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Minerva Piñero
Murcia.
Domingo, 2 de diciembre 2018, 11:10
Jesús Cánovas Martínez (Hellín, 1956) escribe desde la sinceridad. En los poemas de 'Convocada soledad', su última publicación, laten de fondo la muerte y la resurrección; la vida y la belleza; «la celebración del propio existir», comenta el autor, licenciado en Filosofía Pura en la Universidad Complutense, quien recuerda los años en los que su padre, de profesión ferroviario, «llevaba la casa a cuestas. Él quería que estudiase ingeniería, pero siempre he sido muy de letras».
-¿A qué le escribe en 'Convocada Soledad', su último libro?
-Fundamentalmente a la celebración de la existencia. Es música. No es poesía de estilo narrativo; cada lector encontrará en ella su propia interpretación, ya que es poesía esencial. Trato de evocar una trascendencia; el hecho de vivir, que es un misterio, pasando por un proceso de lo que es la muerte y resurrección. Al final aparece ese canto y esa afirmación a la vida.
-¿Es entonces una celebración de la vida en soledad?
-Sí. Es la parte de la intimidad. Cultivo la imagen, la metáfora, la musicalidad. Es poseía íntima y abstracta, en lugar de discursiva. Evoco aquello que no se puede evocar; lo que es indefinible con las palabras. El misterio de la vida.
-¿Qué paisajes aparecen?
-Otoñales, entre otros. También aparece bastante el mar de Águilas, donde he vivido mucho tiempo. Incluso incluyo nombres de sitios concretos de esta zona costera.
-¿Cómo es la estructura de su poemario?
-Lo he dividido en cuatro partes haciendo alusión a las estaciones del año y sus colores. La primera es 'Tierra Roja', el otoño; la segunda, 'Azul de soledad', que hace mención al verano y al mar; le sigue 'Don de blancura', el invierno, y 'Ebrio al surgir'; que es la primavera, el brotar. Todas las secciones tienen 16 poemas y terminan con un haiku, un tipo de poesía japonesa, un poema breve de diecisiete sílabas. Después, escribo una contemplación. Es un recorrido hasta llegar al último poema, el cual resulta ser algo inesperado.
-¿Con qué parte se quedaría?
-Es un poemario muy trabado y estructurado. Casi tiene un orden sinfónico. Me quedo con todo. Si un compositor tuviera que elegir una parte de su sinfonía, no podría. Hay que entenderlo desde el conjunto y desde la totalidad que presenta.
-¿Qué sentimiento espera despertar en el lector?
-Ese sentimiento de que merece la pena vivir; la afirmación de la vida. A pesar de que hay etapas más oscuras, en sí misma tiene un valor que a veces no se puede justificar con conceptos. El sentimiento de amor por vivir.
-¿Cree en la inspiración o en el trabajo?
-En las dos cosas. Las ideas a veces llegan cuando menos las esperas, ya sea sentado en una mesa, conduciendo, andando o en cualquier coyuntura. Cuando la inspiración aterriza, hay que registrarla para poder trabajarla después.
-¿Prepara otros proyectos?
-Sí, la cuarta tanda de 'Aires del sur'. Será la última parte de cuatro libros de relatos, donde escribo sobre el aire del sureste, de la zona en la que vivimos. Trata sobre paisajes y personajes adosados por aquí. Y bueno, siempre estoy con las antenas por si llega algún poema mientras tanto. La mayoría de los relatos están aderezados con mucha ironía. En ellos, también aparece un elemento extraordinario, una realidad por encima de la normal.
-¿Qué opina sobre la reforma educativa que deja a la filosofía como una asignatura optativa?
-Las reformas que marginan la filosofía en el currículum me parece que están hechas con los pies, pero no con la cabeza. Es fundamental en la enseñanza. Despierta el sentido crítico, da una compresión de la cultura y de la existencia que no se consigue con otras materias. Si queremos formar a personas, a humanos, la filosofía es imprescindible.
-¿Qué lectura recomendaría?
-Siempre a los clásicos; con ellos no te equivocas. En poesía recomendaría a los autores del 27. Creo que antes de empezar a leer otros libros, hay que pasar por ellos. Son geniales.
-¿Cuándo se mudó a Murcia?
-En Hellín nací; pero he vivido en muchos sitios, como son Murcia, Madrid y Lorca, donde pasé mi infancia. Mi madre era hellinera y mi padre murciano.
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