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RUBÉN SERRANO
Cartagena
Jueves, 1 de noviembre 2018, 16:12
El corazón, la honestidad y la humildad son las armas que han acompañado durante un cuarto de siglo a La Fonda, una banda de rock cartagenera que empezó a tocar en una casa rural de Canteras y ahora lo hace en un garaje de Los Patojos, para no perder la esencia. El grupo de música, con sus letras afiladas y originales, de la vieja escuela, ha tocado a lo largo y ancho de la ciudad portuaria: desde los antiguos locales de la calle Cuatro Santos hasta las fiestas patronales de cualquier barrio y diputación. Manuel Ibañez, retirado mecánico de submarinos en Navantia, sigue al pie del cañón: es el cantante y fundador de La Fonda, que el día 1 de diciembre presentará en el Real Club de Regatas de Cartagena el cuarto disco, titulado 'Un poco de fe'. La entrada, por invitación privada, es gratuita.
-Y con 53 años, ahí sigue, subido a los escenarios.
-En el año 2006 me detectaron un cáncer y me retiré. A mí la música fue lo que me salvó de la enfermedad; recuerdo ir a los ensayos con el tratamiento de la quimioterapia, y una sonda metida en la vena. Cuando lo superé me di cuenta de lo importante que era la música. Tuve algo a lo que agarrarme para superarlo. Es curioso. Me salvó la vida y estaré en la banda mientras viva. No me importa el éxito, solo quiero devolverle a la música lo que me ha dado.
-Cuando echa la vista atrás, ¿cómo recuerda los inicios?
-Era 1993, mis amigos y yo éramos unas chavalines y pensé que formar una banda podría ser la manera de expresar lo que tenía dentro. Empezamos a ensayar en mi casa de campo de Canteras, y actualmente lo hacemos en una cochera de Los Patojos. Este último disco, 'Un poco de fe', de hecho, es el primero que grabamos con medios profesionales. La música y las letras son originales, y de ahí no nos movemos. Empezamos en un concurso en Las Palas, en Fuente Álamo, y ganamos en el segundo año que nos presentamos. Tuvimos etapas de altibajos, menos intensas, porque los integrantes de la banda van y vienen; esto lo hacemos por amor al arte, porque cada uno tiene los estudios, el trabajo, la familia... Al final, por las circunstancias, algunos deben abandonar la música.
-¿Están en su mejor momento?
-Realmente nunca hemos estado a la moda. Hemos estado desfasados, fuera de lugar, porque nos han pillado momentos extraños. Ahora pega hacer tributos, incluso de bandas que aún existen. El panorama musical actual es muy diferente. A la gente ya no le ilusiona ir a ver un concierto en directo, con el móvil puedes escuchar canciones salteadas, en cualquier momento. Antes comprabas un disco y era una obra, lo ponías entero. El nuestro tiene doce canciones, con un nexo en común, una obra en conjunto. Mucha gente me dice que ya no somos los de antes. Todo tiene su justificación; después de 25 años, todos maduramos y evolucionamos, no somos los mismos porque las experiencias te van cambiando. Y la música no queda al margen de esas transformaciones. Eso es inevitable.
-¿Por qué un disco de la fe?
-La fe es el sentimiento de creer en algo o en alguien, sin tener la prueba de que es verdad. La fe es lo que mueve el mundo, lo que te hace vivir. Uno es ateo sin Dios, pero no sin fe. Una persona puede tener fe en uno mismo, en el amor, en la vida... Las letras tienen tintes, sí, pero nos desmarcamos de la religión.
-¿Qué espera de 'Un poco de fe'?
-No espero nada, sinceramente. Esperaba la satisfacción personal, y eso ya lo he conseguido. El éxito no significa siempre triunfar; el nuestro es que pasan los años y nos mantenemos. De hecho, solo hemos sacado 300 copias, al precio de 10 euros, pese a que sacar 500 salía más barato. La gente ya no compra discos. Están disponibles en la Cafetería JL, en la calle Almirante Baldasano, y en el local social de La Vaguada. Funciona el boca a boca y hemos vendido unos 200.
-¿Y el futuro?
-Lo mejor siempre está por llegar, como en el resto de aspectos de la vida. No puedes pensar que lo bueno ya ha pasado. Es que si no, ¿qué nos queda? Todo lo que venga, será bien recibido. Ojalá aguantemos otros 25 años más.
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