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Foto de familia de usuarios, familiares y trabajadores del centro de Apanda. J. M. RODRÍGUEZ / AGM
Los primeros pasos de la familia de Apanda

Los primeros pasos de la familia de Apanda

JOSÉ SÁNCHEZ CONESA

Miércoles, 16 de octubre 2019, 03:22

No siempre tiene uno la suerte de poder reunirse con los creadores de una institución o de un colectivo social para escuchar su experiencia vital, leyendo la letra menuda que no suele entrar en los grandes libros. A menudo el historiador o el investigador social revuelve entre documentos antiguos, como pueda ser el acta de una reunión o una asamblea, que siempre sigue unas pautas excesivamente formales, tanto que los sentimientos de los allí presentes quedan al margen. Por eso es todo un regalo escuchar los recuerdos de Cristina Gómez Jiménez, quien, junto a su marido, Luis Cervantes, decidieron poner en marcha una asociación que agrupara a las familias en las que alguno de sus miembros tuviese problemas auditivos.

Todo comenzó cuando les nació un hijo afectado de una sordera profunda, obligándoles a recorrer buena parte de España en busca de soluciones que no encontraban. Ni en Cartagena ni en Murcia existía ninguna entidad que ayudase a unos padres preocupados. Luis, psiquiatra reconocido y bien relacionado socialmente, reflexionó que si él encontraba tantas trabas en su camino, cuán difícil le resultaría a una familia de recursos limitados. Cristina y Luis, Luis y Cristina pensaron: «Así como nosotros, que estamos desorientados y no sabemos adónde acudir, deben de existir más personas. Hay que buscarlas para unirnos».

Por tal motivo fueron a Óptica Andrés con el objetivo de recabar datos de clientes que a dicho establecimiento recurrían para adquirir audífonos. Les ayudaron también los Servicios Sociales del Ayuntamiento, lo que contribuyó a reunir por primera vez en la vivienda del matrimonio a un grupo de seis u ocho padres.

Tanto se volcaron en el proyecto que aquellas primeras familias convivían estrechamente celebrando excursiones y algún festival gastronómico. Comenta Cristina que dejaron de relacionarse con sus amigos habituales porque aquella experiencia supuso un cambio radical en sus vidas.

Pioneros en España

Ese fue el acto fundacional y aquel hogar la primera sede, hasta que alquilaron un piso en Castellini. Contrataron a dos logopedas latinoamericanas, una de Puerto Rico y otra de Colombia. No existía la especialidad aún en España cuando en aquellos países gozaban de merecida fama por su profesionalidad. La Universidad de Salamanca creó más tarde la Escuela de Logopedia, donde se formaron en audición y lenguaje maestros de primaria, contratando a dos profesoras de aquella primera promoción.

La gran familia crecía tanto que tuvieron que adquirir un solar de 25.000 metros cuadrados en el Ensanche, en Ronda del Ferrol, para edificar la sede definitiva que cuenta con 1600 metros cuadrados construidos entre las dos plantas.

Luis, siempre tan emprendedor, dio vida a un ente nacional que andaba en estado vegetativo, transformándolo en Fiapas (Confederación Española de Familias de Personas Sordas), de la que fue presidente muchos años, haciéndola crecer ya que tuvo la suficiente sabiduría para construir un gran equipo de profesionales. Los directivos pasan, pero quedan las instituciones si poseen la solidez necesaria. Con ese entusiasmo lo auparon hasta la vicepresidencia de la Federación Europea de Familias de Niños Sordos.

Comenzaron con unas metas muy claras que me las resumen en la defensa de los derechos y los intereses de las personas con discapacidades auditivas y de sus familias. Otra, la de ayudar a integrarlos en una sociedad que es sumamente competitiva. Nadie puede quedarse atrás o al menos eso es lo que debemos lograr como sociedad supuestamente avanzada que afirmamos ser. Lamentablemente Luis Cervantes falleció en un trágico accidente de carretera cuando comenzaban con un macro proyecto de crear empresas para dar empleo a personas sordas. Constituyeron una imprenta ubicada en el polígono Cabezo Beaza que tuvieron que vender al año, al no fraguar la aventura.

Visita del Príncipe

En la conversación están presentes la inquieta Teresa Gómez Vidal, coordinadora de Gestión y Administración, y la actual presidenta, Encarnación Pérez Martínez, quien reconoce que el trabajo en la asociación ya viene rodado por la siembra de su fundador. El secreto está en continuar la senda.

Teresa cuenta con todo detalle cómo un viernes por la tarde, escasos momentos antes de proceder al cierre del local entró un señor muy bien vestido y les dijo: «¿Les gustaría que les visitase su presidente de honor?». Una pregunta que generó cierto desasosiego pues dicho cargo lo ostenta el entonces Príncipe Felipe, quien da nombre al centro. En efecto, ese misterioso personaje formaba parte de la Casa Real y desde ese momento comenzaron los preparativos que duraron meses. Eso sí, con mucha discreción, hasta que no se hiciese público el anuncio oficial. Comenta entre risas Teresa: «Tuvimos que aguantarnos mucho para no contar nada».

Luego vinieron los nervios cuando debieron entregar una relación de nombres y documentos de identidad de todo el personal del centro, familias y niños que estarían presentes en el acto. Les solicitaron planos de todo, introdujeron perros en la red del alcantarillado, revisaron la placa que recibiría de obsequio don Felipe.

El día esperado, el 16 de enero de 2001, quedaron en el bar de enfrente con las personas responsables del dispositivo de seguridad. Al poco un furgón policial llegaba, esfumándose los agentes en cuestión de segundos por terrazas y rincones. Avanzado el día, en la puerta se arremolinaba el vecindario y periodistas de la llamada prensa rosa. Los chavales le entregaron dibujos en los que expresaban qué era para ellos el futuro rey. El ilustre invitado se reunió en privado con la junta directiva de la asociación, firmó en el libro de honor y se mostró muy cercano con todo el personal, saludándolos a todos.

De aquel intenso día quedan las imágenes y una placa en la puerta de la casa verde de la esperanza, muy cerca del centro cultural Luzzy.

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