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El bar Las Acelgas es la segunda casa de muchos vecinos de Espinardo y su inminente cierre por la jubilación de su dueño ha provocado un gran revuelo, no solo en el barrio murciano, también en redes sociales. «Algunos clientes me quieren pegar cuando se lo cuento», bromea Carmelo Meseguer, el propietario del establecimiento. «Aunque la verdadera jefa es mi mujer, que está en la cocina», puntualiza. «Cuando la gente se entera de que voy a cerrar me dicen 'acho, no te vayas'», asegura.
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La taberna abrió sus puertas en 1945, cuando los padres de Carmelo, José y Antonia, montaron una 'barrica' en uno de los habitáculos de la casa familiar. «Nací aquí en el bar, literalmente», apunta este hostelero que está a punto de cumplir 67 años. «En aquella época las mujeres daban a luz en las casas y donde ahora tenemos las mesas del salón estaba la alcoba. Así que nada más venir al mundo ya estaba oliendo a vino, acelgas y michirones», destaca.
Es el menor de cuatro hermanos que han estado involucrados en el bar hasta hace veinte años, cuando Carmelo cogió las riendas en solitario, manteniendo vivas las recetas de las tapas típicas que empezó a hacer su madre hace ya 77 años. Así empezó la historia de un negocio «muy esclavo» que dirá adiós el próximo 14 de agosto. «O te implicas a tope o no funciona. Aquí tienes que estar siempre porque bares hay muchos, pero de los que se convierten en la segunda casa de los clientes no tantos. Mi mujer y yo hemos trabajado mucho y disfrutado poco», explica Carmelo, quien confiesa que son muy contados los lunes que cierran por descanso que puede estar realmente libre para irse a la playa o tumbarse en el sofá.
Aunque el dueño de este bar de toda la vida reconoce que no ha frito nunca un huevo, los clientes hablan de 'las tapas de Carmelo' y las definen como «las mejores» que se pueden degustar por la zona. «Cuando me enteré de que cerraban me dio mucha pena porque lo llevan estupendamente y está todo riquísimo», afirma Caridad mientras se acaba de tomar unos boquerones con una caña en la barra del bar. Las acelgas fritas son el plato insignia, que elaboran «a destajo» con ñoras, ajos y sardina. De ahí el nombre del bar. «Hasta los zagales que no prueban la verdura en sus casas vienen buscándolas. Cada día hacemos dos fuentes bien grandes, 'igualicas' que las de mi madre», avala Carmelo.
También tienen mucho éxito la tortilla de patatas, la magra con tomate, las habas fritas, el bacalao rebozado o las patatas al ajo cabañil que Piedad ha enseñado a hacer a Liliana y Vivia, dos trabajadoras bolivianas que llevan quince años en los fogones del bar y que continuarán sirviendo las tapas de la madre de Carmelo en un local cercano que abrirá en los próximos meses.
«Mis hijas, Beatriz y Marta, tienen sus trabajos y no se van a quedar con el bar, aunque han estado echándonos una mano mientras estudiaban. Yo no quería traspasarlo porque vivimos justo arriba, así que hemos pensado que lo mejor es que sigan las cocineras en otro bajo, pero con la misma carta. Para que no se pierda el nombre, les he dejado que le pongan Las Acelgas 2», anuncia Carmelo, quien va a ayudar a sus empleadas «en todo lo que pueda» para que no se queden sin trabajo por su jubilación. «Ahora seré yo el que vaya a convidarme allí, ya les he dicho que siempre seré el jefe emérito», afirma Carmelo, quien espera poder aprovechar su jubilación para ir más a la casa que tiene en Mazarrón, estar con su pequeña nieta Carmela y hacer algún que otro viaje junto a su mujer. «Nos toca disfrutar de lo que nos quede».
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