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Aguas cristalinas del Mar Menor, como se comprueba con el reflejo de uno de sus balnearios.
La historia del Mar Menor

La historia del Mar Menor

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN

Sábado, 2 de noviembre 2019, 01:43

Asistí como un cartagenero más a la histórica manifestación del pasado miércoles en nuestra ciudad. SOS Mar Menor. Bajo ese lema, miles de personas salieron en defensa de un espacio de gran valor ecológico y que, por acción del hombre, hoy se encuentra en un estado agónico ante su colapso medioambiental.

No podemos permanecer más tiempo impávidamente y su recuperación es tarea de todos, exigiendo las medidas necesarias a los que tienen la capacidad de imponerlas.

Pero yo no les voy a relatar los valores ecológicos, turísticos, paisajísticos ni económicos de este enclave que, junto con otros, hacen del Mar Menor algo único. Sí me gustaría destacar el valor histórico de este lugar en el contexto de nuestra ciudad pues, desde tiempos remotos, Cartagena y el Mar Menor tienen un vínculo inseparable formando parte de una misma intrahistoria.

La presencia de pobladores en la prehistoria está más que atestiguada a través de los yacimientos que jalonan sus inmediaciones e incluso en sus islas interiores. Podríamos remontarnos a unos 35.000 años atrás, cuando el homo neanderthalensis veraneaba por la ribera de esta laguna. Una vez desaparecidos estos, los sapiens dominadores son asiduos al Mar Menor. Prueba de ello son los yacimientos que en torno al 5000 encontramos en varios lugares de este enclave. El más significativo sería el enclave situado en Las Amoladeras, justo a la entrada de La Manga, un paraje de dunas fósiles habitado hacia el año 2850, formado por chozas de planta circular y con hogar y donde la pesca constituía su fuente de riqueza.

Sin solución de continuidad, las tribus neolíticas darán paso a las de la Edad del Bronce y estas a los pueblos ibéricos colonizando y habitando el Mar Menor y recibiendo las visitas de naves fenicias, griegas y cartaginesas creando un lugar de intercambio sumamente atractivo.

Pero sería Avieno, el historiador latino, el que cita de manera implícita en su descripción de las costas españolas a mediados del siglo VI d.C. al Mar Menor como «una laguna separada del mar por una lengua de tierra de manera que comunica con él solo por una estrecha boca».

Pues ya tenemos a nuestra laguna llamada por los romanos 'palus', que es como se le conocerá en toda la época clásica hasta la llegada de los árabes que la denominaran Al-Buhayrat al Qsar (la Albufera del Alcázar). Con posterioridad y tras la reconquista el nombre se castellaniza por el de Mar Chica para convertirse en Mar Menor en un momento no muy lejano.

Al tiempo de la romanización de todo el 'hinterland' cartagenero, la laguna adquiere una especial relevancia industrial relacionada con la actividad minera, lo que conlleva toda la colonización de la zona en donde aparecerán numerosa villas y núcleos de población relacionados con labores agrícolas, ganaderas y en factorías de salazones, dedicadas a la producción del garum.

El devenir histórico del Mar Menor en consustancial al de Cartagena, un ejemplo de ello es la dominación árabe, menos relevante en esta zona, y que venía de una decadente presencia visigoda.

Tras la Reconquista por Alfonso X, los hispanomusulmanes son expulsados del Mar Menor y sus tierras repartidas por los repobladores aragoneses y catalanes, aunque el dato más notable sea el del despoblamiento, al ser esta zona un lugar muy peligroso por la cercanía de la frontera nazarí y las incursiones de los piratas berberiscos.

De estos últimos no se libraría el Mar Menor hasta bien entrado el siglo XVII. Para entonces la actividad pesquera en la laguna se había convertido en un lucrativo negocio que puso en disputa a los concejos de Cartagena y Murcia por su dominio, hasta el punto que los pleitos entre los pescadores de ambas ciudades tuvieron que resolverse al más alto nivel, llegándose a un límite de enfrentamiento jamás conocido, solo resuelto con la división del Mar Menor en dos zonas delimitadas para cada uno de estos pescadores.

Y entre luchas, ataques y defensa con torres de costa para continuar con almadrabas, nuevos municipios, resurgir de minas, salinas, caciques, tragedias náuticas, aeropuertos, guerras, urbanizaciones, canales, turismo, ladrillo, políticos irresponsables, agricultura intensiva y un montón de cosas más se irá conformando esta historia del Mar Menor, con hombres y mujeres curtidos y valientes, con sus rostros reflejados en las cristalinas aguas de su Mar Menor, sin imaginarse que un día todo este paisaje se podría destruir al igual que hemos dejado en la ignominia a una de sus señas de identidad, el Monasterio de San Ginés de La Jara, que desde su torre ha visto su propia degradación pensando que solo le afectaba a sus muros. Hoy contempla desesperadamente como 'el todo' también puede sufrir la misma afrenta.

Solo nos queda esperar que no sea demasiado tarde para el Mar Menor. No se lo merece.

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