
El Algar y sus singulares museo y teatro
LAS COSAS POR SU NOMBRE ·
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LAS COSAS POR SU NOMBRE ·
TOMÁS MARTÍNEZ PAGÁN
Domingo, 13 de noviembre 2022, 08:20
La pasada semana coincidí en la conocida Venta San José, tomando café, con mi buen amigo Emilio Ruiz. La venta está situada en la carretera ... de El Algar a Los Alcázares. La fundó José María Hernández y ahora la dirigen sus hijas. Eva y Raquel están en la sala y María del Mar, en los fogones. Tiene una gran tradición desde antes de entrar en servicio la autovía de Alicante. Siempre fue un lugar de parada obligada. Mi buen amigo Emilio nació en El Algar y vivió hasta los 8 años en su pueblo, hasta que se trasladó a la Trimilenaria, donde empezó sus estudios en el Colegio del Patronato. Luego pasó a la Escuela de Aprendices de Bazán y terminó como ingeniero de minas.
Desarrolló su trabajo en Ford de Almusafes (Valencia) y terminó su vida profesional en Ford Europa trabajando entre Inglaterra y Alemania. Emilio está altamente vinculado con su pueblo, al que le ha donado muchos objetos de su museo particular para exponer en el Teatro Apolo. Y como si estuviera previsto, nos fuimos a visitar la joya de la corona de este pueblo: el Teatro Circo Apolo.
Fue construido en el año 1905, curiosamente apoyado con entusiasmo por los obreros mineros. Fue un capricho de unos cuantos, de esos pocos vecinos, terratenientes y comerciantes que habían visto crecer asombrosamente su riqueza con las inversiones realizadas en el nuevo negocio de la minería.
A través de los objetos que llenan las salas del museo, podemos aproximarnos a aquella época, repleta de las brillantes luces de lo que hoy conocemos como Modernismo y de la opulencia de unos enriquecidos empresarios mineros, pero también ensombrecida por el drama del paro, la miseria, la emigración y demás aconteceres que sucedieron a lo largo del siglo XX.
Quien visita el museo, que es propiedad de la Asociación de Vecinos de El Algar desde 1989, –le fue cedida la propiedad por los legítimos herederos de la Sociedad La Amistad– descubre las instalaciones que se encuentran en la parte posterior del teatro. Son las dependencias que antiguamente eran almacenes, salas de ensayos, reunión y vivienda para el conserje. Todas ellas forman una estructura de planta baja y piso, que envuelve y rodea la caja del escenario y su patio de operaciones.
El museo tiene una sala de audiovisuales, que en cinco minutos introduce al visitante en el origen del pueblo de El Algar y el teatro, con una breve descripción sobre la época en la que el edificio fue construido. En sus paredes se pueden ver las primeras piezas de la colección museística. También se pueden visitar las tres salas expositivas, dedicadas a la época en que fue construido. La mayor parte de los objetos están relacionados con la industria minera y la cerámica.
El espacio dedicado a la historia y funcionamiento está presidido por la maqueta del teatro. Hay vitrinas donde se pueden ver la escritura de propiedad, programas de mano, planos y objetos de antaño, entre otras piezas. La última sala está dedicada a la compañía teatral residente, la Compañía Teatro Apolo, constituida en 2013 y reconocida en 2017 con el premio Azahar, a la mejor compañía de teatro aficionado de la Región de Murcia.
Si la visita al museo es un lujo, ni les cuento cuando se accede a la parte baja del anfiteatro, desde donde se tiene una vista general de la platea y donde se puede observar detenidamente los elementos principales de la edificación: la colorida embocadura modernista del escenario, el telón de boca pintado en 1906, la estructura de hierro que soporta la cúpula central, fabricada en los talleres de Maquinista de Levante, la viejas gradas de madera, las artísticas rejerías de barandillas y puertas y las antiguas butacas. En el vestíbulo principal están las taquillas originales en madera tallada e infinidad de detalles de la época.
Y si importante fue la visita, ni les cuento cómo lo explican y lo viven los guías que me acompañaron. Pedro García, presidente del colectivo vecinal; Pedro Esteban, cronista del pueblo; Pedro Martín, tesorero de la asociación del teatro; y María Francisca Martínez, presidenta de la Junta Vecinal. Todos ellos, junto con mi amigo Emilio, me pusieron al día, no solo de este emblemático teatro, sino tambien de la Casa-Palacio de los Rubio, edificio de estilo ecléctico que supone una mezcla entre la arquitectura burguesa rural y urbana.
Situada en el centro de El Algar, es una mansión de carácter señorial, construida en 1895. El propietario Antonio Rubio, fue un minero rico de la época y diputado provincial, cuando en la zona había más de mil minas. Este minero mandó construir una obra algo similar, por su escala e impacto en el marco urbano, a la Casa-Palacio Piñón de La Unión.
Pero El Algar es mucho más que lo comentado, pues cuenta con más de treinta asociaciones. Pronto algunas de ellas incorporarán un nuevo museo de las tradiciones de nuestra comarca. A lo que los vecinos y comerciantes aspiran es a que reabra sus puertas el Museo de Carruajes Zamar, donde se puede hacer un recorrido histórico a través del mundo del carruaje, con piezas de gran valor histórico, que abarca desde el siglo XVII hasta nuestros días.
Se pueden ver en perfecto estado de conservación y totalmente restaurados coches urbanos, carruajes de paseo y viaje, carruajes deportivos y caza, carros de campo y trabajo, así como distintos modelos de guarniciones (calesera inglesa y húngara). También en otro pabellón se puede sorprender el visitante con una colección de motocicletas, que es la más grande de España, más de 75 motos, con algunas motos únicas como la Ducati 450.
No se podía terminar este recorrido de mejor manera que con un buen almuerzo en donde iniciamos el encuentro, en la Venta San José. Y allí terminamos todo el equipo para disfrutar de los platos que prepara María del Mar, donde en animada tertulia empezamos a abrir boca con la ganadora de la ruta de la tapa: tosta caliente de pan rústico, con cebolla caramelizada, virutas de jamón serrano y solomillo a la brasa.
Continuamos con una ensalada algareña, elaborada con productos de la comarca, un espectacular centro de embutidos de matanza caseros y unas morcillas de berenjena. Todo regado con vino de la casa. Eva nos sorprendió con unas croquetas caseras de las de verdad. Terminamos con un asado: un lechazo de un sabor exquisito y en su punto, sabrosísimo. El punto dulce fue un arroz con leche y unas avellanas con pasas y porrón de vino dulce. Y después de un buen asiático, les dejo con este pensamiento que seguro que todos estarán de acuerdo: «Si puedes ocupar sin comprar, aprobar sin estudiar y cobrar sin trabajar, es que estás en España». Más claro agua.
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