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LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN HISTORIADOR Y DOCUMENTALISTA
Sábado, 7 de mayo 2016, 00:37
El pasado jueves tuvimos la ocasión de visionar el documental 'Riña Sangrienta', realizado el amigo Antonio Casado Mena; trata de los sucesos acaecidos en Cartagena el 19 de julio de 1936, y más concretamente sobre la muerte de Juan Vicente Fernández, conocido como el Chipé.
La verdad es que, si se analizan las circunstancias que rodearon su muerte, después de ochenta años, todavía desconocemos con exactitud lo ocurrido. Este valioso documental es una pieza nueva para completar el puzle sobre este macabro linchamiento, un paso más en las llamadas muertes del Chipé, en donde las nuevas investigaciones no resuelven completamente las circunstancias de este tumulto, con cientos de participantes, contemplado por miles de ojos, y sin que nadie viese nada.
La versión oficiosa, que no oficial, más extendida y reconocida hasta el momento era la proporcionada por Rafael Plazas Espinosa que nos sirve para contar someramente este suceso.
«A las 12 del mediodía del 19 de julio muchos ciudadanos se agolpaban a las puertas de la Capitanía General pidiendo información. Allí estaba El Chipé, quien al decirle alguien que el golpe estaba triunfando, fue a celebrarlo a un bar situado en la calle Honda. Más tarde, al enterarse de que la sublevación había fracasado y sólo había sido apoyada en África y algunas capitales de provincia, dos militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas decidieron ir en busca de Juan Vicente para detenerlo por cómplice del levantamiento y traidor a la República. El Chipé se dio cuenta inmediatamente de sus intenciones y se enfrentó a ellos propinándoles varias puñaladas. No tardaron en aparecer dos cabos de la Guardia de Asalto, que lo arrestaron y lo llevaron a comisaría.
Los jóvenes fueron atendidos en el Hospital de la Caridad, y la noticia de lo ocurrido se expandió rápidamente por la ciudad, magnificándose los hechos de tal forma que una multitud se congregó ante la comisaría exigiendo que se les entregara el reo para ser ajusticiado. Los funcionarios se negaron y formaron una comisión que marchó al Ayuntamiento a entrevistarse con el alcalde César Serrano. Este también se negó, y despachó a Manuel Martínez Norte, miembro de la CNT y del comité que se había hecho cargo del Consistorio, con un coche oficial y chófer para trasladar al preso a la cárcel de San Antón.
El vehículo entró en la comisaría por la puerta trasera y montaron al Chipé, pero alguien desde el interior del edificio avisó al gentío, que se movilizó y cortó el paso al coche. Martínez Norte intentó sin éxito avanzar unos metros entre una multitud de unas dos mil personas, pero fue imposible. Con la gente zarandeando y golpeando el vehículo, el cenetista, con la intención de evitar el linchamiento o según otras fuentes por ansias de protagonismo, desenfundó su pistola STAR de calibre 9 mm corto y se dirigió al reo diciendo «Chipé, te voy a hacer un favor».
El detenido recibió un disparo en el cráneo que le causó la muerte. Martínez Norte entonces lo expulsó fuera del coche entregando el cadáver a la masa enfervorecida, aprovechando para abandonar el lugar. La mayoría de las personas que formaban la algarada fue abandonando la calle, pero los más exaltados, ataron el cuerpo por la cabeza y lo llevaron a rastras por varias calles. Llegados al muelle lanzaron el cuerpo al agua para después seguir arrastrándolo por el paseo del Muelle, para después dirigirse hasta la plaza Bastarreche, donde finalmente rociaron el cadáver con gasolina e intentaron prenderle fuego, pero no ardió al estar aún húmedo, de forma que lo abandonaron allí.
A la mañana siguiente miembros de la Cruz Roja recogieron al difunto y le dieron sepultura en el cementerio de los Remedios», según este testimonio.
Pero esta tesis ha sido rebatida recientemente por otros investigadores que, a la luz de nuevos sumarios localizados, sostienen que siendo en lo sustancial lo hechos como los describe Rafael Plazas, el ejecutor material del disparo que ocasionó la muerte al Chipe no fue Martínez Norte, sino un cabo de la Policía Municipal, juzgado, condenado y ejecutado por este hecho.
Quizás sea la aportación del catedrático de Historia de la Universidad de Murcia Pedro María Egea Bruno, en su artículo 'Violencia de Clase y construcción simbólica (Cartagena, 19 de julio de 1936)', la que mejor refleje el contexto y la sucesión de acontecimientos que tratamos.
Para este profesor el episodio del linchamiento del Chipé se convierte, al margen de su propia realidad, en un elemento cardinal del imaginario colectivo y objeto de una interesada construcción simbólica.
La muerte del Chipé puede interpretarse como fruto de una acción meditada para desarticular el proceso en marcha, en tanto la profanación de su cadáver como alivio a una presión extrema, alimentada por la conflictividad de los meses precedentes y sobrecargada con la irresolución del levantamiento militar.
El Chipé, un vulgar delincuente que llegó a ser odiado y temido por muchos, convertido hoy en leyenda, fue arrastrado por una masa anónima que quizás no pensaban solo en arrastrar a un despreciable asesino y proxeneta, sino a una parte de la sociedad frente a la otra, en un punto de inflexión de una violencia sin sentido que tendría después consecuencias mucho más graves. La Guerra Civil.
De aquel episodio perdura en Cartagena el dicho popular: «Te voy a arrastar como al Chipé».
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