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La foto fija de la biblioteca de Antigones de la Universidad Politécnica de Cartagena, un hervidero de neuronas, apuntes y libros en plenos exámenes de enero, ofrece el palmario reflejo del alarmante -y creciente- déficit de mujeres que cursan grados de ingeniería: por cada cinco puestos de estudio ocupados por chicos, solo en uno se sienta una chica. Las mujeres son mayoría en la universidad, pero las carreras técnicas apenas tienen un 21% de alumnas matriculadas en la Región, una desproporción ya superada en otras áreas de Ciencias que preocupa a universidades, empresas y Administración, conscientes del 'agujero', que se adentra después en igual tasa en la industria murciana y mantiene a las chicas alejadas del sector con mejores perspectivas laborales.
La acusada falta de referentes femeninos -intente citar de memoria los nombres de cinco ingenieras célebres-, estereotipos enraizados ya en el parvulario, el recelo hacia la dificultad intrínseca de las Matemáticas y la poca visibilidad de la utilidad social de las ingenierías empujan a las chicas a decantarse por carreras sanitarias, humanidades y ciencias sociales.
El déficit de mujeres en los grados de ingeniería, un desfase común en todos los campus occidentales, es todavía más acusado en la Región, donde las dos universidades públicas -la de Murcia (UMU) y la Politécnica de Cartagena (UPCT)- asisten con preocupación al descenso progresivo de estudiantes en sus aulas de los grados técnicos. Las chicas son mayoría en las dos instituciones públicas murcianas (55%), pero cuando se desagregan los datos de las titulaciones de ingeniería, el porcentaje se desploma hasta el 21% de alumnas. Con la única excepción de Arquitectura, donde ellas mantienen desde hace años una paridad casi exacta, relacionada, creen en la UPCT, con la vertiente artística de la disciplina.
Son pocas, pero aún serán menos en los próximos años, a tenor de los últimos datos de alumnos de nuevo ingreso recopilados por la Consejería de Universidades, empeñada en corregir el desfase a toda costa. En el curso 2015-2016, apenas se matricularon 94 mujeres (un 18%) en los dos grados de ingeniería que imparte la UMU. En la UPCT, que concentra 17 titulaciones técnicas, lo hicieron 240, un 24% del total de inscritos en primer curso. Y aunque la caída de la demanda de grados técnicos es común a hombres y mujeres, la incidencia es mayor entre ellas, que además salen de partida con una tasa de representación baja. Los porcentajes esconden además un reverso perverso: las carreras con más y mejor futuro laboral son las relacionadas con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las Matemáticas, que en inglés son agrupadas bajo el acrónimo STEM. «Los datos son claros: de los diez títulos con mayor empleabilidad destacados por el Instituto Nacional de Estadística, siete son ingenierías, y en tres de ellas la tasa de ocupación femenina es del 100%», apunta el director general de Universidades, Juan Monzó, quien comparte la tesis de que la falta de referentes claros, de ingenieras reconocidas y valoradas en las que las adolescentes puedan proyectarse, está en la base del problema. «Las contribuciones de las mujeres en esos ámbitos se invisibilizan, y esa falta de referentes conduce a que se sientan poco representadas», admite Antonio González, director de la Fundación Séneca, que despliega desde hace años un amplio catálogo de programas, actividades, exposiciones y publicaciones para reconducir la situación desde la Primaria, y alejar el perfil del jefe de planta con casco del imaginario colectivo. También proyectada por los estereotipos 'geek' representados en populares series como 'The Big Bang Theory', que terminan alejando a las chicas del perfil ocurrente y divertido, pero también antisocial e inmaduro, que dibujan los protagonistas.
Un arquetipo contra el que pelean en la Universidad Politécnica de Cartagena, convencidos de la necesidad de redibujar y adaptar a la realidad la imagen de las ingenierías. «Se tiene una idea abstracta, alejada de la proyección y utilidad social que realmente ofrece el desempeño de la profesión, y hay que exponerlo con más claridad; las ingenierías relacionadas con el medio ambiente y las tecnologías de la información tienen una conexión muy social que es desconocida para mucha gente. Todo el talento del país no puede ir a Medicina», reivindica el rector de la UPCT, Alejandro Díaz Morcillo, preocupado por la evidencia de que las alumnas de Bachillerato Científico con los mejores expedientes se decanten en masa por grados biosanitarios.
El anhelo de que su trabajo y profesión reporte en la sociedad, la voluntad de escoger un grado de componente humanista, en contacto con el prójimo y de utilidad para el mundo, están detrás de ese desvío de mujeres hacia la Medicina, Veterinaria, Arquitectura... con el que las politécnicas quieren romper haciendo visibles aplicaciones concretas de sus proyectos, como la búsqueda de soluciones asequibles para obtener agua potable, el diseño de equipos de diagnóstico o el acceso a la educación. «Tenemos que ser capaces de ofrecer una imagen más pegada a la realidad y al aporte de las ingenierías a las personas», reivindica Díaz Morcillo.
