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Cámara, Lorca Planes, Sánchez-Parra, el pregonero Manuel Fernández-Delgado, Pedro Antonio Sánchez, Rafael Gómez, Juan Carlos Ruiz, José Luis Mendoza y Alfredo Hernández, consiliario del Cabildo.
La historia de Jesús en tres dimensiones

La historia de Jesús en tres dimensiones

Manuel Fernández-Delgado leyó ayer, en un concurrido teatro Romea, el pregón de la Semana Santa. El director del Museo Ramón Gaya inició su intervención, en el Día de la Mujer, con unos versos de Santa Teresa de Jesús

M. C. RAMÍREZ

Lunes, 9 de marzo 2015, 00:39

En el Día Internacional de la Mujer, Manuel Fernández-Delgado, el pregonero de la Semana Santa 2015, no pudo resistirse a empezar su intervención con la lectura de unos versos de Santa Teresa de Jesús. Unas estrofas escritas en 1581 por la que es la mujer más importante en la historia del catolicismo. El Romea se vistió ayer de gala para uno de los actos centrales de la Semana de Pasión, la lectura del pregón que invita a los murcianos a vivir la Semana Santa con devoción y con emoción, ante las 17 procesiones que desfilarán por la ciudad y con el reguero de imágenes que cortan el aliento a su paso por las calles de la capital murciana. Tampoco pudo evitar el pregonero dirigir sus primeras palabras al fallecido Ángel Galiano, presidente de la cofradía del Amparo: «Querido Ángel, que estarás en el cielo: Esta mañana han sonado las burlas para ti».

Comenzó con los recuerdos. Ésos en los que el pregonero veía a su padre, Manuel Fernández-Delgado Maroto, pregonando en 1948 la Semana Santa y las Fiestas de Primavera a través de las ondas de aquella primitiva Radio Murcia, la EAJ17. Continuó dando tres detalles de su infancia que le han hecho amar la Semana Santa y vivirla con intensidad. Cuando el Jueves Santo por la tarde recogía las contraseñas de su sus padres que, al día siguiente, acompañarían a Jesús camino del Calvario. Cuando veía el traslado de la Dolorosa de Ruiz Funes hasta la iglesia de Santo Domingo. Y cuando el Miércoles Santo era vestido por su madre, junto a hermanos, primos y tíos. En su juventud, el pregonero recordó cuando le regalaba a su ahora mujer «unas rosas enamoradas de la Dolorosa». Y cuando su suegro propuso que se rompiera el silencio de la procesión del Refugio con orquestas y coros.

Paró de echar la vista atrás y se autoproclamó heraldo, «en este tiempo de Cuaresma, para anunciar la Muerte y Resurrección de Jesucristo». Y así lo hizo, relatando la Pasión a través de sus cofradías. Haciendo entender el porqué de cada Cristo y la razón de cada Virgen. Dejando claro que eso son las procesiones, «instrumento catequético de la Iglesia Católica desde el siglo XVI». Y rememorando el Antiguo Testamento, destacó que ese Dios guerrero es ahora «un Dios salvador, un Dios victorioso, un Dios que se dona y se entrega a través de su unigénito». Y eso, explicó, se sabe gracias a la Pasión de Cristo, mostrada con toda su crudeza en las procesiones de Semana Santa.

Relató los hechos más dolorosos. Cuando Jesús fue capturado, atado a la columna, conducido por el camino del Calvario, crucificado en presencia de su madre, descendido y velado, yacente, para hallarlo luego resucitado. «Nuestras procesiones son esa historia viva de Jesús, pasada a tres dimensiones». De ahí la necesidad de nombrar a los autores de esta historia. A los escultores, con Salzillo a la cabeza. «Un paso es, o debe ser, una catequesis, una llamada a la conversión que se hace más fuerte con lamentos y redobles de tambores y cornetas».

Repasó el pregonero la relación de la Semana Santa con la historia de la ciudad. Con sus barrios, sus gentes, sus cofradías y sus santos. «Este Jesús que aquí, en Murcia, se hará el Viernes de Dolores Gran Poder; el Martes Santo, Rescate, el Viernes Santo, Nazareno». O las advocaciones marianas, que tanto protagonismo cobran en la primavera murciana. «En esta Semana se hará Virgen del Primer Dolor, de los Ángeles, Soledad, Dolorosa, Misericordia, Angustias, Amargura, de los Dolores, Luz, Rosario y Gloriosa».

Se emocionó al recordar las imágenes más veneradas de la ciudad. «Hay pocas cosas más bellas que ver andar al Cristo de la Sangre sobre el Puente Viejo, o al Gran Poder por el Malecón, o al Rescate bajo el grácil medio punto de San Juan o acudir al besapié del Perdón, o a la entrada del Refugio acompañado por las cálidas voces del orfeón, o la Cena o el Lavatorio delante del imafronte de Belluga o la saeta desde el Ramón Gaya al Cristo de la Caridad». Con estos ingredientes, el pregonero no pudo acabar de otra forma que invitando a todos a «venir a Murcia».

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