucursal. Y, en algún caso, aún hoy se mantiene.
El golpe definitivo sucedió en 1955 cuando el Ayuntamiento, en uno de esos ataques demenciales de urbanismo moderno, decidió derribar «la manzana de los cafés», como publicó el diario Línea. El histórico Club Taurino de Murcia, que allí tenía su sede, tuvo que salir 'cortando', que escribiría un castizo huertano. Total: en 1957 ya no había edificios sino calle, hoy ocupada en parte por la parada de taxis y la salida del subterráneo de la Glorieta, para que se ubiquen. La desaparición de los cafés extendió por otros bares, si es que ya no se habían extendido, la popular receta del belmonte.
La historia de la destilería hunde sus raíces, en gran medida, en la propia de la ciudad. Aún hoy recuerdan los más ancianos la crema de nombre 'Beso de novia', tan consumida tras la Guerra Civil y ahora recuperada por la firma. O aquella cuyo nombre no podía tener más arte: 'Crema de Cualquier cosa'.
El fundador del negocio lo cedió a su hijo Joaquín Belmonte Pellicer (1891-1983), quien a su vez hizo lo propio con su vástago menor, Alfonso Belmonte Frutos (1935). El mayor era Joaquín, el niño cuya fotografía lucía en las etiquetas y que falleció joven. En la actualidad, la cuarta generación está al frente de la empresa: Carlos y Alfonso, que la gestiona.
Es de justicia anotar que, en el año 2021, coincidiendo con el aniversario de la firma, Alfonso donó una espléndida colección de etiquetas al Archivo Regional, lo que permitirá que se conserven para el futuro, algo poco habitual en estas latitudes cuando de patrimonio inmueble hablamos.
Una variante de la historia la aportó en su día el cronista Carlos Valcárcel, quien aseguraba que el nuevo café fue inventado en el Bar Americano, cuyo propietario se llamaba Pedro Belmonte. Este local, cuyo nombre real era American Bar, abrió sus puertas en 1934 en la calle Marín Baldo, cabe la Trapería y la placeta Fontes.
En 1971 y en el semanario Hoja del Lunes, el cronista daba cuenta del cierre del establecimiento y le dedicaba un gorigori en forma de artículo titulado 'Un café para la historia'. Además, recordaba los belmontes, «una mezcla paradisiaca inventada por el [propietario] antecesor de Guardiola, que le dio nombre». Lo curioso es que también se apellidara Belmonte. Seguramente para confundir a futuros cronistas. De ser cierta esta tesis de Valcárcel, no poco rabiarían los dueños de otros bares cuando sus clientes les pidieran una especialidad de la competencia y, encima, con el nombre de la competencia.
Lo primera versión de la historia cuadra más. Porque cuando abrió el American Bar ya llevaba Joaquín Belmonte casi 15 años repartiendo su coñac. En cualquier caso, tan sabrosa mezcla nació para quedarse y convertirse, como cualquiera puede comprobar, en una de las variedades de café más populares entre los parroquianos.
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