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La iglesia de la pedanía murciana de Beniaján (11.300 habitantes) no fue destruida por completo durante la guerra civil, como se pensaba hasta ... ahora. En pie se mantuvieron partes del muro de cerramiento de la cabecera y una estructura de ocho metros de altura, con tres cuerpos y planta cuadrada, que pasaron a formar parte del templo reedificado en la década de los 40. Lo que ocurrió es que estaban ocultas en una vivienda anexa, y reaparecieron cuando, hace un año, esa construcción residencial se demolió. Las dudas planteadas entonces con el hallazgo han quedado resueltas por una investigación desarrollada por Gabriel Nicolás Vera, arquitecto y cronista de Beniaján, y Rubén Fernández Tristante, arqueólogo y antropólogo físico. Cotejando las referencias históricas que se conservan en el archivo parroquial y los datos del estudio parietal del seguimiento arqueológico, concluyeron que las estructuras descubiertas pertenecen al templo original, de los siglos XVII y XVIII, y, en concreto, el volumen con forma de torre es de época barroca, y «acogió tanto el camarín antiguo como el actual».
Tras confirmarse los detalles del hallazgo, los elementos constructivos documentados han pasado a estar catalogados y disfrutan ya de la misma protección (grado 2) que el resto del edificio religioso, confirma Fernández Tristante. Para asegurar su conservación, han recibido una intervención financiada por el Obispado. Estos vestigios vienen a avalar que la parroquia de Beniaján es una de las más antiguas de la Diócesis de Cartagena y que en su día atendió a los feligreses de una amplia zona de la vega. Según la documentación histórica, la construcción se inició a finales del siglo XVI (en 1599 se llevó a cabo el traslado del Santísimo Sacramento, aunque el primer bautismo no se anotó hasta 1625) y fue concluida por completo en el XVIII. Tras quedar casi arrasada en 1936, la nueva iglesia quedó inaugurada en 1945.
Para la datación, el arqueólogo ha tenido en cuenta los materiales de la obra. Así, en el cierre oriental del altar mayor, el muro presenta zócalo de piedra y sillares de esquina, ademas de ladrillos macizos unidos con «una argamasa blanquecina», un sistema empleado en los siglos XVII-XVIII, mientras que el uso de «ladrillos y argamasa grisácea, como aparece en la torre exterior, eran más propios del XVIII en adelante». Ese torreón anexo, que permite el acceso al camarín a través de una escalera, ha tenido un uso prolongado en el tiempo, «como denotan las diferentes puertas y ventanas tapiadas y reconstruidas».
«Datar el camarín de Beniaján como una obra de la primera mitad del siglo XVIII encaja perfectamente con el momento histórico en el que surgen la mayoría de los que encontraremos a partir de aquel momento tanto en iglesias como en santuarios y ermitas de toda la geografía nacional», remarca el estudio de Nicolás Vera y Fernández Tristante publicado con motivo de las últimas jornadas de patrimonio cultural de la Región. Es en estos espacios donde queda entronizada la imagen sagrada que preside el templo. En el caso de la parroquia de Beniaján, el camarín antiguo tuvo ventanales para aportar luz natural, aunque después fueron cegados.
La investigación también apunta una hipótesis acerca del espacio inferior de la torre, que había quedado integrado en la vivienda anexa y acondicionado por sus propietarios como cuarto de aseo. Se trata de una pequeña estancia cubierta con bóveda vaída, y el arqueólogo cree que pudo utilizarse como pequeño pósito «o para algún otro servicio relacionado con el almacén de los diezmos».
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