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En la Región, solo dos trilladoras (una maquinaria que en el siglo XX ayudó a modernizar el campo) gozan de protección por su relevancia cultural. Una se conserva en el Museo Etnológico de Alcantarilla, la otra permanece a la intemperie, cubierta por plásticos y una lona, en una parcela de la pedanía murciana de Los Dolores. De momento, así seguirá.
Joaquín Belmonte Sánchez, el propietario, no ha conseguido el permiso de los técnicos municipales para levantar un cobertizo donde guardar el artilugio, con el argumento de que lo impide la actual normativa urbanística. El dueño de la máquina, datada hacia 1925, no entiende los motivos de la negativa para lo que considera «una obra menor» y teme que las inclemencias meteorológicas acaben por dañar este bien catalogado, con cuerpo de madera y cinchos metálicos. En su reivindicación cuenta con el apoyo de la asociación Bicihuerta, que dirige Raúl Jiménez y que se ofrece para mediar en este conflicto.
La trilladora-aventadora, marca Ajuria y de 3.000 kilos de peso, es una herencia del abuelo de Joaquín. Estuvo guardada en un almacén hasta que hace una década la familia vendió la nave. Fue entonces cuando el propietario la trasladó hasta una parcela al lado de su casa, en el carril de los Joaquinillos. En 2019, por iniciativa del anterior pedáneo de Los Dolores, la máquina, que suele desfilar en el Bando de la Huerta como una de sus principales atracciones, obtuvo por parte de la Consejería la declaración de bien catalogado por su relevancia cultural, como un referente del patrimonio industrial.
Dicha protección obliga al titular a custodiar y conservar el bien, «asegurando su integridad y evitando su destrucción o deterioro». Así que Belmonte comenzó «a mover papeles». Encargó un proyecto y pidió permiso al Ayuntamiento para levantar un techado en el que poner a resguardo la trilladora. La respuesta que recibió no era la que esperaba. Los técnicos rechazaron otorgar la licencia porque la parcela, «por su superficie y ubicación, no reúne las características para ser considerada edificable».
El afectado discrepa. Alega que el solar albergó en su día «unas cuadras y una cocina», que ya fueron demolidas, y que su solicitud se limita «a colocar cuatro pilares y una chapa, a modo de pérgola, para guardar la máquina».
Joaquín Belmonte advierte de que la centenaria trilladora-aventadora puede sufrir algún daño en la situación en la que se encuentra. «El plástico que la cubre se deteriora con el paso del tiempo; la lluvia se puede colar por alguna fisura de la lona y, en verano, el calor reseca mucho la madera», avisa. Varias veces al año tiene que aplicar una capa a base de un insecticida contra la carcoma y de aceite de linaza con el fin de proteger la estructura de «esta joya de la huerta».
A preguntas de LA VERDAD, desde el Consistorio insisten en que «no se le puede dar licencia porque es un terreno que no tiene la calificación» y añade que se le ha pedido al propietario que «ofrezca alguna otra alternativa para que los técnicos puedan estudiarla». Belmonte dice que no dispone de otro terreno y que le dolería tener que desprenderse de la máquina mediante, por ejemplo, la cesión o donación a algún museo: «Es una herencia familiar que nos trae muchos recuerdos».
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