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José Bote, Gregorio López y María José Hernández, en el bar Patachula. PABLO SÁNCHEZ / AGM
Encuentro en el bar Patachula con José Bote

Encuentro en el bar Patachula con José Bote

TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN

Domingo, 1 de julio 2018, 09:12

Cada día me gusta más salir a pasear por las tardes por nuestra Trimilenaria, y más en esta época en que el sol nos dice adiós cerca de las nueve de la noche. Venía una de estas tardes de vuelta de mi paseo habitual hasta el puerto, donde puedes recargar baterías tan solo con mirar el espejo de agua de nuestra bahía, obteniendo a la vez fuerza e ilusión para conseguir lo que te propongas, y como siempre, al llegar a la altura de nuestro kilómetro cero, parada y saludo a nuestra Patrona, antes de continuar camino de casa. Y en esta ocasión, llegando al pico-esquina con Jiménez de la Espada, en la recién reinaugurada terraza de la Bodega Patachula, me encuentro a mi buen amigo y nuevo propietario de la misma, Gregorio López, un habitual hostelero de nuestra Trimilenaria.

En cuanto me ve asomar, me para y me dice: «Quiero presentarte al hijo de un amigo común», y me presenta a José García Bote, hijo de ese gran Comisario que tuvo Cartagena hace años, José María García Martínez, y me invita a sentarme en la mesa donde él mismo se encontraba con este joven licenciado en Administración y Dirección de Empresas y Máster en Dirección de Comercio Exterior aunque, como también licenciado que es en Dirección Escénica y Dramaturgia, actualmente ejerza de director de la compañía murciana Teatro de la Entrega, desde 2010.

Nuestro común amigo Gregorio, para festejar la ocasión, hizo abrir una botella de Castelo Verdejo y pidió que nos sirvieran unos tomates raff con surtido de salazones, unos huevos de codorniz sobre tosta, con base de sobrasada, y una fina loncha de tomate y beicon, y una ensalada de ahumados; y todo ello acompañado de un pan de masa madre extraordinario.

Antes de haber dado fin a estas viandas, solicitó el cambio de vino y pasó a un tinto de Ribera, un Portia Crianza que sirvió para acompañar la siguiente tanda de platos al centro que había pedido: rabo de toro con reducción de PX, callos a la madrileña, higadillos al Oporto y manitas de ministro; todas tapas pequeñas para degustar, pero que denotan las manos expertas, a la antigua usanza, de la cocina de la señora Fina.

Michirones y otras tapas

A esto siguieron unos pimientos del piquillo rellenos de bacalao y salsa de nata, con tomate y su punto de albahaca, terminando la degustación con unos caracoles y unos michirones 'D. Federico', que estaban deliciosos, con su justo punto de picante.

Y ya metidos de lleno en el mundo de hielo, nos hizo probar unos gin-tónics de Monkey 47, magníficamente preparados por la experta mano de María José H. Ardieta mientras que, en animada tertulia, José Bote (así es su nombre artístico) nos fue contando detalles acerca de su compañía de teatro. Apostó por ella desde su fundación, lo que le hizo abandonar el mundo de la empresa y los importantes proyectos que en él tenía, para dedicarse a la dirección del teatro. De entre los múltiples trabajos realizados, cabría destacar 'La cantante calva', de Ionesco; 'El extraño viaje del pianista'; 'Dos ojos y una pluma'; 'Yo soy mi historia'; y, lo último que ha puesto en escena, '3.000 Kms.'.

Acerca de esta última obra, nos contaba José que es experimental y que en ella se plantea la pregunta: ¿qué distancia estarías dispuesto a recorrer para conseguir lo que más deseas en esta vida? Cuatro mujeres se presentan a este concurso para cumplir un sueño personal. Para ello, deberán caminar de manera continuada en un circuito cuadrado, hasta alcanzar los 3.000 kilómetros. Durante el show, las concursantes pueden ganar o perder kilómetros en sus marcadores, dependiendo de una serie de pruebas que tienen lugar. El público participa a través de sus votaciones: los espectadores pueden cambiar algunas de las cosas que suceden a las concursantes.

El espectáculo es entretenimiento, y por ello siempre ha formado parte de nuestras vidas. La forma ha ido cambiando a través del tiempo, pero siempre hemos acudido a él como modo de distensión. En la actualidad, se constituye para divertirnos y provocarnos placer. La pregunta principal que debemos hacernos es: ¿hasta dónde puede llegar el show con tal de agradar al espectador? El espectáculo es, quizás hoy día, el más importante de los opios del pueblo; y este opio se administra en dosis cada vez más altas. Cuando el espectador está en proceso de desconectar, se aumenta la dosis: es como un dispositivo que se dispara cada vez que se produce un retroceso. En cierta medida, el show de nuestros días es reflejo de nuestro modo de vida.

Apoyo a inmigrantes

José tiene una dilatada experiencia artística en dirección, interpretación, dramaturgia y talleres de teatro para adultos, adolescentes, o específicos para población inmigrantes, colaborando también con la Asociación Columbares en proyectos de desarrollo social y medioambiental como Pescasos, en Murcia y Almería. Domina el inglés, el italiano, el francés y el turco, y ha contado, aparte de las anteriores, con otras experiencias profesionales, como la de ser el organizador del Festival de Teatro de Venagua, o el responsable de exportación de diversas compañías y consultor de comercio exterior en Ankara.

En fin, un largo y extenso currículo el de este joven director, que estuvimos desgranando junto con los logros de sus nuevos proyectos, en amena tertulia, en la agradable terraza del Patachula.

Y termino hoy con una frase que a todos nos debe poner a pensar: «Cuando entendamos que no es un día más, sino un día menos... empezaremos a valorar lo que realmente importa».

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