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Las empanadillas con alioli y boquerón, el bacalao encebollado, la ensaladilla, la magra con tomate y los asiáticos marca de la casa son algunas de las últimas tapas y cafés que ayer sirvió Juan Hernández, uno de los dueños del bar Moreno de Canteras, mítico establecimiento, santo y seña de la hostelería cartagenera. Tras casi cien años de actividad ininterrumpida y tres generaciones tras la barra, este punto de obligada parada para muchos de los que recorren en verano la carretera de Isla Plana ha colgado el cartel de «Se traspasa».
La falta de relevo generacional obliga a los descendientes de la fundadora de este restaurante en 1925, Josefa García, a dejar en manos, con casi toda probabilidad, de sus camareros de siempre este lugar de encuentro para canteranos y viajeros.
Hernández lleva 34 años sirviendo a sus clientes junto a su cuñado Juan Moreno. «Ambos nos jubilamos. Ahora toca descansar y disfrutar un poco. Pero que nadie se confunda, el bar continuará abierto, como siempre. Seguirán los mismos camareros y los mismos cocineros que han hecho esto grande durante los últimos años. Así que, nada cambiará», advierte.
Este bar comenzó su andadura en unos difíciles años, en la misma ubicación en la que está ahora. Surgió como una tienda bar, como las muchas que había en aquellos años en Cartagena. «Mis padres me contaban que mi abuela vendía de todo: trigo, cebada y otros muchos artículos de alimentación. Poco a poco empezó a introducir el vino, la gaseosa y con el tiempo se convirtió en lo que hoy es: una casa de comidas», cuenta Juan Moreno. Este hostelero ha pasado toda su vida detrás de la barra, manteniendo en pie un negocio que en los años cincuenta cogieron sus padres, Antonio Moreno y Saturnina Palomares.
Fue entonces cuando ya se servía una de sus tapas más míticas y conocidas, la empanadilla 'prepará' con alioli y boquerón. Si por algo se conoce este bar es por este aperitivo «aunque algunos vienen y me lo piden con ensaladilla, pero no es lo mismo», relata.
El bar Moreno fue como el local social de la población, el lugar donde todos los vecinos se reunían. «Lo llegaron a llamar el casino durante un tiempo, porque los canteranos pasaban horas jugando a las cartas y al dominó, disfrutando del ambiente y de los amigos». También recuerda cuando él y su cuñado compraron un retroproyector, «el primero que hubo en Cartagena», asegura, para «ver el fútbol de Primera División y a nuestro Efesé, cuando lo televisaban».
Los clientes de toda la vida, como Paco 'El Morri', de 58 años, saben que la esencia de este establecimiento no se perderá «porque los que lo cojan sabrán llevarlo». Sus recuerdos correteando entre las mesas del bar Moreno se remontan a cuando él tenía tan solo seis años. «Desde entonces siempre me han tenido como cliente. Aquí tengo muchas anécdotas y vivencias. Me acuerdo cuando se celebraban aquí los bailes de la piñata y venía casi todo el pueblo. Entonces nos conocíamos todos. Éramos como una gran familia», rememora.
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