El desvío de las estudiantes con calificaciones brillantes en las asignaturas de Ciencias hacia las titulaciones sanitarias se materializa en Bachillerato, aunque empieza a fraguarse unos años antes, en los primeros cursos de Secundaria, cuando muchos alumnos comienzan a desarrollar una desconfianza hacia las Matemáticas que tanto las universidades como la Consejería de Educación quieren subsanar. La disciplina, intrínsecamente más complicada de encarar por el alumno, se atraganta sin brecha de género a los adolescentes, y a una generación crecida en la recompensa rápida y acostumbrada a la inmediatez de resultados se le hace 'bola'. «Las Matemáticas se plantean absurdamente complejas para los alumnos ya en primero y segundo de la ESO, a golpe de quebrados y potencias. Es cierto que enfrentar un problema matemático requiere un esfuerzo de concentración mayor, pero la materia puede presentarse de manera más atractiva. Hay que hacer ver a los alumnos aquello de que, aunque la subida sea dura, lo que verás al llegar a la cima será maravilloso», reta Emilio Trigueros, profesor del área de Explotación de Minas de la UPCT, que desarrolla un plan piloto para observar los resultados en grupos seleccionados de los primeros cursos de la ESO que sigan un programa de aprendizaje de Matemáticas más atractivo. Si surte efecto, debería incrementar el porcentaje de estudiantes que se decantan por el Bachillerato Tecnológico en la actualidad, de apenas un 10%. Un itinerario que además limita las posibilidades, en exceso creen en la UPCT, de acceder después a un grado de ingeniería.
En la aversión hacia la asignatura de Matemáticas no hay distinción de sexos, y mucho menos, desmiente categóricamente el neurocientífico y director del Instituto de Neurociencias de Alicante, Salvador Martínez, de aptitudes. «El cerebro del hombre no está más capacitado para las Matemáticas o las disciplinas técnicas. Eso es una leyenda urbana, un argumento cómodo que nos deja muy tranquilos en un confort ignorante para no admitir que las mujeres enfrentan vallas profesionales, como la maternidad y el compromiso con el cuidado de los dependientes, que las apartan de esos estudios y limitan los referentes y modelos». También para el neurocientífico, en esa falta de espejos en los que reflejarse está la raíz del déficit. «Hace 50 años apenas había médicas, y hoy son mayoría porque se rompió con ese estereotipo», evidencia. De hecho, los resultados académicos de las chicas que estudian en la UPCT demuestra, según los datos de Trigueros, un rendimiento diez puntos superior al de sus compañeros varones.
Con la mejor de las intenciones, las expectativas profesionales que los padres ponen en sus hijos tampoco ayudan. «Cuando una alumna es buena en Ciencias siempre hay alguien que le sugiere que estudie Medicina», ironiza Beatriz Miguel, vicerrectora de Investigación de la UPCT. La idea de que las ingenierías son carreras duras, con un camino de esfuerzo abocado a un mundo laboral altamente competitivo hace que muchos padres eviten jalear sus hijas en esa dirección.
Antes que en el instituto, en los primeros juegos de infancia y la distribución de las tareas del hogar, sitúa la doctora en Derecho y experta en políticas de género Gloria Alarcón la génesis de un sesgo con consecuencias. «Los videojuegos están pensados por y para chicos, los roles los distribuyen ellos, y terminan orientando a las mujeres hacia las profesiones peor remuneradas», denuncia.
El reducido porcentaje de alumnas tiene su reflejo inmediato en las industrias y en las instituciones. Pocas chicas matriculadas en los grados técnicos dan lugar a menos profesoras de asignaturas de ingeniería y a un reducidísimo porcentaje de mujeres en los puestos cualificados de las industrias de la Región, que el director general de Universidades ve obligado corregir. «Hay una demanda de ingenieras importante, las empresas necesitan esa visión en femenino y la demandan», explica Monzón, a quien le preocupa también que las estudiantes se cierren la puerta al ámbito profesional con mejores tasas de ocupación laboral y remuneración salarial. La escasez de mujeres en la industria y la tecnología tiene además efecto, alerta el director de la Fundación Séneca, en el producto final, proyectado y diseñado por hombres.
El déficit ha sido diagnosticado y reconocido como un obstáculo al desarrollo de la Región por la Comunidad y por las dos universidades públicas, que han iniciado un plan de medidas para corregirlo. La primera, presentada esta misma semana en Cartagena, el programa Piedad de la Cierva, que consiste en financiar las tasas de matrícula de nuevo ingreso de las 100 estudiantes con los mejores expedientes y que quieran matricularse en un grado científico tecnológico. Las becas reivindican la figura de la prestigiosa y olvidada científica murciana Piedad de la Cierva, quien inventó para la Armada unas lentes que permitían la visión nocturna.
La Administración pretende además poner en marcha un plan regional de vocaciones diseñado para corregir los desfases e incrementar las matrículas entre los grados STEM de las chicas, y la UPCT ha sumado fuerzas con otras tres politécnicas para incentivar el alumnado en los grados técnicos, con el énfasis puesto en las mujeres. El programa para rebajar el fracaso de los estudiantes de Secundaria en Matemáticas y Física completa las medidas pensadas para promover el 'big bang' pendiente en la ingeniería murciana.
