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Vista aérea del Castillo de la Atalaya, con la desembocadura de la rambla de Benipila y la zona de Escombreras al fondo.
El Castillo de la Muerte

El Castillo de la Muerte

La fortificación de La Atalaya, construida a finales del siglo XVIII, fue uno de los escenarios clave en la Sublevación Cantonal de 1873-1874

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN HISTORIADOR Y DOCUMENTALISTA

Sábado, 25 de junio 2016, 00:41

El pasado miércoles, quedó rubricada la cesión por parte del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas al Ayuntamiento de Cartagena del bien inmueble Castillo de la Atalaya. Esto incluye tanto el propio castillo como la parcela de treinta hectáreas en la que está ubicado.

No ha sido fácil. Se han necesitado más de 43 años para que este traspaso al patrimonio municipal sea una realidad. En septiembre de 1973, el entonces alcalde de la ciudad, Ginés Huertas Celdrán, solicitó a la Dirección General del Patrimonio del Estado su donación. Pero es ahora cuando definitivamente el Castillo de la Atalaya, gracias a la destacable intervención del alcalde José López y a los funcionarios que han intervenido en el proceso, cuando este pasa a ser patrimonio de todos los cartageneros.

Pero hagamos un poco de crónica de este bien histórico. El Castillo de la Atalaya está situado sobre el barrio de la Concepción, a unos 242 metros de altura. Corona el monte de su mismo nombre, Atalaya, del árabe atalayí, que significa centinela. La primera ocupación de la cumbre del monte Atalaya fue realizada con carácter provisional por la fuerza inglesa desembarcada en Cartagena, en apoyo del pretendiente a la corona española, el archiduque Carlos en 1706.

Un primer proyecto de un fuerte en esta cumbre fue obra del ingeniero militar Zermeño, realizado en 1766. Pretendía batir los desembarcaderos de las Algamecas y el proceso de aproche en la amplia zona del Campo de Cartagena. Problemas presupuestarios hicieron inviable su ejecución, hasta que en 1773 se iniciaron las obras, modificadas para su abaratamiento por Francisco Llobet. Éste, con la colaboración del ingeniero en jefe de la Comandancia Mateo Vodopich, examinó el terreno y levantó nuevos planos con algunas modificaciones y recomendaciones para desarrollar el trabajo. Éste culminó en 1778.

Primero, los ingleses

El Castillo de Atalaya es una construcción de planta romboidal -117 por 88 metros-, con los vértices abaluartados. El estilo en que está construido es, al igual que todas las fortificaciones realizadas en la época, ecléctico con matices neoclásicos. La construcción es de fuerte muro ciego, de sillarejo labrado (el mismo aparejo que el Castillo de Galeras y la muralla), escarpado al exterior, y rodeado de amplio foso seco. En la fachada Sur existe un quinto baluarte, y en uno de sus flancos se abre la puerta de acceso a la fortaleza -puerta en recodo-. Tras ella hay un vestíbulo con puente levadizo y, a continuación, la escalera de acceso al patio de armas. Rodeado de un foso, tiene su correspondiente contraescarpa.

El cuerpo del edificio -cuartel defensivo- está dispuesto en dos alturas. La planta baja, de traza pentagonal, está constituida por varias bóvedas a prueba de bomba. En ellas se disponían las dependencias. Hay una escalera de piedra que permite el acceso a la planta alta con otras dependencias y otra de caracol en piedra, para el acceso a la azotea. El patio de armas tiene los brocales de dos aljibes.

Su valoración poliorcética se mantuvo en muy alto nivel, mientras se consideró una pieza clave en la defensa de la plaza y del Arsenal. En sus cañoneras siempre dispuso de piezas de última generación, hasta que en 1922 quedó relegada a un uso secundario. Finalmente, el 31 de enero de 1968 el Ejército lo entregó al Ministerio de Hacienda, y no ha tenido ningún uso hasta hoy.

Dice José María Rubio Paredes que esta fortificación, como todas las de Cartagena, carece de historia militar. Fueron construidas para defensa contra un enemigo extranjero que nunca se puso a tiro. Sin embargo, tiene un rico anecdotario con motivo de los problemas políticos internos.

Quizás el hecho más relevante de su historia debamos encontrarlo en la sublevación cantonal de 1873-1874, cuando fue denominado por los cantonales como el 'Castillo de la Muerte'. Su protagonismo no está tanto en los 2.039 disparos que realizaron sus 24 piezas de artillería sobre las fuerzas centralistas que sitiaban a Cartagena, sino en que el 10 de enero de 1874 se rindió al enemigo y fue clave para la finalización de la Sublevación Cantonal.

Sobre esta rendición existen dos versiones. Según las fuentes analizadas, para los vencedores la situación de la fortaleza era insostenible, como señaló el general al mando de las fuerzas centralistas, López Domínguez: «El castillo del Atalaya, pues, se rindió por la fuerza de las armas». Por otro lado, nos encontramos con la versión de los cantonales, que en sus memorias siempre hablan de traición.

El general Contreras, jefe de las tropas cantonales, escribió en sus memorias: «El Castillo del Atalaya fue vendido por su gobernador. Según voz pública, percibió treinta mil duros por la indigna hazaña, pasándose con su guarnición al ejercito enemigo. Nada más trascendental que la entrega de un castillo que, por su situación topográfica, domina el puerto y el Arsenal, bate de flanco todos los baluartes y lienzos de la Muralla y domina los fuertes de los Moros y Despeñaperros, entregando así las llaves de la Plaza y a sus defensores a merced del enemigo. Defensores que era sus hermanos y compañeros, sus parientes y amigos».

Un BIC cedido al municipio

El Castillo de Atalaya -como las restantes fortificaciones de Cartagena- está declarado Bien de Interés Cultural, según la disposición adicional segunda de la Ley de Patrimonio Histórico Español 16/1985, de 25 de junio. El Plan General Municipal de Ordenación de Cartagena (Normas Urbanísticas), de 9 de abril de 1987, le asigna la protección de nivel uno. Ahora, su conservación es nuestra responsabilidad.

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