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La vocación por la danza de los más de 600 alumnos del Conservatorio de Murcia es a prueba de mareos, angustias y continuas interrupciones de sus clases. Obligados a recibir las sesiones de danza clásica, contemporánea, española y flamenco con la mascarilla puesta y ... las ventanas cerradas a cal y canto, los chicos y sus 80 docentes llevan semanas soportando unas condiciones educativas «insostenibles», y que les han obligado por fuerza a incumplir el protocolo sanitario para los centros de enseñanza, que deben mantener las ventanas abiertas.
La situación de tensión generada por las quejas de una vecina no es nueva, pero se ha agravado en las últimas semanas después de que la mujer interpusiera una denuncia por ruidos, que ha obligado al centro a modificar los protocolos de seguridad sanitaria que mantenía desde principio de curso. El Ayuntamiento de Murcia notificó el pasado 14 de enero que el aula ubicada frente al domicilio de la denunciante, uno de los espacios de ensayo más grandes de los que dispone el centro, no podrá albergar más prácticas artísticas, y todas las ventanas del centro que dan al exterior deberán estar cerradas para «evitar la contaminación del medio ambiente en dicha zona».
La actividad que se desarrollaba en el Conservatorio, con las ventanas abiertas, cuando la mujer interpuso la denuncia, incumplía los límites de emisión de ruidos por 10 decibelios, ya que el tope está fijado en 55 en zona residencial. La infracción lleva aparejada una multa de 600 euros que el Conservatorio debe abonar.
Las clases se imparten desde entonces con las ventanas cerradas. Los alumnos y docentes, que tienen que llevar la mascarilla puesta, mantienen las sesiones de baile hasta que los niveles de dióxido de carbono se disparan, lo que ocurre cada media hora o cada diez minutos, dependiendo de las condiciones del aula donde se encuentren. Cuando eso ocurre, tienen que parar la clase para que puedan abrirse las ventanas y la sala se ventile. «Es un problema. Se pierde la dinámica, la concentración, se enfrían los músculos y articulaciones... Es muy complicado», se queja la directora del centro, Teresa Souan.
Los problemas por los ruidos y las condiciones del edificio donde se ubica el Conservatorio, en el antiguo Seminario Mayor de San Fulgencio, vienen de lejos. Después de años esperando un cambio de ubicación y soportando clases con las ventanas cerradas y problemas de ventilación y calor, la Consejería de Educación realizó una reforma en el centro para mejorar las condiciones de climatización, con un sistema de renovación de aire que les permitía seguir con las clases en condiciones más o menos aceptables. Así, el curso comenzó (después de las obras) con normalidad, y siguiendo el protocolo de ventilación de la Consejería de Educación, que señala que las ventanas en los centros educativos deben estar abiertas el mayor tiempo posible. En concreto, el plan de contingencia del centro establece que la ventilación debe ser periódica en las instalaciones, de forma diaria y frecuente. «Más o menos nos hemos ido arreglando, abriendo cuando no había música, en el intercambio de las clases...». Sin embargo, tras la denuncia y la instalación de medidores de CO2, las clases tienen que ser interrumpidas continuamente, «cada vez que se superan los niveles permitidos, lo que ocurre en varias ocasiones en cada clase. No podemos ignorar la pandemia, ni seguir como si nada en esas condiciones porque supone un riesgo muy elevado para alumnos y profesores», denuncia Souan.
Los padres de los alumnos también están desesperados con la situación. «Los chicos terminan agotados porque supone un sobresfuerzo pasar toda la jornada en el instituto y el Conservatorio con la mascarilla puesta, para que además tengan que estar con las ventanas cerradas continuamente e interrumpiendo las clases. Se lo están poniendo muy complicado», denuncia Belén Moreno, presidenta de la asociación de padres.
El Conservatorio de Danza se ubica en plena plaza de la Cruz, en el antiguo Seminario San Fulgencio, del siglo XVIII, que aunque fue remodelado, nunca ha terminado de dar respuesta a las necesidades de climatización e insonorización que precisa una instalación donde a diario se practica con música, taconeo, castañuelas...
El equipo directivo lleva años esperando la construcción del nuevo edificio, una eterna promesa de la Consejería y del Ayuntamiento que no termina de materializarse. Aunque en varias ocasiones se han asignado solares para las instalaciones, ninguno de esos proyectos ha salido adelante. Educación se limitó ayer a decir que «está en tramitación la cesión de un solar por parte del Consistorio», una respuesta que, por repetida, suena difusa. Por su parte, el Ayuntamiento de Murcia defendió que «conforme a la ordenanza, todas las aulas con ventana exterior deberán ejercer la actividad docente con ventanas cerradas a fin de evitar la contaminación del medio ambiente sonoro en la zona».
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