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Virginia Melgar cumple hoy 21 años y representa a la quinta generación de una familia de feriantes. Un oficio que define como «un estilo ... de vida». Cuenta que su tatarabuelo materno, Enrique Barba, era carpintero y perdió una pierna en la Guerra Civil. Fue entonces cuando decidió enfrentarse a la adversidad construyendo juguetes de madera que después vendía su mujer en mercados de toda la Región. Con los años, se convirtió en mayorista y vio en la feria una oportunidad de negocio. «Tenía un carrusel de caballitos que hemos restaurado y ahora instalamos en espacios comerciales», explica sobre los orígenes de la empresa familiar de la que tomará el relevo.
«Me he criado en una taquilla de la feria», destaca mientras atiende a su pequeña Irina, de nueve meses, que también se toma los biberones rodeada de atracciones. «Le gustan mucho la música, las luces y el jaleo. Lo lleva en la sangre, como yo», dice Virginia, que se siente afortunada por trabajar «casi siempre» acompañada de su hija.
Aunque ha vivido muchas ferias, Virginia tiene la ilusión de las primeras veces con la vuelta de las atracciones a La Fica sin restricciones por la pandemia después de tres años. «Cuando eres más joven es más difícil disfrutarlo, porque mientras tus amigos están de fiesta tú estás trabajando, pero te acabas acostumbrando porque aquí somos una gran familia y hay muy buen ambiente», asegura.
Este año, la joven feriante montará con su familia una pista de barcas de agua y un hinchable ambientado en la temática de Mario Bros que se estrenará en la Feria de Murcia, en la que habrá un total de 59 atracciones mecánicas –la mitad de ellas infantiles– y 67 casetas de ocio a partir del próximo jueves, cuando arranquen las esperadas fiestas de septiembre en la ciudad, en las que el gremio tiene muchas expectativas puestas después de una época complicada en la que no han podido trabajar como les gustaría.
«Estuvimos 18 meses parados y volvimos a montar el verano pasado en la playa. Ha sido muy duro, nos hemos quedado sin ahorros», recuerda Miguel García, la cuarta generación de una familia de feriantes con más de 60 años de historia. Como Virginia con la de Los Barba, él continúa con la tradición de Los García. Ambos representan a dos de las 150 familias que se dedican a la feria en la Región. En el caso de los García, montarán una atracción que es «un clásico que no pasa de moda»: los coches de choque.
«Nuestra historia empezó con mi bisabuelo, que arreglaba paraguas en la Feria de Murcia cuando se celebraba en la plaza Circular. Con el tiempo montó un tiovivo y después una pista de coches que estrenó a finales de los años 40. Nosotros hemos seguido con la temática del motor», detalla Miguel García, que este domingo se despedirá de Lo Pagán, donde lleva todo el verano ofreciendo diversión, para trasladarse a Murcia. «El martes ya estaremos instalándonos en La Fica». Para ello, movilizará seis tráilers cargados de coches, iluminación, base, taquilla-caravana y techo, incluyendo los dos camiones que hacen las veces de taller y de caravana para los tres empleados que tiene. «Los montajes y desmontajes se hacen en tiempo récord», apunta mientras espera a que le asignen su puesto para las fiestas de Carthagineses y Romanos. «La vida del feriante es muy sacrificada. Ahora mismo estamos en Cartagena a pleno sol para coger el sitio».
Miguel se muestra esperanzado en la vuelta de la diversión a la ciudad. «Esperamos que la gente se vuelque. La de Murcia es la más importante para nosotros. Viene gente de toda la Región porque las atracciones son más grandes y vistosas. Muchos de los aparatos pasan por todas las capitales de España, como la noria y la montaña rusa, que son de compañeros de Sevilla».
Al igual que Virginia, Miguel se ha criado entre atracciones. Así conoció a su mujer, Ana Delgado, una madrileña que veraneaba en San Pedro del Pinatar con la que tiene dos hijos, Jovi y Michelle, que no tienen previsto continuar con la tradición familiar, aunque también se han criado en la feria. «Quieren buscar otros caminos profesionales y su madre y yo lo único que deseamos es que sean felices», afirma. Precisamente Ana es una de las encargadas de darle el biberón a Irina. «Me tiene enamorada», confiesa. «Aquí todos somos familia».
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