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Un vehículo militar, remolcado en una gasolinera en Polonia. R. G. B.
LA VERDAD viaja a Ucrania: Polonia, una arteria abierta hacia la guerra
LA VERDAD viaja a Ucrania

Polonia, una arteria abierta hacia la guerra

Blindados militares y decenas de vehículos particulares cargados con ayuda salpican las vías de camino a la frontera ucraniana para la entrega solidaria de la UMU

Viernes, 11 de marzo 2022, 10:13

La presencia militar se dispara en la penúltima jornada de viaje del convoy humanitario. Los campos alemanes se han cubierto de escarcha durante la noche en Aurach, donde la temperatura ha caído hasta los tres grados bajo cero en el descanso nocturno del camión en Alemania, recordando que tampoco el invierno tiene piedad con los refugiados ucranianos que se han visto desprovistos de sus ciudades, algunas ya absolutamente devastadas. Conforme el camión avanza hacia Polonia, el frío va arreciando y agravando la vulnerable situación en que se encuentran las víctimas del conflicto armado, que soportan temperaturas de hasta siete grados bajo cero.

El convoy se encuentra a unos 1.100 kilómetros de Medyka, la ciudad Polaca en el límite mismo con Ucrania, donde nos espera la ONG East Europe que distribuirá las 24 toneladas de ayuda enviadas desde Murcia entre las miles de personas que se agolpan desesperadas en los bordes del país. Los ataques contra la población civil son cada vez más despiadados y los muertos se cuentan por decenas de miles. Algunos caen heridos por el fuego ruso; otros, según informan diversos medios desplegados en el país, por la hipotermia.

La carretera es una arteria por donde ya fluye el conflicto abiertamente. Los vehículos militares procedentes de países como Holanda, Alemania o Polonia salpican las gasolineras, las vías de servicio y las autovías con destino al conflicto. Gigantes dormidos. Calma tensa.

A su paso, el convoy recibe una sonora pitada que sobresalta al conductor del camión murciano. Un tráiler rojo que se sitúa a nuestra derecha, al volante, un conductor ucraniano da saltos en su asiento y eleva los brazos antes de volver a pulsar insistentemente su bocina. Primero nos deja pasar dando gritos de ánimo que podemos adivinar desde la cabina. Después, por si no ha quedado claro lo feliz que se encuentra con el rótulo en honor a Ucrania que adorna el remolque, vuelve a adelantar al camión de la UMU con otra ráfaga de señales acústicas eufóricas. Se despide con gestos de ánimo que correspondemos elevando el pulgar antes de dedicar una amplia sonrisa y perderse en un desvío.

La emoción y la alegría

El momento deja al conductor de ESP Solutions, Chema Cervera, impactado. La intensidad del festejo, hace que se eche la mano al pecho. «Me ha dado emoción», reconoce. La sentirá casi una decena de veces más. Pasado Dresde, los coches se apartan al paso del camión, en un movimiento anómalo que nunca antes se ha producido en el trayecto de más de dos mil kilómetros acumulados. «Nos dejan pasar porque ven que llevamos lo de Ucrania. Es increíble», reconoce el conductor.

A poca distancia de allí, una furgoneta negra adelanta al tráiler sacando una bandera de Ucrania por la ventanilla. El conductor frena y se asegura de que la hemos visto antes de acelerar camino de la frontera. No lleva carga, por lo que probablemente se trate de uno de los vehículos privados que de forma altruista están acudiendo estos días a la frontera para trasladar a compatriotas y alejarlos del horror y la muerte.

También aparentan tener el mismo destino otras dos furgonetas: una blanca que luce en los cristales traseros dos banderas de Ucrania adheridas con celo, y otra amarilla, que acelera y frena a nuestro lado con la parte trasera llena de cajas. Lleva material de ayuda bajo la bandera alemana. El conductor se gira y volvemos a ver puños en alto, el pulgar hacia arriba. Señales de victoria. Gestos de fuerza. La sucesión de apoyos nos hace sentir campeones de algo antes de recordar que no hay festejo posible, que las bajas se cuentan por miles, que solo en Mariúpol hay cerca de 1.400 cadáveres civiles llenando zanjas en la tierra.

Una furgoneta cargada con ayuda humanitaria desde Alemania festeja el encuentro con el convoy murciano en Polonia. R. G. B.

La euforia ucraniana contrasta con la discreción de los agresores. Un camionero con matricula de Rusia gira la cabeza a la altura de Polonia para que no le veamos la cara tras divisar el rótulo por Ucrania. Luego decelera para alejarse de nosotros. La alegría de los agredidos, frente a la vergüenza del invasor. Ucrania pierde, pero va ganando.

Diez horas y más de 820 kilómetros después concluye una jornada que deja la carga urgente a tan solo 300 kilómetros de la frontera donde se realizará la descarga. Hablamos con representantes de la ONG y de la Universidad de Murcia para coordinar la llegada a zona neutral, un corredor humanitario donde se agolpan miles de refugiaos de los más de un millón que han cruzado a Polonia, el país vecino que más se ha volcado con las víctimas de la guerra.

La ucraniana Sofia Sakalosh, de la organización humanitaria, explica las distintas opciones y aconseja descartar Korczowa, la localidad donde inicialmente se iba a realizar la descarga y acudir Medyka, a unos 50 kilómetros. Las necesidades humanitarias y las rutas logísticas para atender el drama humanitario se ven sometidas en estas primeras semanas a constantes cambios que requieren de adaptación constante. «Gracias por vuestra valentía y por vuestra solidaridad, apreciamos de corazón el apoyo. Es muy necesario», se despide. Solo son 300 kilómetros más.

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