De las cenizas de un experimento político que acabó en fiasco, la moción de censura de Cs y PSOE, renace un Gobierno del PP con cinco consejeros tránsfugas expulsados de otros dos partidos. Veremos pronto cómo y cuánto tiempo funciona esta quimera
Si la carretera al infierno está empedrada de buenas intenciones, como dice un viejo proverbio, no parece que el camino al cielo pueda estar pavimentado con malas decisiones personales. De partida, la que consumó ayer el presidente Fernando López Miras en su particular huida hacia adelante es cuando menos temeraria: la incorporación de una diputada expulsada de Vox como consejera de Educación y Cultura. Al líder de los populares nunca le fue bien cuando con anterioridad arriesgó en la selección de consejeros para su Gobierno, pero elegir a Mabel Campuzano para una cartera tan sensible, nuclear y con tanta carga ideológica solo cabe en la cabeza de quien estaba entre la espada y la pared y deseaba continuar al frente del Gobierno. Fue la condición impuesta por los tres expulsados de Vox para rechazar la moción de censura de PSOE y Cs, como figuraba en el borrador del acuerdo que adelantó LA VERDAD. Pero el hecho de que el nombramiento de Campuzano sea un trágala, impuesto por quienes tenían la sartén por el mango, no exime de responsabilidad al presidente, que se convierte así en el primero que franquea el paso en un gobierno autonómico a las posiciones de derecha más radicales. Y a cambio, para menor decoro, de que los tres expulsados apoyen la aprobación de los Presupuestos y la reforma legal que le permitiría volver a ser candidato, como dice el borrador del acuerdo. Conviene no olvidar que el abogado Juan José Liarte y sus compañeros Francisco Carreras y Mabel Campuzano no fueron expulsados de Vox por discrepancias ideológicas, sino por la resistencia de los tres diputados a ceder el control de la financiación del grupo parlamentario a la dirección provincial del partido. Las recetas educativas de los nuevos aliados del PP son las mismas, veto parental y cheque escolar, que las impulsadas por la formación de Abascal. Es obvio que López Miras tiene toda la legitimidad para nombrar a quien considere más oportuno para gestionar Educación y Cultura, pero sobran los argumentos para cuestionar una decisión que no se toma por criterios de idoneidad personal (ya el colmo es que Campuzano haya defendido tesis negacionistas sobre la vacunación en la Asamblea) sino por intereses partidistas y personales. Es cierto que todas las decisiones educativas relevantes pasan por Consejo de Gobierno, y Miras tendrá la última palabra sobre las propuestas que la consejera, rodeada de un equipo de confianza del presidente, pondrá sobre la mesa, pero a estas alturas ya no se sabe dónde cada cual coloca sus rayas rojas en esta espiral de irresponsabilidades en la que se ha convirtido la política murciana.
Somos verdaderamente la vanguardia de la extravagancia política. Al nombramiento de una consejera ultra y negacionista se suma la ya conocida permanencia como vicepresidenta de Isabel Franco, ahora en condición de tránsfuga, junto a la incorporación de su ex secretario general y dos diputados naranjas que también fueron expulsados por oponerse a la moción de censura decidida en Madrid por Pedro Sánchez y Arrimadas, con el ditirámbico apoyo de Ana Martínez Vidal, que al final no pudo descabezar políticamente a Franco, y Diego Conesa, que tampoco pudo destronar a López Miras. El efecto mariposa de este juego de tronos ha dejado para la historia un Gobierno regional que a unos les da más miedo que el Frankenstein de Mary Shelley y a otros les parece más feo que el Quasimodo de Victor Hugo. Así parece reflejarlo la anómala toma de posesión de los nuevos consejeros, en un acto vespertino en plena Semana Santa, casi clandestino, mientras dos centenares de manifestantes de la 'marea verde' protestaban por la mañana en el exterior de San Esteban.
Desde finales del pasado año era evidente que el Ejecutivo PP-Cs no carburaba. Pedía a gritos una remodelación para coger impulso e iniciativa. Convenía un proceso de autofagia como el de las células para eliminar toxicidades y componentes que no funcionaban bien. En lugar de eso sobrevino algo más radical e inesperado: una moción de censura larvada intramuros para girar desde el centroderecha al centroizquierda. De las cenizas de ese experimento que terminó en fiasco renace un Gobierno del PP con cinco consejeros expulsados de otros dos partidos. Otro experimento. Veremos cómo y cuánto tiempo funciona esta quimera. No todo lo tiene en contra. Probablemente se reducirán las turbulencias internas y no habrá disputas entre consejeros, como ocurría entre Martínez Vidal con Javier Celdrán e Isabel Franco. También tiene a favor el peso político y la experiencia que aportará el exalcalde Marcos Ortuño (lo tiene fácil para mejorar en Turismo) y la recuperación del timón económico por Celdrán, de cara al cierre y ejecución de los Presupuestos regionales y la coordinación del maná de fondos europeos que llegará como respuesta a la pandemia. Saldremos pronto de dudas.
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