Aldara Saura está en su salsa viajando a Barcelona con el Racing Team de la UPCT, tan a gusto como en su clase integrada por 42 chicos y solo tres mujeres. «Me he criado rodeada de chicos, motos y coches. Mi padre y mis dos hermanos son fanáticos de la Fórmula 1 y de las carreras, y no solo me han animado, sino que ellos me dieron el empujón definitivo para que me matriculara en Ingeniería», dice rodeada por su grupo de compañeros en un respiro a la mañana de estudio en la biblioteca de Antigones, en el campus Muralla del Mar de la Politécnica. Buena estudiante, ha conseguido ir a curso por año, todo un logro entre quienes estudian ingeniería, a base de mucho esfuerzo. «Es duro, tienes bajones fuertes, hay que estudiar mucho y a veces cuesta, pero siempre pienso que el día de mañana saldremos bien formados y podremos desempeñar un buen trabajo», en el que confía disfrutar de las mismas oportunidades que sus compañeros. «Seguro. Eso ya está superado. No aspiro a que me traten mejor ni peor, solo con normalidad».
Alumna de cuarto curso, Marta García cursa uno de los pocos grados de ingeniería impartidos por la Universidad Politécnica de Cartagena, el de Química Industrial, donde la presencia de mujeres se acerca a la paridad. Lo mismo ocurre en la Universidad de Murcia, con una Facultad de Química repleta de mujeres. «Sí, es un clásico, no sabría explicar la razón, pero es así», dice la joven, que ya empieza a acariciar el sueño de recoger su título de graduada. Dejará atrás cuatro años desbordados de horas de estudio y esfuerzo provechosos: Marta García ha conseguido sacar todos sus cursos en los años programados, y de momento, no conoce la convocatoria de septiembre. Su expediente académico refuerza la estadística que avala los buenos resultados de las chicas en los grados de ingeniería. Son pocas, pero mejores, ya que según los cálculos de la propia UPCT, la tasa de rendimiento entre las mujeres es más de un 10% superior a la de los chicos. El futuro de Marta García pasa ahora por completar su período de prácticas en una planta de lubricantes en Escombreras para tomar contacto con el mundo laboral y cursar un máster que complete su formación.
Como a muchas alumnas brillantes y capaces en Matemáticas y Ciencias, sus profesores del instituto le aconsejaban que estudiara Medicina. Un estereotipo que Irene de la Cruz, una de las cuatro alumnas de su grupo de 20 de tercer curso en la Universidad Politécnica de Cartagena, rompió al formalizar su matrícula en ‘teleco’. «Me gustaba mucho la programación, se me daba bien, y aunque la carrera es complicada y dura, no me va mal», relata con modestia en un breve descanso de biblioteca en plenos exámenes de enero. Ella sí tuvo, y admite que pudo pesar en sus decisiones, referentes claros y cercanos. Su hermana es ingeniera, y en casa la han apoyado siempre en su progreso académico. «Es cierto que no hay muchos modelos de ingenieras reconocidos, pero existen aunque tengan poca visibilidad», critica la joven, que planea completar sus estudios con un máster.
Desde que escogió la opción de Bachillerato Tecnológico, Rosa María Bueno ha estudiado siempre en clases copadas por la presencia de chicos. Una evidencia que nunca le ha ocasionado el menor problema, pero que no deja de resultarle curiosa en el ambiente igualitario en el que se ha criado. «Siempre me han dicho que estudie lo que quiera, lo que me guste, y en eso estoy», cuenta satisfecha con su elección, a pesar de la complejidad intrínseca de sus estudios. «Es durillo y complicado, hay que estudiar mucho», admite sin paños calientes. Pese a que su vocación y aspiraciones no se han visto frenadas nunca por cortapisas, Rosa María es consciente de que el ambiente y la sociedad van llevado a las chicas por otro camino. «Cuando sacas buenas notas, nadie te dice: ‘pues hazte ingeniera’. Es un rol que tenemos poco presente».
Es la única vicerrectora de la Universidad Politécnica de Cartagena, pero esa singularidad no es nueva en el desempeño de la carrera profesional de Elena Miguel Hernández. Ser la única mujer de su grupo de investigación -diez hombres y ella-, en las reuniones en el Rectorado, en los encuentros de departamento... ha sido una constante para la catedrática de Ingeniería Química en el Departamento de Ingeniería Química y Ambiental, quien encuentra la raíz de ese déficit en los roles mal asumidos y las tremendas dificultades que enfrentan las mujeres para compatibilizar su vida profesional con la laboral. «La realidad es que no compatibilizamos, priorizamos según el momento, pero cargamos con todo, y es muy complicado adecuar los horarios con los de una industria o con la investigación», lamenta la mujer, uno de los pocos referentes femeninos con visibilidad en el que las alumnas pueden proyectarse. Como otros expertos, coincide en buscar la base del problema en las aulas de los institutos, cuando los chicos empiezan a tomar caminos muchas veces inspirados y alentados por sus profesores.
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