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Galileo Galilei apostaba por medir todo aquello que se pudiera medir y, lo que no, por hacerlo medible. ¿Se puede plasmar en números la idiosincrasia de un barrio y sus características socioeconómicas? Puede no ser sencillo, pero los datos de distribución de renta por hogares hechos públicos recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE) ayudan a hacerse una idea de cómo es la vida en la zona y la clase social de sus residentes. Aunque toda generalización siempre admite sus matices. Es una obviedad que el dinero traza fronteras de diversos tipos y que no todo hijo de vecino puede permitirse vivir donde desea.
La estadística del INE más reciente, relativa a 2018, toma como base la sección censal, una unidad territorial con una población de entre 1.000 y 2.500 habitantes. Dentro de un municipio como Murcia, la sección puede incluir desde varias manzanas a una pedanía completa. Pues bien, la zona con mayor renta de sus residentes en Murcia es la que abarca el área entre el inicio de la calle Santa Teresa y la calle Segado, o lo que es lo mismo, el corazón del barrio de Santa Catalina, a espaldas de la plaza Santa Isabel. La renta neta media por habitante alcanza los 30.749 euros anuales, y llega hasta los 76.642 si hablamos de hogares completos.
«Aquí residen profesionales de diversos sectores, pero siempre con un estatus social alto: médicos, arquitectos, ingenieros o directivos de importantes empresas», explica Francisco Iniesta, presidente del Edificio Monte Eulía, ubicado en la calle Vinader. Francisco sabe que los vecinos llegaron a esta zona buscando vivir en «el cogollo de la ciudad» . «De día, a nivel comercial lo tienes todo, y de noche es una zona tranquila; solo echamos en falta que se trabaje en la reducción del tráfico», apunta Iniesta, encantado de vivir en una zona cargada de edificios históricos y catalogados. Además, es consciente de que buena parte de los vecinos -muchos de los cuales ya peinan canas- disponen de una segunda residencia a la que huir cuando el calor aprieta.
Las siguientes zonas con más renta 'per capita' -todas ellas con más de 21.000 euros por habitante- son, en este orden, Alfonso X y su entorno; la zona de Las Claras y la plaza del Romea; Juan Carlos I con Abenarabi; Gran Vía con avenida Libertad y el entorno de San Esteban; y el triángulo que forma el inicio de Ronda de Levante, Juan XXIII y el centro comercial Centrofama. Las posiciones bailan si se atiende a los ingresos por hogar, ya que ahí entran en juego otras cuestiones, como el número de convivientes, la tipología familiar o la cantidad de salarios que entran en casa.
En general, los tramos de renta medios o altos de la ciudad -más de 15.000 euros- se concentran al norte del río Segura, tomando como eje principal la Gran Vía, hasta llegar a Churra y Santiago y Zaraíche. También se incluye la parte más ribereña del Carmen y El Infante, así como buena parte de San Antón y La Flota. El volumen de ingresos desciende de forma notable en barrios más obreros o con fuerte presencia de la inmigración, como San Andrés y San Juan (más de 12.000 euros), San Antolín y la zona más al sur del Carmen (en torno a los 10.000 euros) o diversos puntos de Santa María de Gracia y de Vistalegre, en su área próxima al hospital Morales Meseguer (unos 13.000 euros anuales).
Pero la verdadera frontera del dinero, donde se ve un salto más abrupto, se encuentra en el deprimido barrio de La Paz, ubicado no muy lejos del centro urbano, y donde la renta media anual cae en algunas secciones hasta los 4.533 euros. No es de extrañar, ya que se trata de una zona con un importante parque de viviendas sociales de la Comunidad, cierta conflictividad vecinal y que acumula problemas de okupación y de tráfico de drogas. Situación parecida presentan el Espíritu Santo de Espinardo, con entre 5.772 y 7.109 euros de renta neta media anual, según el área analizada, o las '507' del Infante, con poco más de 6.000 euros, ambos con gran peso en el parque de vivienda municipal.
Con una idiosincrasia algo distinta se encuentra Barriomar, que cuenta con un notable movimiento vecinal en pos de la regeneración del barrio y donde el promedio de ganancias no alcanza los 7.000 euros en varias de sus secciones censales.
Pero el punto con los ingresos por habitante más bajos de Murcia (4.329 euros) se encuentra fuera de la capital, que no de sus zonas urbanas. Se trata de Los Rosales y su entorno, en El Palmar, la pedanía más poblada del municipio. «No seremos el barrio con más renta, pero tampoco deberíamos ser el que menos tiene, si las cifras sobre el papel fueran reales», defiende el presidente de su asociación de vecinos, Juan Luis Jiménez.
El líder vecinal reconoce que la barriada se encuentra «dejada de la mano de Dios», pero también puntualiza que cuenta con gran peso de la economía sumergida. «Por un lado está el trapicheo de drogas que desarrollan varios clanes familiares; si no, cómo vas a ver ciertos cochazos en una zona de viviendas sociales», explica. Por el otro, remarca la importante presencia de inmigrantes entre los vecinos, muchos de los cuales «trabajan en negro en el campo». «Trabajamos por una convivencia digna, pero si no quieres problemas, ya sabes lo que tienes que hacer», confiesa.
Fuera del entorno más urbano, diversos enclaves de huerta o del Campo de Murcia también registran rentas mucho más bajas que la media. Un paradigma de esta situación lo ejemplifica Alquerías, con poco más de 7.000 euros de renta media anual en algunas demarcaciones. «Somos un pueblo obrero, con rentas modestas, en el que no hay una pobreza evidente, pero con ciertos factores a tener en cuenta: mucho pensionista; viviendas en las que no entra más de un salario e importante presencia de jornaleros», explica su pedáneo, Fernando José González. «Para colmo, somos una población mal comunicada y todo el que estudia se nos marcha», concluye.
En el otro extremo de la estadística se encuentra el entorno de la Fuensanta y urbanizaciones como La Ladera, en Churra, con una renta media de 21.000 euros y una imagen aérea plagada de chalés y piscinas privadas. A esta última colonia de lujo llegaron en la década de los 2000 profesionales como los que viven en las zonas más exclusivas del centro urbano. «Muchos se han arrepentido de su marcha con el tiempo», apostilla Iniesta. Vivir en el centro sigue teniendo caché... y medible.
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