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La murciana Raquel Sastre, junto a la antigua imagen de Barbijaputa. Javier Carrión / X | AGM
Los cinco años de Raquel Sastre para demostrar que no es Barbijaputa

Los cinco años de Raquel Sastre para demostrar que no es Barbijaputa

La cómica murciana fue acusada por error de publicar mensajes antisemitas en 2011 a través de esta popular y polémica cuenta de Twitter

Jueves, 6 de febrero 2025, 19:56

Una de las máximas de la Justicia de cualquier democracia que se precie como tal es que son los tribunales los que tienen que probar la culpabilidad del acusado, y no éste su inocencia. Sin embargo, la cómica murciana Raquel Sastre se vio obligada a demostrar que no es quien no es para no terminar condenada por un juzgado, y ha tardado casi cinco años en conseguirlo en una situación esperpéntica en la que se embarcó con el anonimato en internet y la libertad de expresión como compañeros de viaje.

Convertida en una Mari Trini del siglo XXI, Sastre tuvo que repetir delante de un juez 'Yo no soy esa' mientras le acusaban de delitos tan graves como enaltecimiento del terrorismo y ofensa a los sentimientos religiosos. A Raquel Sastre le atribuían haber alentado el odio hacia los judíos y haber defendido la figura de Adolf Hitler en unos mensajes publicados en Twitter durante el año 2011. Esos tuits aparecían en la cuenta Barbijaputa, una de las figuras que se hizo famosa con el auge de esta red social y que, bajo anonimato, publica desde entonces muchas y muy intensas opiniones sobre feminismo y la actualidad social y política. Una cuenta que no es de Raquel Sastre, pero que la acusación particular de ese proceso se empeñó en demostrar con «pruebas contundentes». «Me deja muy intranquila que alguien haya decidido que yo soy esa persona. Me dolió mucho y así lo dije en el juicio», responde con sarcasmo la cómica.

Un juicio surrealista

«Yo era guionista de la serie 'La que se avecina'. Pues delante de la jueza llegué a decir que si me mandan hacer una trama para Amador nunca llegaría a ser tan surrealista como lo que estaba viviendo», asegura a LA VERDAD. Porque Sastre terminó declarando por videoconferencia ante la Audiencia Provincial de Madrid, tras haber recibido una querella de 106 folios, por haber publicado una imagen del suelo de una acera de Murcia: «Sacó del interior de su casa, con baldosas ocres medianas. Lo comparó con una foto de mi Instagram, en la calle, donde se ven baldosas amarillas grandes», relata. Esa era una de las pruebas con las que el abogado de la acusación la incluyó en el proceso judicial. «Preguntó que si reconocía las baldosas. Contesté que, según su lógica, también era Dorothy del 'Mago de Oz'».

Ahí no acababa el paralelismo de su vida con la de Barbijaputa. «Me mostraron una foto de ella en la que se veía un cojín del cuello de un color, y una foto mía con otro cojín, de otro color, en un viaje a República Dominicana en la que había escrito 'Me llevo un anillo vibrador del tamaño del país'». Varias publicaciones de ese estilo, con un más que evidente tono jocoso, desfilaron por la pantalla del juzgado de Madrid, provocando carcajadas entre los presentes. «Yo no podía parar de reírme porque cada cosa era más idiota que la anterior. Pensaba 'este señor está loco'». Ante la insistencia del abogado de la acusación en demostrar la identidad secreta de Barbijaputa, hasta la jueza encargada del proceso comenzó a perder la paciencia con él, llegándole a recriminar su actitud: «Le dijo que ya había quedado claro que era otro color diferente, que pasara a otra pregunta», explica la cómica. Incluso compararon las risas de las dos mujeres en grabaciones de audio, cuando el acento de ambas es bastante diferente, si se tiene el oído entrenado en los dejes del sur de la Península.

Sastre recuerda ahora entre carcajadas su intervención en el juzgado, pero tardó años en conseguir ser apartada del caso, en el que estuvo acompañada por su abogado, David Bravo, reconocido especialista en derecho informático, libertad de expresión y derecho al honor. Un profesional que decidió no cobrar a la cómica sus honorarios «porque es buena gente y me dijo que tenía suficiente con las risas que se había echado», señala. En cambio, sí tuvo que pagar el procurador en Madrid y todavía no ha conseguido recuperar las costas del juicio, que ha tenido su continuación esta semana, cuando la auténtica Barbijaputa tuvo que dejar el anonimato.

No tiene palabras amables hacia ella Raquel Sastre, dolida por haber tenido que enfrentarse a ese trago que sin duda le dará contenido para su profesión, pero que tuvo que encarar al mismo tiempo que asumía el diagnóstico de su hija pequeña, que sufre el síndrome de Pheland-McDermid. «Pensé que si me metían a la cárcel al menos podría descansar algo», bromea. En cambio, sí se pone seria para denunciar que la verdadera Barbijaputa no dijera en ese momento que la estaban acusando falsamente. «Tan defensora del feminismo y la sororidad que es, habría estado bien que hiciese ese trabajo», replica.

La auténtica autora se ampara en el derecho a la libertad de expresión

La verdadera Barbijaputa acudió a declarar el pasado martes, una vez que la acusación consiguió identificarla como la persona verdadera detrás de esta cuenta de la red social Twitter. Una vez perdido el anonimato del que gozaba, se amparó en el derecho a la libertad de expresión y se desvinculó de otros mensajes, que aseguró que están sacados de contexto por parte de la acusación. «Son chistes dentro de un contexto político muy concreto -en referencia a Israel-», aseveró durante el interrogatorio del fiscal, donde se proclamó «profundamente antisfascista» para desligarse del nazismo.

El fiscal solicita para ella un año y nueve meses de cárcel. Además, le reclama once meses de multa con una cuota diaria de nueve euros.

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