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Traslado de los restos por las calles de Madrid en 1911.
Las tres tumbas de Isaac Peral

Las tres tumbas de Isaac Peral

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN

Sábado, 29 de abril 2017, 01:09

Hablar de injusticia histórica y nombrar la figura del ilustre cartagenero Isaac Peral es algo difícil de separar. Por múltiples razones, este gran inventor fue sometido a una iniquidad que casi llega a nuestros días.

Incluso en lo referido a sus restos funerarios, Isaac Peral lo ha tenido complicado, pues hasta tres sepulturas distintas son conocidas. De ellas escribiremos hoy.

El 4 de mayo de 1895 partía Peral de Madrid en ferrocarril con destino a Berlín, para someterse a la que iba ser su última operación. No pudo sobrevivir al posoperatorio, pues una infección en la herida se le complicó y le causó la muerte. El 22 de mayo de 1895, a punto de cumplir 42 años, dejaba este mundo quizás el inventor más maltratado de este país. Antes, luchó contra el cáncer, sus implacables enemigos, su amargura y la incomprensión, así como contra la desidia, la ignominia y las calumnias.

Peral recibió toda clase de honores en Alemania y se embalsamó el cadáver. El cuerpo llegó a la estación del Norte de Madrid y fue trasladado al depósito del cementerio de la Almudena, en un cortejo fúnebre con familiares, amigos y socios, con ausencia de representación oficial alguna, pero donde sí que estaba el pueblo. Éste no lo había olvidado y acudió en masa a acompañar el cortejo.

Estando en el depósito, la familia recibió el oficio del ministro de Marina Beránger para que los restos de Peral fueran trasladados al Panteón de marinos ilustres de San Fernando, corriendo éste con todos los gastos e incluso con propuesta de mausoleo. Pero la viuda y la familia no se fiaron de la propuesta, después de que este mismo gobierno fue el que le arrebató todo lo que más amaba en vida: su invento, su honor y su carrera, su escaño de diputado y hasta su misma salud.

Se buscó una modesta sepultura en el entonces cementerio de La Almudena de Madrid, donde residía la familia. Allí permaneció olvidado por espacio de dieciséis años, en que se inhumaron los restos para trasladarlos a la ciudad que le vio nacer.

Berlín-Madrid-Cartagena

En el año 1909, su panteón estaba abandonado y ruinoso, y se decía que iba a ser clausurado. Sus restos corrían el riesgo de ir a la fosa común. Esta noticia la publicó un periodista prestigioso llamado Carlos Canselles, en una información sobre cementerios madrileños.

Leída ésta por don Manuel Dorda y Mesa, un cartagenero amante de su tierra, tomó sobre sí la tarea de rescatar sus restos, para que fueran enterrados definitivamente en su lugar de nacimiento. El señor Dorda era propietario y director del diario El Porvenir, y a partir de este momento inició una campaña periodística que duró dos años. En principio, el Ayuntamiento de Cartagena no estuvo por la labor, pero el persistente Dorda consiguió el permiso de la viuda de Peral para el traslado y posterior enterramiento en el cartagenero cementerio de Nuestra Señora de los Remedios. Él mismo sufragó los gastos del traslado, y fue finalmente en marzo de 1911 cuando llegaron los restos del inventor. Para entonces, el Ayuntamiento y Cartagena entera apoyaban decididamente al promotor Manuel Dorda que, junto al hijo, Juan Peral Cencio, dirigieron todo el proceso de esta segunda inhumación. El ataúd, precisamente el mismo en que fue colocado su cadáver cuando fue embalsamado en Berlín, era de un tamaño y peso desusado, por estar constituido por tres cajas superpuestas: una de plomo y dos de zinc. Finalmente, fue depositado en una tumba de la calle principal, que previamente fue adquirida por Manuel Dorda. El primer objetivo estaba conseguido: el traslado de los restos, aunque fuera en una tumba modesta.

Entonces, desde El Porvenir Dorda lanzó una nueva campaña para lograr dignificar a tan ilustre cartagenero con un mausoleo y un monumento a su memoria. Pero en ambas causas fracasó.

Beltrí y el periodista Dorda

En 1927 y bajo el impulso, esta vez sí, del Ayuntamiento de Cartagena, que entonces regía Alfonso Torres, encontraría Peral digno reposo: un severo y artístico mausoleo enclavado en el recinto destinado a panteones de ilustres hijos de Cartagena, en el mismo cementerio en que se encontraba.

Con presencia de autoridades civiles y militares, de los hijos y nietos, con la máxima brillantez posible, se exhumaron de nuevo los restos y se colocaron al pie del nuevo mausoleo donde deben estar hoy día. Es un monumento que se engloba dentro del estilo denominado decó, puramente decorativo y típico de la década de 1920.

Se trata de una obra del arquitecto modernista Víctor Beltrí y del escultor José Moya Ketterer, que se compone de un sarcófago de piedra caliza gris veteada con el cuerpo central de bronce adornado por relieves alegóricos de la Marina y el Mar. El conjunto se sustenta sobre cuatro grandes patas de hojas de acanto y está cubierto por un paño de pliegues muy marcados, realizado en mármol blanco tallado. Éstas son las tres tumbas del profundo Isaac.

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