![Aquellos inventos murcianos que sorprendieron al mundo](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2025/02/08/dfsdfsddf-kleF--1200x840@La%20Verdad.jpg)
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Murcia ha sido cuna de sorprendentes inventos que han marcado hitos en la historia de la ciencia. Desde el autogiro de Juan de la Cierva, precursor del helicóptero, hasta el submarino de Isaac Peral, que revolucionó la navegación submarina, los murcianos han demostrado una excepcional ... capacidad innovadora. Sin embargo, más allá de estos inventos emblemáticos, existen creaciones menos conocidas, pero igualmente fascinantes que reflejan el ingenio de sus inventores. Estas son algunas de ellas.
El 'Toxpiro', que Azorín describió en sus obras, era el arma definitiva para vengar el desastre de Cuba de 1898. 'Toxpiro', que en griego venía a ser «fuego envenenado». Su inventor fue el alhameño Manuel Daza, cuyo proyecto inundaría las páginas de los diarios. Era un torpedo formidable. Varias eran las novedades de aquél «automóvil aéreo». Volaba 40 kilómetros a una velocidad de 400 metros por segundo. El impacto equivalía, según 'El Heraldo', a la «caída de 20 vagones cargados con sus 10.000 kilos». Con las sustancias venenosas que esparcía.
Cierto día, vaya usted a saber cómo amaneció el hombre, Tomás Juan Serrano, catedrático de Agricultura de la Sociedad Económica de Amigos del País, ideó la fórmula del 'Tomatón'. El invento consistía en aplicar al tomate los procedimientos utilizados para obtener pimentón.
Los tomates se secaban, tostaban, se reducían a harina y se embotellaban. Un año después, se comprobó que el producto conservaba el color y sabor originales, lo que lo convertía en una solución práctica para preservar este alimento.
El 'Tomatón' no solo fue un avance en la conservación de alimentos, sino también un ejemplo de cómo la innovación puede surgir de la adaptación de técnicas ya existentes.
En el mundo de las mascotas, un invento peculiar fue el llamado «pañal para perros». Este ingenio, diseñado para recoger las heces caninas, se colocaba en el culo del animal, aunque no sin cierta dificultad. Su utilidad fue tal que pronto se extendió a los burros turísticos de Mijas (Málaga), donde sus cuidadores lo adoptaron como una solución práctica para mantener la limpieza en las zonas frecuentadas por turistas. Y se atribuyeron la idea, ojo.
Aunque el pañal para perros pueda parecer una idea extravagante, refleja la capacidad de su inventor para identificar problemas cotidianos y proponer soluciones creativas. Además, su adaptación a los burros de Mijas evidencia cómo una invención puede encontrar aplicaciones inesperadas.
Fue el precursor de las alarmas modernas. Y lo ideó y patentó en 1968 Juan García Chacón. Este dispositivo se instalaba en el parachoques del coche y, en caso de colisión, desconectaba todos los circuitos eléctricos del vehículo, excepto el claxon, que sonaba de forma ininterrumpida para alertar a otros conductores y transeúntes.
El «avisador de accidentes» fue un precursor de las alarmas modernas que hoy incorporan todos los vehículos. Aunque su diseño era rudimentario, sentó las bases para sistemas más avanzados de seguridad y asistencia en carretera.
Ángel Moya fue el inventor del 'Panapunto', un ingenio diseñado para mantener el pan fresco durante siete u ocho días. El prototipo, confeccionado con latas de conserva, consistía en un horno con dos cámaras: una grande para conservar el pan de forma permanente; y otra pequeña para calentar la cantidad que se deseaba consumir.
Esta invención resolvía un problema común en una época en que el pan era un alimento básico en la dieta diaria. Aunque el 'Panapunto' no se popularizó masivamente, su concepto anticipó las soluciones modernas para la conservación de alimentos, como los envases herméticos y los hornos de convección.
No era la única invención de Moya. Entre sus logros se encontraba un dispositivo para calcular el tiempo que hacía desde que la gallina había puesto un huevo (échenle hilo a la cometa), otro que facilitaba la salida de leche condensada de su recipiente o un sistema de cierre para las persianas de los comercios. Un tiempo antes, los murcianos también podían comprar cerveza «sin adulteración», como si existiera otra adulterada.
Andrés Orive y José Fausto González patentaron un mecanismo que medía el grado de alcoholemia del conductor a través de su aliento. Cuando se subía al vehículo e introducía la llave, debía soplar o hablar a un aparato para que el coche se pusiera en marcha. Si el grado de alcoholemia superaba los límites legales, el vehículo no arrancaba.
Este invento, aunque no se implementó de manera generalizada, anticipó los sistemas modernos de control de alcoholemia que hoy se utilizan en algunos vehículos y en los controles de tráfico.
En enero de 1981, los murcianos conocieron el denominado 'torno antibalas', un dispositivo de seguridad diseñado para farmacias. Inspirado en los tornos de los conventos, permitía atender al público sin abrir la puerta, gracias a un cristal antibalas colocado en medio del círculo giratorio. El torno hacía inviable cualquier intento de atraco, proporcionando una solución innovadora para garantizar la seguridad en establecimientos vulnerables. Otro invento murciano fue el cajero automático. El primero del mundo se inventó en Cieza en 1913, por Luis Anaya y Bernard Brunton. ¿Qué les parece?
Ni hubo patente ni nadie, al menos hasta hoy, puede dar cuenta de los planos para crearlos. Pero cuentan las crónicas que una murciana inventó ciertos anteojos que permitían ver a la gente en cueros.
Aquel supuesto artefacto y sus curiosas propiedades pasaron de ser un mero chascarrillo entre porteras para atraer la atención del Tribunal de la Inquisición. Tanto, que a su creadora, la beata Patricia, llegaron a quemarla en la hoguera en septiembre de 1736. Por nadie pase.
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