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Aunque la conclusión parezca lógica, es esencial basarse en los datos. Siguiendo este fundamento científico, los investigadores de la Universidad de Murcia (UMU) Antonia Baeza ... y Francisco Esquembre han realizado una campaña de medición de la calidad del aire en Murcia. Y han determinado que los gases emitidos por los vehículos (coches, camiones, motos y furgonetas) multiplican su efecto contaminante en el aire que respiramos si circulan por calles estrechas y profundas de edificios altos. Los expertos las llaman 'calles cañón'.
«En estas calles no suele fluir el aire, por lo que los gases se quedan atrapados, no escapan fácilmente», comenta Esquembre, quien, junto con Baeza, forma parte del Observatorio de expertos de la movilidad del Ayuntamiento de Murcia. Esquembre es del departamento de Matemáticas de la UMU y ayudó con la modelización del estudio; Baeza pertenece al departamento de Ingeniería Química. El estudio sobre 'Estimación de la exposición a contaminantes en zonas de bajas emisiones (ZBE)' está financiado por la Fundación Séneca de la Región de Murcia.
En los trabajos de medición de la calidad del aire, el equipo de la UMU utilizó dispositivos portátiles (los Flow 2.0, Air Pollution Sensor), con sensores previamente calibrados. Con ellos, se hicieron medidas experimentales de las concentraciones de las partículas PM10 y PM2.5, del NO2 (dióxido de nitrógeno) y de los denominados VOC (Compuestos Orgánicos Volátiles) que se convierten en gases o vapores y que contienen carbono principalmente. También pueden hallarse hidrógeno, oxígeno, flúor, cloro, bromo y azufre.
Las mediciones estaban vinculadas a un teléfono móvil y la monitorización en tiempo real con frecuencia de un minuto. Los sensores se calibraron en una doble cámara de vidrio propiedad de la Universidad de Murcia.
«Hay que partir del hecho de que es muy importante establecer ZBE, pero no para que la ciudad esté bonita, sino para medir la exposición a contaminantes provocados por el tráfico que cada uno de nosotros tiene al respirar», subrayó el investigador, añadiendo que, además de la cantidad de coches que circulan, también se tienen que tener en cuenta factores climatológicos que afectan a la contaminación, como son el viento predominante y el sol, así como la geometría de la calle y su orientación.
«Es decir, que no es tanto tener en cuenta la cantidad de vehículos sino cómo nos pueden afectar en función de la tipología de la calle», insistió Esquembre. El matemático hace unos días, tras la primera reunión del Observatorio de Movilidad, utilizó este argumento para indicar que la circulación por el Puente Viejo no provoca tanta contaminación como un semáforo que mantenga parado el tráfico con colas.
En el caso de la calle Floridablanca, por ejemplo, tomando las mediciones desde la estación de servicio de El Rollo hasta la iglesia del Carmen, la contaminación se concentra en la parte de la derecha, en el sentido de circulación hacia el Jardín. «Esto coincide con la ubicación de los semáforos, especialmente el de en medio, por lo que se podría evitar con la 'onda verde'», dijo en referencia a la sincronización semafórica, que ya existe en la Gran Vía, para que permitan el paso a la vez en toda una calle.
Esto descongestionaría el tráfico, a la vez que reduciría el ruido de los coches en espera, subrayó Esquembre, quien apuntó que «el resultado final sería que respiraríamos mejor, que es lo que demanda la Unión Europea».
También estudiaron otras céntricas vías de la ciudad, como la conocida calle Correos, en el tramo de Isidoro de la Cierva desde la plaza Cetina hasta el final. Otra 'calle cañón' de concentración de los gases contaminantes.
Con los datos recogidos e introduciendo las variantes de cada calle estudiada, entra en juego la modelización, un sistema «cada vez más sofisticado», que es capaz de mostrar la exposición anual de los ciudadanos a la contaminación; si está por encima o por debajo de los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS); y hacer previsiones de lo que ocurriría, por ejemplo, de reducir el tráfico y en qué horarios; o dejar una calle bidireccional con un solo sentido de circulación.
Por tanto, «permite evaluar las posibles actuaciones del Ayuntamiento para mejorar las emisiones en las zonas que son conflictivas y ajustarlas, que no sean agresivas; y con una base científica, avaladas por los datos», subrayó el investigador.
En el caso del barrio del Carmen, Francisco Esquembre comentó que el Ayuntamiento tendría que instalar más sensores de medida del tráfico, puesto que no hay ninguno en algunas calles como Ricardo Gil o Cartagena, o en las que discurren perpendiculares desde el barrio del Infante Juan Manuel, que debido a las obras de movilidad soportan un mayor nivel de circulación.
«Esto permitirá hacer una modelización más completa y real por calle y ver dónde hay problemas de tráfico y dónde de contaminación para actuar en beneficio de la salud de los ciudadanos», concluyó este especialista.
En la toma de muestras de la calidad del aire realizada en el barrio del Carmen antes de que dieran comienzo las obras de movilidad, la Universidad de Murcia utilizó una doble cámara de vidrio. El interior de la más pequeña acoge el sistema de calibración de gases. Esta instalación se denomina cámara primaria de referencia de generación de atmósferas controladas. De estas, solo hay cinco en Europa y en España únicamente la que está en el laboratorio del departamento de Ingeniería Química de la UMU, explica la doctora Antonia Baeza, quien destaca que con este aparato Murcia se ha convertido en un lugar de referencia para este tipo de investigaciones. «La cámara reproduce con una gran precisión distintas concentraciones de múltiples contaminantes para comprobar que los equipos de medida comerciales cumplen con los requisitos de la Unión Europea», añade la investigadora.
Se denomina primaria porque no depende de certificaciones externas y, por lo tanto, «elimina errores de incertidumbre por agentes externos, asegurando la calidad de la medida» tomada, apunta a LA VERDAD la doctora. Eso es lo que la diferencia de otras cámaras más usuales, de las que sí hay más en España, concluye Antonia Baeza.
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